lunes, 16 de noviembre de 2009

RÉPLICA A UNA RECIENTE NOTA DEL SR. ROBERTSON (CIUDAD DE LOS CÉSARES-CHILE)

Nos acaba de contestar Robertson a nuestra última nota sobre Evola y Serrano y tal como era de suponer se mantiene siempre fiel al estilo al que nos tiene acostumbrados.
El mismo consiste en confundir ex profeso las cosas para desviar la atención del eje principal del debate. R. insiste en alegar una cierta inquina de nuestra parte respecto de su persona y revista manifestando falsamente que él nunca se ha ocupado antes de nosotros. Queremos alegar aquí que lo ha hecho en cambio en diferentes oportunidades aunque sin acudir como es su costumbre a mencionarnos explícitamente con el nombre y apellido, sino utilizando una serie de circunloquios tales como ‘ciertos comentaristas’, ‘algunas personas’, desmereciendo así a sus lectores si supone que nadie se da cuenta a quién se refiere. Esto es también coherente con la utilización de pseudónimos para firmar sus producciones, tales como EJA, Hieromenón u otros, lo cual no es para nada nuestra modalidad, pues solemos firmar con nuestro nombre y apellido cada vez que nos referimos a alguien en particular y no acudimos como él a recursos dialécticos sofisticados para referirnos al otro.
De la misma manera falsea lo que yo puedo haber dicho sobre su persona. Que haya manifestado que la corriente de pensamiento a la que pertenece ha dado entre nosotros una expresión siniestra como los Montoneros no tiene por qué significar que él lo sea ni que su evolución forzosamente haya de conducirlo hacia tal resultado. De la misma manera que haber dicho que su sector se ha dedicado a ocultar la obra de Evola manteniéndolo inédito en sus textos esenciales y metafísicos durante 60 años en nuestra lengua, ello no significa que él no esté interesado en tal autor y no lo publicite. Ya que demuestra tener intereses futboleros, tal como expresa en su nota, le voy a graficar esto con un ejemplo sencillo. Decir que el futbol argentino ha dado figuras como Maradona, no significa que todos los que lo practiquen sean tales. Por último no veo por qué lo tiene que preocupar mi pretendida intención ‘policial’ de señalarlo como eventual miembro de la antes mencionada organización terrorista. En la actualidad ello no sólo no representa peligro alguno para la propia seguridad, sino que incluso se es premiado por ello. En cambio sí resulta ‘comprometedora’ la insinuación de ‘nazi’ respecto de mi persona que efectuara en su anterior artículo. Bien sabemos al respecto que hoy en día mientras los Montoneros ocupan cargos públicos y hasta nos gobiernan, lo ‘nazis’ son en cambio execrados socialmente.
Por lo demás, a pesar de todas las quejas y rezongos que efectúa respecto de nuestra anterior nota, nos termina confirmando todo lo que allí decíamos: que es moderno en tanto reivindica un cierto socialismo y una cierta democracia. Un hombre de la Tradición en cambio desdeña de tales principios. No quiere ningún tipo de democracia ni de socialismo.
En cuanto a lo esencial de su nota, que es nuestra crítica a las objeciones que hemos hecho a Serrano y a lo que él ha dicho respecto de sus relaciones con Evola, una vez más -y acudiendo a una serie de argucias verbales empleadas para descalificarme- evita responderme lo esencial. Sea Evola como nosotros hemos criticado tanto a Serrano como a la corriente a la que pertenece como ‘de un nivel que no supera el del teosofismo anglo-sajón’. En mi caso que, a pesar de que él lo rechace, me he tomado el trabajo de leerme las principales obras de Serrano, he hecho precisas alusiones, con citas de texto, en donde aparecen con claridad tales simpatías teosofistas y evolucionistas, hasta en el mismo título de una de sus últimas obras ‘Manú o el hombre que vendrá’. Lejos de refutarme estos puntos esenciales y otros semejantes, Robertson remite mi pretendido desconocimiento de tal autor al hecho de que habría ignorado la gran amistad que habría tenido con Evola. Le quiero contestar al respecto que amén de que se puede ser amigo de alguien que no piense como nosotros, no me consta en manera alguna que los dos autores hayan cultivado algún tipo de amistad. Lo único que se puede decir es que se vieron una sola vez en la vida, la famosa visita en Roma que Serrano no se ha cansado de relatarnos varias veces, respecto de la cual Evola jamás ha hablado. No niego que haya existido, pero quiero acotar que el italiano solía recibir a muchas personas sin por ello ser amigo de éstas. Le queda pues a Robertson la responsabilidad de exhibirnos la correspondencia que pudiese haber existido entre los ‘amigos’ Evola y Serrano.
Con respecto a la superioridad de Serrano en relación a mi persona por haberlo conocido en vida a Evola realmente me parece un argumento sumamente infantil. Los mejores analistas de un autor no han sido necesariamente sus discípulos directos -y Serrano no lo fue respecto de Evola- sino por el contrario aquellos que los han conocido varios siglos después.
Por último en relación a que me critica porque no lo quiero interpretar a Evola, sino simplemente remitirme a la exposición de su pensamiento, reitero una vez más que mi labor se remite a difundir su doctrina principalmente traduciendo y editando sus libros en su mayoría inéditos en nuestra lengua debido a la profunda conspiración de silencio que el sistema ha efectuado a su respecto. En tal labor nos hemos preocupado también de refutar a aquellos que en vez de hacer tal cosa se han dedicado, como el caso específico del Sr. Robertson y de su colaborador en la revista, Lastarria, a falsificarlo con la excusa de que se trataba de un autor que exponía míticamente su doctrina, es decir que nos decía una cosa, pero que en el fondo quería expresar otra muy diferente, que era lo que tales ‘intérpretes’ nos exponían. Así pues Robertson se ha destacado por habernos dicho en diferentes escritos que Evola no es un pensador tradicional, como siempre nos había dicho, sino ‘muy moderno’ y podríamos extendernos en falsificaciones de un tenor similar todas las cuales fueron refutadas, sin que él se hubiese tomado el trabajo de contestarnos, en nuestro escrito “Evolómanos y Evolíticos”. Ahora bien lo gracioso es que él denomine tal actitud de ser fiel a un texto y a un autor al que se quiere difundir en su pensamiento como una actitud dogmática. Queremos responderle que si no ser un falsificador es ser dogmático, somos dogmáticos.
Dejo sin contestar, ya que fue expresamente aclarado en mi anterior nota, sin haber recibido las respuestas pertinentes de Robertson, todo lo relativo al problema de la infame invasión rusa de Georgia que el aludido defiende en forma entusiasta.
Atentamente.
Marcos Ghio
10/11/09

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