IMPORTANTES REVELACIONES SOBRE
EL ASESINATO DE OSAMA
LA
NOCHE MÁS OSCURA
Pocas veces el cine ha resultado tan útil para el conocimiento y
develación de hechos históricos esenciales como en el caso de la recientemente
estrenada en la Argentina
película norteamericana, La noche más oscura, que trata respecto del sensacional acontecimiento de hace casi dos
años consistente en el operativo de asesinato del enemigo público número uno de
los EEUU, Osama Bin Laden. Acotemos además, respecto de la misma, que aproximadamente
un mes antes habíamos leído un comentario significativo escrito por alguien
ubicado en una trinchera antagónica de la nuestra, el escritor peruano Vargas
Llosa, y del cual hablaremos al final de esta nota.
Pero yendo ahora al contenido de la película podemos acotar que su
valor estriba en el hecho de que la misma, sin que ello haya sido hasta el
momento refutado por nadie, se basa en un relato de primera mano efectuado por
un anónimo participante del operativo permitiéndonos así recabar una visión más
clara respecto de la situación de guerra de civilizaciones que vive actualmente
nuestra época en su fase terminal.
En primer lugar la película nos devela algo que no se sabía o de lo
cual se había ex profeso informado de manera falsa. Que el operativo contra el
bunker de Abbotabad no fue efectuado en manera alguna con la certeza plena de
que Bin Laden se encontraba escondido en el mismo. Si bien es verdad que se
intentó previamente a ello corroborar su presencia simulando una campaña de
vacunación a fin de extraerles muestras de ADN a los habitantes del lugar con
la finalidad de identificarlos, en la película se devela que, a diferencia de
lo que se dijo, ese operativo previo fracasó y por lo tanto el asalto al bunker
se efectuó sin evidencia alguna y basándose meramente en una sospecha muy
intensa que tenía uno de los jefes de la
CIA del cual luego hablaremos.
Es significativo al respecto reseñar alguno de los diálogos. Ante esta
falta de pruebas uno de los comandos alega que no desearía que se repitiese una
circunstancia similar de la que participara y en la cual, debido a una falsa
pista, murieron dos compañeros suyos sin haberse obtenido logro alguno. Por
supuesto que no hay allí ningún remordimiento respecto de las personas
inocentes que también murieron debido a tal ‘error’.
Indudablemente en tal diálogo y en otros de los que hablaremos
seguidamente, queda perfectamente en claro la mentalidad que rige en el mundo yanqui. Norteamérica se considera a
sí misma como la expresión ostensible de la justicia y el bien universal y,
respecto de ella y en función de la ejecución de sus fines, todo debe resultarle permitido. Henos
aquí entonces que ciertas prácticas que en otras partes resultarían sumamente
condenables haciendo a las personas responsables de las mismas pasibles de
juicios y largas condenas por ‘violación a los derechos humanos’ o ‘genocidios’,
en el caso del norteamericano en cambio, por tratarse de una comunidad elegida
y con especiales privilegios, todo
debe serle aceptado. Al respecto la película no ahorra escenas de torturas de
lo más deleznables e inverosímiles contra los presos de Al Qaeda respecto de
los cuales se sospecha que mantienen algún tipo de contacto con Bin Laden.
Desde el famoso submarino, práctica por la cual varios ‘represores’ argentinos
hoy purgan larguísimas penas de prisión hasta algunas realmente novedosas y no
por ello menos deleznables como hacer ingerir excrementos por la fuerza a los
torturados o dejarlos sin dormir mediante la emisión sin cesar y rimbombante de
las músicas actuales durante días enteros, lo cual sin lugar a dudas debe ser
la peor de todas las torturas. A todo esto son interesantes los diálogos que intercambian
los torturadores, los cuales tienen la peculiaridad de aparecérsenos como
personas comunes sin ningún rasgo especial que denote cinismo o crueldad,
habiendo entre ellos y especialmente mujeres amas de casa que presencian en
vivo y directo las torturas sintiendo por ello un verdadero placer. Recordemos
al respecto las famosas fotos de la prisión de Abu Graib en Irak en donde quienes
más se destacaban por torturar y humillar a los prisioneros eran justamente
mujeres. En los diálogos resulta notorio que los torturados a los cuales se les
quiere doblegar la voluntad a fin de que ‘confiesen’ nunca saldrán con vida de
allí en tanto que nadie se encuentra enterado de que están detenidos y hasta se
desconoce el lugar de la prisión de la
CIA que es secreta y ubicada afuera del territorio
norteamericano, en alguno de los países que cuentan con gobiernos serviles. Es
decir muchos prisioneros de Al Qaeda hoy engrosan una nueva lista de
‘desaparecidos’, con la venia y el conocimiento pleno del actual presidente de
los EEUU, pero una vez más el trato que éste recibe es muy distinto del de su
antecesor y par argentino. Mientras que el ex presidente Videla hoy purga por
tal causa varias condenas a cadena perpetua, a Obama en cambio se le ha dado el
premio Nobel de la Paz.
