25 DE MAYO DE
1810 : CAÍDA DE UN IMPERIO Y TRIUNFO
DE LA SUBVERSIÓN
Días pasados en la República
Argentina se efectuaron nuevas celebraciones respecto del 25 de mayo de 1810,
fecha en la que, de acuerdo a lo que nos
hace notar brillantemente Julián Ramírez, se iniciara el proceso de dependencia
de Gran Bretaña y por lo tanto el ingreso a la modernidad, solamente suspendido
en el breve lapso de 1833-52 y con la heroica gesta de las Malvinas. Pero al
parecer esto, que se hace comprensible y tolerable escuchar en un ámbito
abiertamente moderno, resulta sin más repudiable leerlo en cierto foro que se
califica a sí mismo como ‘evoliano’. Acotemos que tal cosa es formulada en el
contexto de la exégesis de un artículo allí publicado de Javier Martín -y del
cual hablaremos en notas sucesivas- en el cual, como es su costumbre, se quiere
vincular al autor Julius Evola con la reivindicación de un caduco nacionalismo
europeo.
Queremos señalar aquí que el racismo allí mentado es perfectamente
coherente con los hombres que inspiraron mayo de 1810. Éstos también querían
mejorar la raza argentina, haciéndola más europea, especialmente ario
británica, y menos chola y criolla. Pero qué mejor que para rendir nosotros
nuestro verdadero homenaje a dicha fecha nefasta reproducir el artículo que
hace 3 años, al cumplirse su segundo centenario publicara en El Fortín nuestro
siempre apreciado Julián Ramírez.
Esta nota viene a propósito de
cumplirse en la Argentina el bicentenario de la Revolución del 25 de mayo
de 1810 que comenzó en este país el proceso de la independencia política con
respecto a España. Pero lo que diremos puede aplicarse en líneas generales a
todo el proceso histórico de la “emancipación” hispanoamericana.
Julius Evola en el capítulo XIII de “Los hombres y las ruinas” analiza el tema de la guerra oculta, y que es el verdadero trasfondo que se encuentra detrás de todo el proceso emancipador. Este tema va más allá de lo que trata la historiografía conocida en la cual el común de los historiadores se refiere a hechos y personas, es decir, dos dimensiones. Se ignora totalmente una tercera dimensión, la oculta e invisible para el hombre común; pero que a través de entresijos, muchas veces insospechados, se manifiesta a través de ciertos efectos de las verdaderas causas que los provocan. En esto divergimos con las interpretaciones históricas propias del liberalismo, del marxismo y del revisionismo histórico propio del nacionalismo, aunque en este último caso algunos de sus representantes lo han intuido y sospechado.
Se ha vertido mucha tinta sobre las causas políticas, sociales, económicas e ideológicas de la Revolución de Mayo pero no se ha ahondado entre bambalinas. Decía un personaje de una novela de Disraeli: “El mundo está gobernado por personas muy diferentes que ni imaginan aquellos cuya mirada no se dirige detrás de los bastidores”.
Desde nuestra perspectiva tradicional consideramos la Idea de Imperio como la de “hacedor del puentes” entre el cielo y la tierra, el que debe conducir a las almas hacia un destino trascendente, idea totalmente alejada de su inversión, es decir de” imperialismo”, que es la que predomina en nuestros días, totalmente dedicada a una visión materialista, economicista y consumista de la vida. Insistimos en la idea de Imperio ya que nuestro pasado lo fue a través de los imperios Maya, Azteca, Incaico e Hispánico a lo largo de siglos y tal como lo plantea el Centro Evoliano de América (C.E.D.A.). La democracia es planta importada que apenas tiene 200 años y cuyo arraigo genera marcado escepticismo. Imperio es Tradición y fue propio de sociedades cuya total actividad estaba orientada hacia lo trascendente y sagrado. Contra lo tradicional se encuentra el mundo moderno en un conflicto de orden metafísico que se reproduce a lo largo de la historia a través de múltiples manifestaciones. El Imperio Hispánico fue una de esas manifestaciones y contra él se alzó la modernidad mediante una acción que al comienzo fue sutil, oculta y solapada a través de la masonería, el racionalismo, el iluminismo y la ilustración y finalmente desencadenando la guerra total con las banderas de la Revolución Francesa y el liberalismo.
A través de la acción emancipadora se destruyó al último gran imperio cristiano de Occidente y cuya presencia pesaba en el mundo- “en nuestro Imperio no se pone el sol”- para reemplazarlo por una veintena de republiquetas dominadas por masones, liberales, y anglófilos y ahora también, por democráticos en mayor o menor medida globalizadores que acatan el gobierno mundial de yanquis y sionistas y presidido por el poder total del dinero y el economicismo. En esto terminó la acción de nuestros “libertadores” conciente o inconcientemente.
