EL PAPA PERONISTA
Indudablemente la elección de Jorge Bergoglio como papa ha causado una
gran conmoción mundial y más aun en la República Argentina
de donde es originario el aludido. Como han sido muchísimas las cosas que se
han dicho, sea a favor como en contra, respecto de su persona trataremos aquí
de señalar lo que a nuestro entender es lo principal.
En primer lugar hay que destacar que el sector de la Iglesia contrario a su elección
se ha encargado de sembrar el desprestigio hacia su figura propalando por
diferentes medios una vasta literatura encargada de poner en evidencia el
carácter masón y judaico representado por Bergoglio, cuya presencia en la
cúspide de dicha institución según éstos significaría sin más un avance de
tales organizaciones para hacerse definitivamente con la misma. Al respecto
queremos decir dos palabras. En realidad no creemos en manera alguna que la
llegada del argentino al trono de Pedro tenga que ser encarada desde este punto
de vista por la sencilla razón de que la Iglesia ya
desde hace tiempo y en especial a partir del Concilio Vaticano II ha dejado de
ser propiamente católica para aproximarse en cambio a una de las tantas
versiones que componen el vasto espectro del protestantismo cristiano. Y esto
principalmente a la luz de las sustanciales modificaciones acontecidas a partir
del aludido evento, el que, si bien en sus comienzos se perfiló como
simplemente pastoral, terminó paulatinamente transformando en manera radical la
totalidad del culto dando así cabida a una religión nueva. Fue así como el misterio
de la transubstanciación, por el cual el filósofo y pastor protestante Hegel
vociferaba en contra del catolicismo considerándolo por tal dogma como una
superchería medieval, hoy ha prácticamente desaparecido quedando tan sólo como
una palabra vacía de contenido, en modo tal que el rito de la comunión, ceremonia
católica esencial, ha pasado a convertirse en una mera rememoración de lo
acontecido en la última cena de Jesús dejando así de ser un acto mágico y consagratorio
de transformación de un ente físico en el cuerpo real del Dios, perdiéndose de
este modo el carácter propiamente sagrado y como perteneciente a una dimensión
no propiamente humana que tenía antes la misa. Agreguemos además que tal
modificación junto a otras no menos esenciales, como la sustitución de la
lengua y la música sacra por expresiones seculares y mundanas, ha tenido que estar
acompañada también por otros actos de nivel público que no han hecho más que confirmar
tal renuncia esencial por lo cual indudablemente nos hallamos con una religión
que no es más la católica que se practicara durante casi dos mil años, sino una
de las tantas manifestaciones de la modernidad en sus aspectos pseudoreligiosos
y de espiritualidad new age encargadas
meramente de la medicinal función de satisfacer y llenar vacíos existenciales.
Por lo cual sostener hoy en día que la masonería y el judaísmo en sus elementos
seculares hayan podido efectuar maniobra alguna de infiltración con este nuevo
nombramiento peca de una ingenuidad absoluta, cuando no de manifiesta mala fe. La
Iglesia ya estaba
infiltrada y contaminada desde mucho antes de esta elección y el retorno
del catolicismo a su carácter originario no sobrevendrá en manera alguna de un
cónclave de cardenales, sino solamente a través de una verdadera revolución
restauradora que deberá acontecer principalmente a partir de aquellos que, en
tanto han percibido los males actuales, han resuelto decididamente apartarse de
la Iglesia
con la finalidad de tener manos libres para corregir tal anomalía.
Por lo tanto el problema de Bergoglio pasa por un terreno menor al de
carácter teológico y religioso, al que se ha querido aludir capciosamente, para
ingresar en cambio en el de la política moderna, ámbito en el cual el Vaticano,
especialmente en los últimos tiempos, ha tomado un rumbo decidido con la
intencionalidad de suplantar su hegemonía espiritual, perdida en forma ya
definitiva, por un influjo mayor en el plano de los acontecimientos utilizando para
ello el prestigio adquirido milenariamente por tal institución.
