DE BOLÍVAR A CHÁVEZ: DE LA TRAGEDIA A LA COMEDIA
Prescindiendo
plenamente del impacto emocional que ha causado en el mundo entero el
fallecimiento del líder venezolano Hugo Chávez, bosquejaremos
aquello que consideramos como lo esencial de su figura.
Chávez se
calificó a sí mismo de bolivariano, es decir se consideró un
seguidor y un promotor contemporáneo del principal proyecto de Simón
Bolívar de querer constituir una gran patria latinoamericana que
pudiese convertirse en una potencia importante en el planeta. Tanto
lo obsesionó tal figura que, aprovechando su poder, hizo desenterrar
su salma con la finalidad expresa de querer demostrar lo que sus
seguidores más fanáticos sostenían: que el mismo había sido
envenenado por las ‘fuerzas imperialistas’ a fin de coartar su
proyecto. Es de destacar al respecto que, a pesar de los minuciosos
estudios efectuados utilizando todos los avances de la tecnología
moderna, nunca pudo llegar a demostrarse en manera alguna tal
hipótesis, por lo cual, para encubrir el fracaso, se derivó la
atención hacia el develamiento de la fisonomía real del ‘prócer’
la que sí en cambio se pudo determinar por tales procedimientos.
Pero hubo otro descubrimiento complementario que fuera soslayado para
la opinión pública, aunque trascendiera en un primer momento
causando un verdadero estado de sorpresa y conmoción. Se pudo saber
así que la salma bolivariana se encontraba envuelta en una bandera
británica, país este último que es preciso reconocer que gozó de
grandes simpatías por parte sea de Bolívar como de su predecesor
Miranda. Es de recordar al respecto que ambos hicieron hasta lo
imposible por granjearse la simpatía del imperio de Albión para
llevar a cabo sus proyectos ‘libertadores’. Se conserva al
respecto una famosa esquela de Bolívar en la cual le proponía a su
majestad la reina el establecimiento de una colonia en Centroamérica,
la que posteriormente fuera Honduras británica, a fin de poder
garantizar mejor la práctica del librecomercio en tal nuevo mundo
‘liberado’. Y este fenómeno, que entre otras cosas contara con
los ponderados aportes de la masonería, fue un hecho muy
generalizado entre los movimientos independentistas del siglo XIX de
nuestro continente. El famoso plan de operaciones, elaborado por
Mariano Moreno en la gestación de la Revolución de Mayo, tenía
como premisa principal también el establecimiento del libre comercio
con Inglaterra que había sido expresamente prohibido por el virrey
Cisneros. De la misma manera que otros próceres como Alberdi y
Sarmiento repudiaban en sus obras al gaucho y al español por su
carácter perezoso, monacal y poco productivo como en cambio
expresaba el yanqui, producto privilegiado y arquetípico del
capitalismo gestado en Gran Bretaña. Y no es de extrañar al
respecto que las tribus aborígenes de América fueran los
principales aliados de los realistas en contra de tal ‘independencia’
ya que en el fondo los pueblos originarios de nuestro continente
tenían más simpatía hacia una concepción del mundo que
privilegiaba la trascendencia antes que con el oscuro materialismo
que encerraba al hombre dentro del universo del consumo y la
producción. Fue justamente un famoso ejército de indios el que
resistiera hasta el final en contra del 'libertador' Bolívar.
Pero los
siglos pasan en forma vertiginosa y ahora nos encontramos con
circunstancias diferentes, pero, tal como dijera Carlos Marx, la
historia suele repetirse en modo tal que lo que antes se nos aparecía
bajo la forma de una tragedia vuelve a suceder nuevamente pero esta
vez como una divertida comedia. Y esto es justamente lo que se está
produciendo ahora. Una vez más en materia de bolivarianismo se suele
hablar de conjuras y envenenamientos, antes con arsénico, tal como
se decía en el caso de Bolívar, o inyectando células
cancerinógenas como ahora en el de Chávez. Y como siempre en los
dos casos tales conspiraciones quedarán con el tiempo en el olvido
una vez más por la falta de pruebas convincentes. Y ello no porque
sea imposible que tales acontecimientos pudiesen suceder, sino porque
habría que preguntarse en los dos casos: ¿por cuáles razones el
imperio en sus diferentes figuras iba a envenenar a aquel que en el
fondo lo favorecía? En el primer caso proponiéndole establecer una
colonia propia y aliada de su gobierno y practicando su misma
concepción del mundo. Y en el segundo, en donde ya el imperialismo
no es más Inglaterra sino los EEUU: ¿por cuál razón este último
iba a eliminar a la gallina de los huevos de oro, es decir al
gobernante del país que le surtía diariamente de un millón de
barriles de petróleo?
Y éste es
el aspecto que resulta más risueño del fallecido Chávez. Nos hemos
cansado de escucharle verborrágicos discursos ‘en contra del
imperialismo’, pero ha sido justamente gracias a sus generosos
aportes petroleros que este último ha podido llevar a cabo sin
inconvenientes sus campañas tan denostadas en Irak y Afganistán.
Curiosamente, a cambio de tan vital recurso, Chávez ha recibido en
abundancia un papel pintado de color verde que es a su vez la moneda
de curso en el país gobernado por su socio, también
‘antiimperialista’, Correa. Cuando se le preguntó al primero
cómo podía explicar tal incongruencia, manifestó que una cosa era
la economía y otra la política, lo cual nos recordaba a un coetáneo
suyo, ex militar carapintada argentino que, luego de embolsar una
importante suma de dinero de un denostado hombre público, explicó
que no se podía hacer política sin dinero. Faltó por supuesto
alguien que en su momento le contestara que un revolucionario
verdadero, además de no negociar nunca con alguien del sistema, no
le vende petróleo a los EEUU, sino que por el contrario lucha por
destruirle su capacidad energética. Es de recordar al respecto que
Bin Laden, hijo de un empresario del petróleo, además de emplear la
totalidad de su fortuna para combatir al ‘imperio’, en vez de
hacer negocios con éste se encargaba de destruirle los oleoductos
pues sostenía que solamente minándolo en su capacidad energética
se lo podía vencer. Es que en el fondo, a pesar de sus rimbombantes
discursos, Chávez no quería vencer a los
norteamericanos, sino negociar con ellos para
ser respetado como un igual. Es decir no quería salir del sistema,
de la misma manera que su antecesor Bolívar. No por nada era
‘bolivariano’.
Pero en
honor de este último hay que reconocer que aunque fuera un
inapreciable aliado del británico, al menos combatió con valor y
decisión en el campo de batalla en contra del imperio español al
que logró vencer. Chávez en cambio no libró batalla alguna, salvo
en sus interminables discursos, en contra del tan denostado imperio
norteamericano, al que no le ahorró epíteto descalificatorio alguno
en el momento mismo en que lo llenaba de barriles de petróleo. Tal
como decía Marx, una vez más la historia se repite pasando de la
tragedia a la comedia*.
*Aunque en
honor a la verdad debemos reconocer que Chávez, quien quiso
amoldarse en vida al sistema internacional vigente, fue un militar de
agallas en el orden interno, superando en esto en mucho a sus
referentes peronistas carapintadas de la Argentina. Así pues, luego
de su primer fallido golpe de Estado, manifestó su intención de no
rendirse y de luchar hasta el final en una nueva intentona, la cual
le fue finalmente exitosa. Luego, ya en el poder, ante un golpe
similar que lo sacó por unas horas del mando, no se escapó del
mismo 'para evitar derramamientos de sangre', sino que persistió
hasta el final logrando así derrotar a la maniobra enemiga.
Marcos
Ghio
9/03/13
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