A lo largo del siglo XVIII el Imperio hispánico y desde la introducción de la dinastía borbónica, ya arrojaba visibles signos de decadencia. Los Reinos de Indias (porque éramos reinos y no otra cosa) comenzaron paulatinamente a transformase en las “colonias” de América. La acción de la guerra oculta trabajó sin pausa para carcomer a la hispanidad. Todo esto no hubiera ocurrido si el Imperio hubiere estado conducido por monarcas dignos y por una nobleza fiel al espíritu aristocrático y guerrero.
Una de las tácticas más usadas por la subversión moderna la señala Julius Evola en su obra citada supra. Se trata de hacer confundir el principio con los representantes del mismo. Y nos dice al respecto: “Cuando los representantes de un determinado principio se revelan indignos, se hace de modo tal que el proceso en contra de éstos se extienda en seguida contra el principio en sí mismo, es más, se lleva sobretodo contra éste. En vez de limitarse a constatar que determinadas personas no están a la altura del principio y exigir que éstas sean substituidas por hombres calificados, por lo cual la situación de normalidad sea renovada, se afirma que el principio en sí mismo es falso, corrupto o decadente, que el mismo debe ser sustituido por un principio diferente.”
Esta cita de Evola nos da una idea clara y contundente de todo lo que fue el proceso de la independencia hispanoamericana. Ante una monarquía indigna, prevaricadora, carente de todo sentido imperial se erigieron los falsos principios republicanos , liberales y modernos promovidos por la masonería y los intereses británicos. Ésta fue la obra de nuestros “próceres” y “libertadores” y los hombres de Mayo comenzaron en estas tierras la demolición.
Lo subversivo se manifiesta por signos visibles
bien claros. Veamos algunos:
Julius Evola en el capítulo XIII de “Los hombres y las ruinas” analiza el tema de la guerra oculta, y que es el verdadero trasfondo que se encuentra detrás de todo el proceso emancipador. Este tema va más allá de lo que trata la historiografía conocida en la cual el común de los historiadores se refiere a hechos y personas, es decir, dos dimensiones. Se ignora totalmente una tercera dimensión, la oculta e invisible para el hombre común; pero que a través de entresijos, muchas veces insospechados, se manifiesta a través de ciertos efectos de las verdaderas causas que los provocan. En esto divergimos con las interpretaciones históricas propias del liberalismo, del marxismo y del revisionismo histórico propio del nacionalismo, aunque en este último caso algunos de sus representantes lo han intuido y sospechado.
Se ha vertido mucha tinta sobre las causas políticas, sociales, económicas e ideológicas de la Revolución de Mayo pero no se ha ahondado entre bambalinas. Decía un personaje de una novela de Disraeli: “El mundo está gobernado por personas muy diferentes que ni imaginan aquellos cuya mirada no se dirige detrás de los bastidores”.
Desde nuestra perspectiva tradicional consideramos la Idea de Imperio como la de “hacedor del puentes” entre el cielo y la tierra, el que debe conducir a las almas hacia un destino trascendente, idea totalmente alejada de su inversión, es decir de” imperialismo”, que es la que predomina en nuestros días, totalmente dedicada a una visión materialista, economicista y consumista de la vida. Insistimos en la idea de Imperio ya que nuestro pasado lo fue a través de los imperios Maya, Azteca, Incaico e Hispánico a lo largo de siglos y tal como lo plantea el Centro Evoliano de América (C.E.D.A.). La democracia es planta importada que apenas tiene 200 años y cuyo arraigo genera marcado escepticismo. Imperio es Tradición y fue propio de sociedades cuya total actividad estaba orientada hacia lo trascendente y sagrado. Contra lo tradicional se encuentra el mundo moderno en un conflicto de orden metafísico que se reproduce a lo largo de la historia a través de múltiples manifestaciones. El Imperio Hispánico fue una de esas manifestaciones y contra él se alzó la modernidad mediante una acción que al comienzo fue sutil, oculta y solapada a través de la masonería, el racionalismo, el iluminismo y la ilustración y finalmente desencadenando la guerra total con las banderas de la Revolución Francesa y el liberalismo.