Y es aquí en donde a nuestro entender adquiere un cierto relieve tal
figura. A tal respecto, en un afiche que colmara las calles de Buenos Aires
apareció la foto del nuevo Papa acompañada de una consigna que decía: ‘argentino
y peronista’. En realidad queremos decir que el primer dato, a pesar de haber
sido aquel en el cual se puso un énfasis mayor, resulta en el fondo irrelevante
pues tiene que ver con una circunstancia ocasional en la vida del nuevo
pontífice, hijo de inmigrantes italianos que recularon a la Argentina por razones de
conveniencia, por lo cual, si bien en la geografía relativa a su lugar de
nacimiento su elección puede haber sido diferente de lo habitual, no lo es en
cambio en la composición étnica a la que han pertenecido también la mayoría de
los papas en toda la historia. Desde este último punto de vista, que es en el
fondo el más importante, ha sido más contrastante en su momento la elección de
sus dos predecesores, polaco el uno y alemán el otro, quienes pusieron coto a
una larga hegemonía italiana en el ejercicio de tal función. Lo significativo y
novedoso es en cambio que sea un peronista el que llegue a la misma y en tal
aspecto consideramos que esta elección política efectuada por Bergoglio en vida
se vincula a la otra relativa a la orden sacerdotal a la que se adscribiera
desde los mismos inicios de su vida religiosa, la de los jesuitas, lo cual
también ha sido sumamente novedoso en la elección de un pontífice. Jesuitismo y
peronismo han tenido históricamente características en el fondo muy comunes. En
los dos casos, religioso el uno y político el otro, se ha tratado de corrientes
que le han dado una importancia especial y determinante a la realidad histórica
subordinando a la misma los principios que se tuviesen. Sea el peronismo como
el jesuitismo pusieron como meta propia la acumulación de poder como elemento
prioritario en su accionar, no hesitando, en función de ello, en incurrir en
las intrigas más dispares. En pocas palabras a ninguno de los dos en el fondo
le ha interesado tanto el triunfo o la validez de un principio a través del
mantenimiento de una ortodoxia, cuanto que el bando al cual hubiesen adscrito fuese
el que finalmente triunfara. En función de esta meta es que la Compañía ha estado
siempre a la cabeza de todos los movimientos de adaptación y renovación acontecidos
en el seno de la propia religión efectuados con la finalidad de poder encauzar los
cambios que acontecen en el mundo hacia el terreno de la Iglesia a fin de que ésta
pudiese asumir una función hegemónica en los mismos. Fue tanto el oportunismo y
el maquiavelismo históricamente manifestado, acompañado a su vez de un carácter
sumamente intrigante que llegaba incluso a la trasgresión de normas morales
elementales, que el mismo Vaticano terminó suprimiéndola en el siglo XVIII,
para más tarde permitir su retorno aunque con importantes disminuciones en su
presencia en el seno de tal institución.
En tal aspecto el peronismo en el fondo ha sido también un jesuitismo
pero llevado al terreno político. El apotegma peronista de que ‘la realidad es
la única verdad’ contrastante con una postura ortodoxa de dar prioridad en
cambio al predicado de tal proposición, ha estado corroborada con la praxis de
todos los gobernantes de tal signo que ha tenido la Argentina. Comenzando
por Menem quien se hiciera famoso por sus volteretas ideológicas y la asombrosa
facilidad con la que podía pasar de un extremo al otro en el campo de las ideas
en tanto que, como buen peronista, acompañaba a la realidad, que era la única
verdad, en sus cambios sucesivos, hasta llegar a los mismos Kirchner quienes, también
sin ruborizarse siquiera, han transitado por los planos más dispares y
contrastantes: desde haber sido los defensores del más crudo liberalismo hasta
llegar a convertirse en los representantes latinoamericanos del más desembozado
populismo izquierdista. Esto último es a su vez lo que se acaba de manifestar
ahora cuando, a pesar de que Bergoglio, en sus funciones de cabeza de la Iglesia en la Argentina , fue combatido
con vigor hasta el límite de negársele todas las audiencias solicitadas y no
estar nunca presentes los Kirchner a ninguna de sus ceremonias religiosas, en
señal de rechazo, ahora, luego de su elección papal, la actual presidenta ha
asumido en cambio una postura de abierto idilio con su figura llegándose hasta
el límite de la desfachatez cuando uno de sus voceros oficiales ha hablado, también
sin siquiera ruborizarse, de la necesidad de confiscarlo para sí a fin de poder
ganar en las próximas elecciones.
