viernes, 19 de agosto de 2011

HITLER Y BIN LADEN


La censura inquisitorial y democrática en la que vivimos, así como las incesantes demonizaciones que ha recibido mi persona por parte de los medios sionistas con tanta influencia en nuestros sistema político, periodístico y judicial, obligan a una lamentable aclaración previa antes de escribir esta nota cuyo título reconocemos que en un medio como el nuestro no acostumbrado a la reflexión puede resultar al menos llamativo e impactante.
No somos nazis en tanto no somos racistas, no somos fundamentalistas islámicos en tanto continuamos siendo católicos. Pero no por esta situación de hecho estamos obligados a manejarnos con los lugares comunes establecidos por el sistema imperante. Somos personas libres por lo que consideramos que, aun si fuera cierto que se tratase en ambos casos de tremendos asesinos y genocidas, ello no representaría una razón suficiente como para privarnos de un análisis objetivo tratando de establecer las semejanzas y disonancias que existen entre ambas figuras sin tener tampoco que acudir a su vez a todas aquellas sagas que respecto de los mismos se han venido elaborando, en connivencia expresa o explícita con los censores, acerca de la no muerte eventual acontecida con ambos o su obediencia a otros intereses que no habrían sido los propios, todo ello con la finalidad manifiesta de disminuirlos en su importancia.
Hitler y Bin Laden por igual murieron luchando contra los mismos enemigos, los que podrían ser divididos en tres partes diferentes aunque solidarias: el capitalismo democrático yanqui-europeo, el comunismo ruso y el sionismo judío. Sin embargo las diferencias entre ambos han sido notorias. Si el alemán lo hizo originariamente desde una perspectiva nacionalista que incluyó también una variable racista, ya que en tanto heredero del romanticismo germánico consideraba a su raza como superior a las restantes (‘lo alemán es sinónimo de verdadero y justo’ (Fichte)), el árabe en cambio formuló tal conflicto a partir de una cosmovisión religiosa que abarcaba, a diferencia del nacionalismo, en tanto fenómeno originario del Occidente, a un conjunto variado de etnías y culturas sumamente diferenciadas por lo que su lucha puede ser encuadrada, más que por intereses propios de una determinada nación o grupo de éstas, como un conflicto entre concepciones del mundo antagónicas. El fundamentalismo islámico, así como otras expresiones afines existentes en otras religiones, representa un intento de retorno a la propia ortodoxia y rechaza al enemigo antes mentado no en tanto opresor, acaparador de riquezas o territorios, sino en tanto que la concepción del mundo en que el mismo se asienta es de carácter secular y materialista y por lo tanto contraria a su religión trascendente. Sin embargo convengamos también que, si bien el origen del conflicto suscitado por el nazismo en contra de esas fuerzas antagónicas estuvo determinado por una motivación nacionalista, con el transcuso del tiempo y ya adentrada la Segunda Guerra Mundial se fue transformando de a poco en una lucha por concepciones del mundo, tal como se pudo percibir por ejemplo en la evolución acontecida en la fuerza de las SS que terminaron asumiendo los caracteres propios de un conglomerado plurinacional y multiétnico agrupados en función de un conjunto de principios comunes.
Formuladas las semejanzas y diferencias esenciales existentes entre ambos, debemos acotar también que, si bien los dos tuvieron los mismos enemigos, la estrategia que formularon en contra de éstos fue sustancialmente diferente, así como también los resultados obtenidos. Si el nazismo, en tanto determinado por un influjo irracional y nacionalista cometió el error garrafal de enfrentar a los tres al mismo tiempo, dando ello por resultado imaginable una contundente derrota ante fuerzas inconmensurablemente superiores, el fundamentalismo islámico en cambio tuvo la gran sagacidad de ir combatiéndolos de a uno por vez y los resultados han sido por lo tanto sumamente diferentes. De acuerdo a una tesis propia también del tradicionalismo sustentado por Julius Evola el comunismo representa la última fase y más extrema de la decadencia materialista, de allí que si había que iniciar un proceso rectificador y correctivo había que comenzar luchando primero contra tal efecto último para ir remontándose luego hacia la causa final, concluyendo pues en aquello que es el origen último del problema. En la guerra de Afganistán, concluida en 1989 luego de casi 10 años de intensos combates, el fundamentalismo logró dar cuenta del comunismo ruso sucediendo así que tras ello dicho imperio se desmoronara raudamente.