Volviendo a los interesantes diálogos que aparecen en la película, se
formulan allí razones expresas por las cuales se justificaría la tortura y la
desaparición de personas. Uno de los operadores de la CIA explica que el enemigo con
el cual se enfrentan ahora los EEUU es muy diferente del de la época de la
guerra fría. A los comunistas se los podía sobornar fácilmente para que, a
cambio de una jugosa pensión de por vida, develaran los secretos que conocían,
en cambio ahora, como aquí nos encontramos con una concepción trascendente de
la existencia y no con un materialismo gemelo como en el caso anterior, sólo la
tortura es el medio para develar un secreto. Es decir que se reconoce
expresamente que el fundamentalismo es un enemigo mucho más serio para los
norteamericanos que el comunismo bolchevique con el cual se compartía un
trasfondo materialista.
Pero henos aquí que, a pesar del esmero de los torturadores, los que
demuestran en todo momento mucho profesionalismo, habiendo logrado doblegar la
voluntad del más fiel miembro de la organización de Bin Laden haciéndolo
‘confesar’, los resultados no pueden ser más deprimentes. Lo único que puede
dar es un dato de alguien que es un mensajero del líder pero con el cual sólo
se comunica en forma telefónica. Y esto sucede además con todos los que
‘confiesan’, aun con los que lo han hecho sin pasar por la tortura. Como
indudablemente el enemigo contra el cual combaten se trata de un gran estratega
que conoce los hábitos de cinismo e hipocresía del norteamericano, siempre
capaz de acudir al más ruin de todos los medios para obtener sus objetivos,
éste ha tenido la habilidad suficiente de evitar cualquier contacto directo con
los miembros de su organización. Ante esta lamentable, para ellos,
constatación, luego de casi 10 años de torturar inútilmente, se produce
entonces una crisis en el seno de la CIA. El
torturador principal resuelve unilateralmente tomarse una vacación manifestando
que en última instancia se puede seguir contando con la colaboración de tantos
analistas funcionales que sostienen, aun en contraste verbal con los
norteamericanos, que Bin Laden ha ya muerto o que se trata de una producción de
ellos y que por lo tanto en caso de no poderlo cazar nunca la organización no
se vería sacudida entonces en su prestigio. Las otras dos torturadoras mujeres,
una de ellas la jefa oficial de la organización en la zona de Afganistán y
Pakistán, deciden en cambio continuar con la cacería mostrando de este modo el
carácter abiertamente ginecocrático de la sociedad norteamericana (digamos de
paso que es también una mujer la realizadora de tal película). Pero aparece
aquí una discrepancia entre ambas. La jefa, posiblemente en razón de su
veteranía y habituada a los sobornos de la época de la guerra fría, cree aun
que es posible acudir a ellos para dar con el paradero del gran enemigo en
tanto que le resulta imposible pensar que pueda existir alguna persona que no
tenga precio. Se ha sabido de un médico jordano que estaría dispuesto a
‘colaborar’ a cambio de la jugosa suma de 25 millones de dólares. Está
convencida de que como por su enfermedad de riñones Osama precisa de diálisis
permanente, un médico podría romper con el cerco impenetrable. La subjefa en
cambio, que ha comprendido el carácter incorruptible del enemigo cree en cambio
que hay que seguir torturando hasta el final. Pero como las dos tácticas no se
contraponen, henos aquí que en la película se llega a develar finalmente lo que
sucediera en la base Camp Chapman en Afganistán en octubre de 2009. El médico
jordano fue a la cita para recibir el dinero a cambio pero cargado con un
chaleco de explosivos. Ese día se inmoló junto a la plana mayor de la CIA en la región. Se supo al
fin qué fue lo que realmente pasó y de quién se trataba esa pobre ama de casa
madre de tres hijos en los EEUU que murió en una remota base de Afganistán.
Para finalizar la historia digamos que una mera casualidad por la
atención especial de un dato antes pasado por alto, pero ahora atendido por
otra agente mujer, se llega a dar con el paradero de quien aparentemente
enviaría los mensajes a los miembros de la organización diseminados por el mundo
a través de un simple teléfono celular usado mientras se manejaba un jeep. Tal
como dijéramos, el operativo que se resuelve en contra de la casa desde donde
salía tal vehículo y donde se pensaba que podía estar Bin Laden resulta
finalmente exitoso y henos aquí llegados al final de la película.
La vi en mi casa habiendo conseguido una copia por Internet,
afortunadamente con un doblaje al castellano por lo que pude escuchar la
totalidad de los diálogos. Un mes antes, tal como decíamos, Vargas Llosa estuvo
presente en su estreno en Nueva York y, tras relatarnos la ingrata impresión
que le causaron a él también las torturas, nos manifiesta que no pudo menos que
sentirse esperanzado porque el público presente terminara aplaudiendo el final
de la película prescindiendo así de los actos aberrantes que precedieran a tal
desenlace. Debería en cambio haberse preguntado ¿qué clase de pueblo puede ser
el que justifica la tortura y la desaparición de personas? ¿Eran realmente
inocentes las 3000 personas que murieron un 11 de septiembre del 2001?
Marcos Ghio