A todo esto habría que agregar también que Bergoglio, siendo sacerdote
llano, militó activamente en el peronismo adhiriendo al grupo Guardia de Hierro (que no tiene nada que
ver con su homónimo rumano) el cual se destacaba justamente por su carácter
jesuítico de sostener una obediencia cadavérica al jefe del propio movimiento
en tanto que se consideraba que era de esa forma y no razonando y discrepando
en los principios que el mismo iba a poder triunfar*.
Agreguemos finalmente que, desde el punto de vista de la política
internacional, la presencia de un jesuita y por lo demás peronista ha al
parecer ya producido cambios significativos que pueden llegar a ser
aprovechados en un sentido superior. Por ejemplo, Bergoglio, a diferencia de su
predecesor, ha manifestado su intención de iniciar un diálogo con el Islam. A
pesar de que bien sabemos que lo hará con los sectores modernos de tal
religión, ello representa sin lugar a dudas un cambio en el rumbo y un
alejamiento respecto de posturas más duras y comprometidas como las asumidas
por quien lo precediera. No por casualidad tal medida ha producido en lo
inmediato el alejamiento de la
Iglesia de una de las principales adquisiciones de Ratzinger,
el sionista egipcio converso Magdi Allam, quien ha declarado su ruptura con la misma
al percibir que ésta, al pregonar el diálogo, ha renunciado ahora a combatir al
Islam, el gran enemigo para él de la humanidad ‘civilizada’. Recordemos que el
papa anterior había puesto a tal religión en un plano de total enemistad
contrastante con la estrecha cercanía que sostenía en cambio y asiduamente con
el sionismo sea judío como cristiano. Y esto había hecho que varios exponentes
de tal postura se terminaran convirtiendo al catolicismo, como además del antes
aludido, el caso de Tony Blair y por poco el de George Bush. Esto es sin lugar
a dudas un reacomodamiento que nos indica muy jesuíticamente que la Iglesia percibe un quiebre
en la situación en el ‘mundo libre’ y que es necesario conciliar con el Islam a
fin de evitar que triunfe su sector más radical. Pero estamos recién en los
comienzos y los tiempos nos darán detalles mayores.
* Luego de haber despotricado hasta el cansancio
en contra del cardenal Bergoglio al que se acusaba de complicidad con las
torturas y desapariciones del anterior gobierno militar ahora el peronismo de
los Kirchner lo ha convertido en una especie de mentor espiritual por un lado y
por el otro, aun sin renunciar a tales convicciones, se ha sentido satisfecho
con que el mismo haya manifestado que visitará el país luego de las elecciones
de octubre y no antes, para no interferir en el resultado. Evento éste al cual
tales personas le asignan una descomunal importancia pues, de ser
multitudinario el triunfo del gobierno, tal como esperan, ello daría alas al
proyecto de reformar la constitución y poder reelegir eternamente a Cristina,
tal como sucediera con Chávez en Venezuela.
