jueves, 31 de diciembre de 2009

RESPONDIENDO A UNA NUEVA PROVOCACIÓN DEL SR. ROBERTSON

JOSE AGUSTIN VASQUEZ dijo...
No puedo estar más de acuerdo con la nota sobre los torpes comentarios de Ghio, quién cree que el hecho de imprimir la obra de Evola en castellano (mal traducido, por cierto) le otorga la propiedad intelectual del pensamiento del filósofo italiano, así como si un ignorante pastor evangélico creyera ser dueño de las Escrituras. Felicito al autor de la nota por su claridad incontestable

Preocupado por las bajas en las ventas de la revista Ciudad de los Césares, lo que no habría sido ocasionado por los graves disparates propalados, tal como haber apoyado la canallesca guerra de 5 días hecha por Rusia a la república de Georgia, o por haber exaltado al asesino bolchevique Che Guevara y otras cosas similares, sino por las críticas que nosotros le habríamos realizado a su respecto, Robertson ha vuelto al ataque en contra nuestro, esta vez a través de su ladero Agustín Vázquez que integra el staff de su publicación.
Según el aludido chupamedias, nuestra traducción de Evola no es la correcta, sino la que ha efectuado su jefe, la que lamentablemente mantiene inédita. De acuerdo a esta última el autor italiano no habría dicho que era un pensador ‘tradicionalista’, sino ‘muy moderno’, no habría manifestado que sostenía una concepción ‘cíclica de la historia’, sino ‘lineal’, no se habría definido como ‘gibelino’, sino como ‘güelfo’. No habría sido un crítico de Carlos Marx, sino que en cambio habría sido ‘muy marxista’, etc. Nos critica que por defender nuestras ‘malas traducciones’ de Evola actuamos como un ‘ignorante pastor evangelista que cree ser el dueño de las Escrituras’. Sin entrar a discutir si somos o no lo primero, lo cual no nos corresponde a nosotros contestar, debemos compartir con el aludido la comparación que él hace, en relación a los textos de Evola, con lo sucedido entre protestantes y católicos respecto de las Escrituras. Nosotros sostenemos la necesidad de que el pensamiento del autor italiano sea conocido en nuestra lengua y no mantenido en secreto a fin de que falsificadores profesionales como el Sr. Robertson puedan seguir distorsionándolo a su antojo. Lo cual afortunadamente hoy en día, gracias a nuestras ‘malas traducciones’ ya ha dejado de suceder. Quizás sea indagando en tales conductas que haya que encontrar los motivos por los cuales su publicación deba seguir existiendo gracias a subvenciones y no por las compras efectuadas por el público.
Marcos Ghio
Buenos Aires, 31/12/09

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