A través de la acción emancipadora se destruyó al último gran imperio cristiano de Occidente y cuya presencia pesaba en el mundo- “en nuestro Imperio no se pone el sol”- para reemplazarlo por una veintena de republiquetas dominadas por masones, liberales, y anglófilos y ahora también, por democráticos en mayor o menor medida globalizadores que acatan el gobierno mundial de yanquis y sionistas y presidido por el poder total del dinero y el economicismo. En esto terminó la acción de nuestros “libertadores” conciente o inconcientemente.
A lo largo del siglo XVIII el Imperio hispánico y desde la introducción de la dinastía borbónica, ya arrojaba visibles signos de decadencia. Los Reinos de Indias (porque éramos reinos y no otra cosa) comenzaron paulatinamente a transformase en las “colonias” de América. La acción de la guerra oculta trabajó sin pausa para carcomer a la hispanidad. Todo esto no hubiera ocurrido si el Imperio hubiere estado conducido por monarcas dignos y por una nobleza fiel al espíritu aristocrático y guerrero.
Una de las tácticas más usadas por la subversión moderna la señala Julius Evola en su obra citada supra. Se trata de hacer confundir el principio con los representantes del mismo. Y nos dice al respecto: “Cuando los representantes de un determinado principio se revelan indignos, se hace de modo tal que el proceso en contra de éstos se extienda en seguida contra el principio en sí mismo, es más, se lleva sobretodo contra éste. En vez de limitarse a constatar que determinadas personas no están a la altura del principio y exigir que éstas sean substituidas por hombres calificados, por lo cual la situación de normalidad sea renovada, se afirma que el principio en sí mismo es falso, corrupto o decadente, que el mismo debe ser sustituido por un principio diferente.”
Esta cita de Evola nos da una idea clara y contundente de todo lo que fue el proceso de la independencia hispanoamericana. Ante una monarquía indigna, prevaricadora, carente de todo sentido imperial se erigieron los falsos principios republicanos , liberales y modernos promovidos por la masonería y los intereses británicos. Ésta fue la obra de nuestros “próceres” y “libertadores” y los hombres de Mayo comenzaron en estas tierras la demolición.
Lo subversivo se manifiesta por signos visibles
bien claros. Veamos algunos:
1.
Cinco de los miembros de la Primera Junta de 1810 (la mayoría)
eran de filiación masónica ( Moreno, Belgrano, Castelli, Matheu y Larrea)
miembros de la logia “Independencia”
2.
El Virrey Cisneros había establecido la fecha del 19 de mayo de
1810 para el retiro o expulsión de los barcos y comerciantes ingleses de Buenos
Aires. Comenzaba la Semana de Mayo. (Ver Arturo Sampay en “Las Constituciones
de la Argentina” , Editorial Universitaria de Bs.As., junio 1975, pág. 11. Este
ensayo de Arturo Sampay está firmado por el autor el 31-12-1973. Sampay al pie
de página cita sus fuentes. Cabe recordar que Sampay fue el autor intelectual
de la Constitución de l949 sancionada bajo el primer gobierno de Perón. Los
peronistas actuales en cambio celebran la Revolución de Mayo).
3.
Los revolucionarios del 25 de mayo fueron ayudados por los marinos
y los comerciantes ingleses con armas y municiones. (ver Sampay obra citada, pg
12).
4.
El día anterior al 25 de mayo se había formado una junta presidida
por el Virrey Cisneros, pero éste se vio obligado a renunciar por ser enemigo
de los intereses ingleses (Ver nuevamente la obra de Sampay,
ibid.)
5.
El día 26 de mayo la recién instalada Junta ratificó ante el jefe
de la flota inglesa fondeada en la rada del puerto de Buenos Aires el Acta de
Libre Comercio con Gran Bretaña y resistida por el Virrey Cisneros (ver obra de
Sampay, ibid.).
6.
El mismo día los barcos ingleses fueron empavesados (¿con qué bandera?)
e hicieron salvas de artillería. El comandante inglés Fabian se jactaría
ante su gobierno “de haber arengado al pueblo diciendo que los ingleses
dejarían su isla para venir a habitar estas hermosas regiones” ( Historia
Argentina de José María Rosa tomo II, Ed. Oriente, Bs.As. 1974. pág. 198).
7.
El “santo patrono” de los periodistas argentinos, Mariano Moreno, merece
un capítulo aparte. Traductor al castellano del “Contrato Social” de J.J.
Rousseau, una de las “biblias” del modernismo liberal y masón, pretendió que se
lo enseñara en las escuelas en reemplazo de la religión. Su anglofilia era
manifiesta y en su “Plan de Operaciones” ofrecía entregarle a los ingleses la
isla Martín García para que fuera una pequeña colonia o puerto franco para el
comercio inglés. (J.M. Rosa obra citada tomo II, pág. 210).Frente a
todo esto digamos irónicamente que el virrey Cisneros fue más
patriota que los así titulados.