Una vez terminada esa primera fase y a pesar de la manada de publicistas a sueldo o por simple vocación que manifestaron al unísono que en realidad los talibanes y Al Qaeda eran agentes de EEUU en tanto que habían eliminado a la URSS con la ayuda de la CIA, el paso siguiente fue dar cuenta de los mismos EEUU. Todo comenzó en Somalia en 1993 con una experiencia piloto que fuera el famoso operativo Halcón Negro en donde, tras derrotarse a una fuerza norteamericana de manera contundente, se logró hacerla salir de ese país, corroborándose así que se trataba de un tigre de papel al que se podía derrotar a pesar de toda la propaganda emitida en contrario. Para llegar finalmente a septiembre del 2001 fecha que puede sin más señalarse como un hito en la lucha de tal fuerza en contra de EEUU y la modernidad. Osama Bin Laden, que ha sido sin lugar a dudas un extraordinario estratega, tuvo por meta aplicar desde la perspectiva de su movimiento la misma estrategia que el Che Guevara sugería desde otro contexto: obligarlo a entrar en mil guerras para desgastarlo. Así fue como en octubre de ese mismo año lo hizo entrar en la guerra de Afganistán, luego dos años más tarde hizo lo propio con Irak y fue extendiendo los conflictos hacia otras regiones como el Magreb, Pakistán, Somalia, Yemen, etc. todos lugares en los cuales hay fuerzas norteamericanas operando por obligación. El resultado de todo ello ha sido un descalabro en todos los niveles que se percibe ya en nuestros mismos días. Antes del 2001 EEUU se reputaba como la superpotencia universal, ahora no sólo su economía crepita bajo la crisis galopante ocasionada por los inconmensurables gastos de una guerra de 10 años, sino que además se ha demostrado incapaz militarmente de acabar con una simple banda armada. Ya es una cosa admitida el fenómeno del ocaso del imperio norteamericano.
Pero faltaba el tercer enemigo, el que es reputado como la fuente de los dos anteriores: el sionismo judío *. Los múltiples intérpretes ‘geopolíticos’ y guitarreros que han abundando tanto en las filas de los pretendidamente alternativos y antiyanquis no se han cansado de señalarnos que el carácter regiminoso de la organización de Bin Laden habría quedado demostrado por el hecho de que nunca hubiese atacado a Israel, como en cambio lo habrían hecho otros regímenes como el de Saddam Hussein o el de Irán. Otro grave error de interpretación. Así como Bin Laden, a diferencia de Hitler, consideró que no había que atacar al poder norteamericano si previamente no se terminaba con el soviético, del mismo modo opinó que para vencer al sionismo era indispensable previamente dar cuenta de la estructura de poder que EEUU había armado en el Medio Oriente. Así pues una reciente revolución denominada como la ‘primavera democrática’ eliminó a dos de sus principales agentes, Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto. Especialmente este último le brindaba a Israel una ayuda indispensable para seguir existiendo. A nivel económico a través de los gasoductos que pasan por el Sinaí y desde el punto de vista militar con un estricto control en la frontera de Gaza, así como Asad lo sigue haciendo en la del Golán hasta que triunfe la revolución que ha estallado en su contra, para evitar que desde allí circule una fuerza fundamentalista capaz de cruzar la frontera e inaugurar en tal territorio la experiencia kamikaze que tanto éxito produjera en Afganistán e Irak. Es esto lo que ha acontecido en los últimos meses tras la caída de Mubarak. Primeramente fueron destruidos los principales tramos del gasoducto del Sinaí y en esta misma región ha comenzado a operar una nueva rama de Al Qaeda conocida como ‘Al Qaeda en el Sinaí’. Ha sido esta organización la que en el día de ayer produjo su primer ataque en contra del sionismo eliminando en un operativo comando a 14 soldados de tal nacionalidad que iban de vacaciones. De este modo el 18 de agosto de 2011 será importante pues habrá significado el comienzo de la tercera etapa de la guerra llevada a cabo por el fundamentalismo, esta vez directamente en contra del sionismo una vez que se ha dado cuenta con uno de sus principales sostenes.
Finalicemos esta nota diciendo que otra diferencia entre el líder del nazismo y el de Al Qaeda es la siguiente. Si bien los dos murieron luchando por su causa en forma heroica, sin embargo lo que podemos acotar es que si tras la muerte del primero también se extinguió su movimiento en cuanto a posibilidades de eficacia, la muerte de Bin Laden, lejos de haber significado la extinción de su organización, ha en cambio multiplicado su influjo y operatividad.

• Otra diferencia que tenemos con el nazismo es que no nos reputamos antijudíos, sino solamente antisionistas, que es la forma actualizada que ha tenido en judaísmo en su proceso de secularización. Que a diferencia también con Al Qaeda consideramos que debería existir un frente interreligioso antimoderno del cual puede participar también el sector religioso del judaísmo que se opone a Israel.

Marcos Ghio
19/08/11

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