Marcos Ghio
30/03/13
Don GHIO:
ResponderEliminarUd. yerra cuando (intencionalmente o no) pretende nivelar sin diferenciar , lo que es básicamente peronista de todas las imitaciones progres. Bergoglio militó en Guardia de Hierro, que fue una de las variopintas agrupaciones de intelectuales amantes de instaurar una “Patria Socialista” democrática, totalmente opuesta al dogma de Perón. ¡¡¡Que jesuitismo ni tres cuartos!!! Ni más ni menos que un recurso sincrético absurdo el suyo. Mientras aquel desde lo religioso plantea justificar al hombre con la redención afectiva del Cristo cósmico “teilhardiano” ; en lo político plantea su realización material dentro de un sistema de representación partidaria ( solo ideológica ), que como tal carece de control ciudadano. La óptica gorila del nacionalismo de museo, jamás podrá advertir que el peronismo tal como lo concibió su fundador, plantea una Comunidad Orgánica y Social, con un sistema económico y una representación política, donde la realidad de lo individual, lo colectivo y lo estatal se avienen a concertar armónicamente sus intereses; en el marco de una cosmovisión de valores espirituales y de justicia permanentes ; ensamblados en el Orden Natural. Bergoglio es Jesuita. No es peronista. El ser peronista de Perón no constituye una categoría política sino moral, siendo que por ello al ser esencialmente antiliberal , detenta un sello inalterable y totalmente diferenciado de Montoneros, Tendencia, Renovación, Guardia de hierro, y progresismo K. Saludos
Ese peronismo del cual Ud habla, no lo hemos visto nunca. Resulta una proclama paradisíaca, de museo como diría Ud. En cambio hemos visto al Perón de los contratos California, del ministro Gelbard y de López Rega, al de Menem y Alsogaray, a los 5 presidentes renunciados por incompetencia, y ahora al progresismo kirchnerista al que Ud también critica. Indudablemente no es lo mismo jesuitismo y peronismo en tanto que uno es un fenómeno religioso y otro político, aunque no hayan excluido tales actividades, pero se asemejan en el oportunismo consistente en la acumulación de poder con independencia del triunfo de un principio. TAl el principal apotegma peronista de que la realidad, es decir la historia, es la única verdad. Atte. M.G.
ResponderEliminarY de vuelta la burra al trigo.. y sigue Ud. en su inédito gorilismo, recurriendo al absurdo ( intrínsecamente sofista y contradictorio), por descalificar el dogma peronista al que contra toda sensatez pretende hacerlo inclusivo de sus propias antípodas ideológicas. “ Una proclama paradisíaca”?. ¿fue acaso paradisíaco decretar el aniquilamiento de la guerrilla setentina? ¿ no endeudar con empréstitos al país?; ¿procurar el desarrollo industrial y científico? ¿ “…acumulación de poder..?” cuando armonizaba el movimiento obrero con el empresarial para concertar el ingreso? Repare Ud. en la distinción que hay entre Dios y el César para evitar ese absolutismo que no le permite diferenciar al jesuitismo como instrumento relativista y al hoy reducido peronismo de Perón , que perdura incontaminado a pesar de los simuladores indecentes. Le enuncié literal y claramente que el ser peronista es estar totalmente diferenciado de “….Montoneros, Tendencia, Renovación, Guardia de hierro, Progresismo K ( subsidio electoral, tráfico de inmoralidad y progresía facturadora de DDHH )” y agrego; hasta del mismo contubernio de subversión y proceso [ Firmenich & Massera]. Contubernio financiado y apoyado para meternos en la deuda externa, como una burda imitación de esa rémora nacionalista que aliada en comandos civiles del ’55 con zurdos, oligarcas y masones, terminó entregando el país al capitalismo transnacional. Sin una propuesta ideológica, aunque sea la marxista este debate epistolar no tiene sentido. El ensayar periodismo en espacios poco visitados, no exime de mostrar alguna idoneidad que suponga cierto nivel de lógica y cultura. De otra manera es fácil advertir que se hace el ridículo discutiendo con una cinta grabada. Saludos
ResponderEliminarLa guerrilla marxista fue hecha ingresar por Perón a su propio movimiento con el mote de 'juventud maravillosa'. De otro modo, de no haber sido a través de un oportunista, el marxismo no habría tenido el lugar que obtuvo en la historia argentina. Lo mismo que las consignas 'socialistas', que Ud ahora critic,a fueron asumidas varias veces por Perón quien se consideró en obras fundamentales por él escritas como un exponente del socialismo nacional. Por lo demás concuerdo con Ud que de poco vale estar debatiendo, ya que repudiamos a diferencia suya, las ideologías. NO tenemos ideología, sino concepción del mundo y nos enorgullece ser 'poco visitados'tal como Ud dice pues las visitas de las cuales hemos hasta ahora podido perfectamente prescindir son de un tenor muy parecido al suyo.
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