8.
También señalemos la pertenencia a la masonería de los “libertadores”,
caso de San Martín, Bolívar, Miranda, Sucre, O’Higgins, Alvear y otros.
Los pocos
ejemplos que señalamos, ya que no pretendemos escribir un libro de historia,
materia de eruditos y especialistas, son evidentes signos y símbolos de un
proceso desencadenado tras la invasión napoleónica de España, pero proceso ya
en marcha desde mucho antes: la guerra oculta del mundo moderno contra la
Tradición..
La Iglesia Católica tuvo un papel ambivalente frente a la insurgencia de Hispanoamérica. El Papado condenó las sublevaciones: todavía había vestigios de tradición en la Iglesia, pero gran parte del clero se sumó a la guerra revolucionaria colaborando con la subversión en marcha.
Historiadores del revisionismo nacionalista frente a la evidencia de los datos han pretendido dar una explicación a la conducta de los revolucionarios como de que fue algo producto de las circunstancias y del momento. Que las concesiones a Gran Bretaña lo eran para conseguir ayuda económica y financiera. Los resultados están a la vista. Se inició el ya largo camino del verdadero coloniaje ahora no solamente inglés sino bajo un poder mundial angloyanqui-sionista. No se recapacitó acerca de que las concesiones al enemigo de pactar con él eran totalmente contraproducentes ya que con la subversión no hay arreglo posible, y así estamos.
Digamos también algo del revisionismo histórico nacionalista que ha hecho invalorables aportes a nuestra historiografía siendo una de las grandes expresiones culturales de la Argentina y totalmente ignorado en nuestro mediocre medio “intelectual”. Este revisionismo histórico tiene dos grandes limitaciones. La primera de ellas es que su horizonte no supera los conceptos modernos y naturalistas de “patria” y “nación”. No se plantea en profundidad la Tradición en su más alta expresión porque la Tradición tiene su patria en dónde ella está cualquiera sea el lugar en que se manifieste y a través de cualquier religión, civilización o cultura. La segunda limitación es su aferramiento al catolicismo güelfo causante y gran responsable de la decadencia de Occidente.
1810 es el período menos estudiado de nuestra historia Pero partiendo de la Tradición se aclara todo, pero para ello hay que superar las limitaciones naturalistas, güelfas, emocionales y aldeanas. Entonces sí asomará el Imperio.
La Iglesia Católica tuvo un papel ambivalente frente a la insurgencia de Hispanoamérica. El Papado condenó las sublevaciones: todavía había vestigios de tradición en la Iglesia, pero gran parte del clero se sumó a la guerra revolucionaria colaborando con la subversión en marcha.
Historiadores del revisionismo nacionalista frente a la evidencia de los datos han pretendido dar una explicación a la conducta de los revolucionarios como de que fue algo producto de las circunstancias y del momento. Que las concesiones a Gran Bretaña lo eran para conseguir ayuda económica y financiera. Los resultados están a la vista. Se inició el ya largo camino del verdadero coloniaje ahora no solamente inglés sino bajo un poder mundial angloyanqui-sionista. No se recapacitó acerca de que las concesiones al enemigo de pactar con él eran totalmente contraproducentes ya que con la subversión no hay arreglo posible, y así estamos.
Digamos también algo del revisionismo histórico nacionalista que ha hecho invalorables aportes a nuestra historiografía siendo una de las grandes expresiones culturales de la Argentina y totalmente ignorado en nuestro mediocre medio “intelectual”. Este revisionismo histórico tiene dos grandes limitaciones. La primera de ellas es que su horizonte no supera los conceptos modernos y naturalistas de “patria” y “nación”. No se plantea en profundidad la Tradición en su más alta expresión porque la Tradición tiene su patria en dónde ella está cualquiera sea el lugar en que se manifieste y a través de cualquier religión, civilización o cultura. La segunda limitación es su aferramiento al catolicismo güelfo causante y gran responsable de la decadencia de Occidente.
1810 es el período menos estudiado de nuestra historia Pero partiendo de la Tradición se aclara todo, pero para ello hay que superar las limitaciones naturalistas, güelfas, emocionales y aldeanas. Entonces sí asomará el Imperio.
JULIÁN RAMÍREZ
Secretario del C.E.D.A. por la Argentina
Secretario del C.E.D.A. por la Argentina
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