LA FANTASÍA POPULISTA
Se quedó sin brindar
El populismo, esa fantasía pegajosa
que ha afiebrado a muchos de nuestros intelectuales (pensamos por ejemplo en la
obra de A. de Benoist, El momento populista), ha recibido en el día de ayer un
knock out demoledor y espectacular con la derrota del sionista y también populista
Wilders en el cual euroasiáticos e identitarios europeos habían depositado
grandes esperanzas. Sin embargo a estas personas (que no por casualidad se los
ha bautizado como idiotarios) se les escapan cosas esenciales; ellos deberían reparar
en el siguiente hecho: esta vez como en otras las encuestas han
fallado en sus pronósticos, y en este caso las que decían que el platinado ex
habitante del kibbutz iba ganar la elección. Es decir que esas mismas proyecciones
que antes se habían equivocado con el Brexit, con Trump o con el plebiscito
colombiano que debía avalar lo hecho por el simultáneo nobel y oberrecht en
relación a las farc respecto al populismo, esta vez en cambio lo hacían en
detrimento de éste.
Yo creo que todo esto tiene una explicación la cual se
encuentra en la raíz última de tal fenómeno.
Populismo, tal como lo indica su nombre, significa
culto del pueblo, al que se considera al modo moderno como la fuente de
toda soberanía y verdad y que para que ello pueda plasmarse de la mejor manera, a diferencia de lo que expresan las ideologías modernas convencionales, se hace
necesario eliminar la mayor cantidad de intermediarios que impiden el
despliegue de su voluntad última y auténtica. Populismo es pues un fenómeno propio de la postmodenidad, así como la democracia liberal e indirecta lo fue de la modernidad. Personas como Benoist, que
valoran mucho la democracia, dicen al respecto que el populismo es el que
verdaderamente logra realizarla pues el pueblo puede allí expresarse en forma
directa y plena sin la interferencia de los partidos convencionales que distorsionan
y bastardean su voluntad verdadera, por lo cual en tanto tal fenómeno es de carácter
estructural, se encuentra más allá de todas las ideologías a las que puede
contener como simples envoltorios. Por ello tenemos populismos de diferentes tipos, sea de izquierda como los latinoamericanos (kirchnerismo, chavismo, etc.) y
europeos como Cambiemos, 5 estrellas, etc., así como de derecha, el brexit,
marine, wilders, Lega nord de Salvini, etc. Pero en los dos casos obedecen a un
fenómeno último y verdadero que es el de contener y expresar la auténtica voluntad
popular.
A no ser que, como bien se ha hecho notar desde
Nietzsche, no se perciba que la masa es fémina y mutable, representando ese
modelo tan brillantemente expresado por la ópera de Mozart, Cosí fan tutte, en donde la
fémina se caracteriza propiamente por su mutabilidad muchas veces instantánea capaz
de sorprender hasta al más avisado de los analistas por sus cambios radicales y
repentinos. Y esto es lo que explica el fracaso de las encuestas cuando de lo
que se trata es de haber entrado en la instancia populista, es decir en la de la voluntad bruta y radical del pueblo sin intermediarios que lo
moderen, sino expresado en cambio por simples demagogos, quienes como domadores de leones son aquellos individuos que expresan
sus humores y voluntad sobreviniendo en tal relación una mutua y recíproca influencia. La
masa es influida por el demagogo quien a su vez 'interpreta' y reproduce la voluntad
de ésta. Y muchas veces sucede que quien cree haberla expresado de la manera
más fidedigna y supone que ésta está cumpliendo sin saberlo con su voluntad, en
la práctica es en cambio al revés: es el líder quien se remite a dejarse
maniobrar por la voluntad voluble del número. Tal como decía Pareto se produce aquí un fenómeno de recíproca prostitución. El jefe juega y moviliza a la masa y ésta a su vez hace lo mismo con éste.
Como siempre debemos remitirnos a la Argentina, lugar
que tal como hemos dicho en muchas cosas representa un verdadero paradigma. Tiempo
atrás el verdadero padre y fundador de todos nuestros populismos que incluían
tanto expresiones de derecha (Menem) como de izquierda (Kirchner), un tal
Domingo Perón, cuando quería promoverse como presidente allá por 1946, habiendo
sido invitado por la principal Cámara empresaria manifestó con una inusual
franqueza su dogma populista. ‘Señores, yo soy como Uds,. yo también tengo un campito,
pero si queremos que la clase obrera, es decir el pueblo, no se nos haga
comunista tratemos de darle cosas, de granjearnos su voluntad’. Y así fue como
con el tiempo quien quiso sobornar al pueblo y engañarlo comprando su
voluntad, terminó siendo su verdadero adorador cuando en sus últimos discursos
manifestó que ‘lo mejor que tenemos es el pueblo’, o el pueblo nunca se
equivoca, o que la verdad se expresa a través del instinto infalible de las
multitudes, pues 'es la única realidad'.
Claro, instinto infalible que como en la banderola de
los votos cambia a ritmos sumamente acelerados. No hay encuestadoras que puedan
medir su voluntad la cual muta ya no en días u horas sino en cuestión de
minutos. Las encuestas tendrían que ser en el mismo cuarto oscuro en donde se
vota, pero eso sería imposible. Por eso, un consejo a los que han sucumbido a la
fantasía populista. No os fiéis de una cosa tan mutable como la 'voluntad del
pueblo'. Algo así no puede ser llamado propiamente voluntad, es decir una función firme y noble subordinada a la razón, sino capricho, mero impulso mutable y repentino.
La democracia en cualquiera de sus formas, populista o partidista convencional, siempre es un cáncer.