lunes, 28 de octubre de 2013

GHIO: ARENDT EN JERUSALÉN

RELACIONES ENTRE NAZISMO Y SIONISMO

ANA ARENDT EN JERUSALÉN


La nota que escribiremos trata de un tema que a los argentinos nos debe interesar sobremanera.
Allá por 1961, en la localidad suburbana de San Fernando, el Sr. Eichmann, que vivía públicamente con el apellido de Clement y que trabajaba como técnico mecánico en la empresa Mercedes Benz, fue raptado por un comando del Mossad y conducido a Israel para ser enjuiciado por crímenes contra los derechos humanos del pueblo judío, aquello que vulgarmente se conoce como el famoso Holocausto. El hecho causó en su momento verdadera conmoción pública, no solamente por los ribetes policiales, puesto que se había podido dar con el paradero de uno de los principales cerebros de la ‘solución final’, sino por las circunstancias escabrosas con las cuales el acontecimiento se desenvolvió. En la Argentina había en ese entonces un gobierno constitucional y democrático, por lo cual Israel, que se jactaba ante el mundo de practicar dicho sistema político, no tenía argumentos para defender el procedimiento de haber violado la soberanía de un país secuestrando a una persona y sorteando los procedimientos legales de extradición que se efectúan en tales casos. Además de ello resultaba sospechosa también la manera como se indicaba que el Sr. Eichmann hubiera podido salir embarcado en un avión junto a otro personal diplomático de Israel. Se dijo en tal circunstancia que ello había sido porque se lo había dopado con una droga poderosa que había doblegado su voluntad impidiendo que se rebelara en el momento de pasar por los obligados controles aduaneros. Argumento éste que, además de lo llamativo, y del cual luego hablaremos, pondría además en severo ridículo a nuestros sistemas de seguridad que no habrían sido capaces de percibir tal situación.
El tema para la Argentina, tal como era de esperar con gobiernos democráticos, se resolvió económicamente. Israel prometió ‘inversiones’ y las protestas diplomáticas de ese entonces, que en un primer momento alcanzaron hasta a reclamos en las mismas Naciones Unidas, se diluyeron en forma definitiva para dar cabida al famoso y espectacular juicio que habría de desarrollarse en la ciudad de Jerusalén. Recordemos al respecto que en la Argentina no rige la pena de muerte y que por tal razón una extradición de Eichmann a Israel habría impedido que finalmente se ejecutara contra éste tal castigo.
Fue en tal circunstancia que, con la finalidad de poder cubrir para la posteridad los detalles de tal importante acontecimiento universal, un medio norteamericano vinculado al judaísmo de tal país contrató los servicios de la famosa filósofa judeo alemana Ana Arendt quien fuera discípula y amante de Heidegger, para que, a través de su activa y permanente presencia a lo largo de todo el juicio, reportara para la posteridad sucesivos informes de lo que allí sucedía. Fue de resultas de dicha actuación de presencia en todas las sesiones de tal evento que Arendt publicara luego un famoso libro que se titulara Eichmann en Jersalén y que fuera una de sus obras principales. El mismo a su vez se hizo famoso en tanto que de sus conclusiones se elaborara la conocida teoría, muy repetida a coro en distintos medios académicos del mundo moderno, relativa a la banalidad del mal. La misma puede resumirse en la afirmación de que el mal no es producido en el mundo necesariamente por sujetos especialmente perversos y pervertidos moralmente, sino por personas normales que simplemente, a través del cumplimiento puntual de su deber y de las órdenes recibidas, acompañado ello de un afán exasperado de progreso en el empleo, realizan de este modo el mal suspendiendo cualquier juicio en relación a la conciencia moral. Es decir que el mal sería el producto de una falta de deliberación y de una actitud exasperadamente conformista, propia de todo burgués, el cual sería por lo tanto convertido en un peligroso Eichmann en potencia. Pero los que nos hemos tomado el trabajo de leer el libro constatamos que allí hay otras cosas mucho más importantes que esta verdadera y propia banalidad.
Arendt es una filósofa de significativa formación académica y como tal ha practicado a lo largo de su vida entera aquel temple o virtud propia de su profesión: el asombro. Arendt, quien lo tuvo a Eichmann frente a sí durante jornadas enteras, se sintió asombrada de diferentes cosas, pero de una de ellas posiblemente se debe haber sentido impactada sobremanera. Eichmann no tenía los rasgos ‘arios’ propios de otros nazis de rango menor, como el recientemente fallecido Priebke por ejemplo, sino que su perfil ganchudo no era muy diferente de el que tenía ella misma, una judía confesa y manifiesta y hasta podría haberse dado el caso de que su caricatura hubiese ornado las páginas del Der Stürmer del famoso antisemita Julius Streicher, colgado en Nüremberg. Y en segundo lugar se sintió sumamente conmovida y asombrada por la permanente tranquilidad con la cual el enjuiciado asumía la tramitación del juicio; a este asombro se le sumarán otros de los que luego hablaremos. Esto la llevó a investigar sobre los antecedentes del aludido y grandes fueron sus sorpresas al respecto, las que fueron volcadas todas en su libro, las cuales por supuesto a un mundo bestializado y ‘banal’ como aquel en el que vivimos pasaron totalmente desapercibidas, siendo en cambio ocultadas por el interés que en cambio suscitó la famosa teoría antes mentada, la cual fue dicha con seguridad porque Arendt ya presentía que así como el mal es banal, banales iban a ser lamentablemente sus propios lectores y comentaristas. Se preocupó primeramente por establecer los parentescos judaicos que hubiesen podido existir entre los antepasados del Sr. Eichmann, aquellos que hubieran dado lugar a los rasgos fisiognómicos que la habían asombrado, y si bien pudo encontrar algunos de origen europeo, por lo que arribó sin proponérselo a las mismas conclusiones de Julius Evola respecto del judaísmo esto es, que el judío no es una raza física, sino una raza espiritual compuesta por una pluralidad de etnías que incluyen desde arios blancos hasta negros etíopes, pasando por personas de raza amarilla y semítica; sin embargo lo principal de todo no fue esto, sino que llegó a descubrir algo mucho más importante y que, de haberse prestado la suficiente atención, habría dado a su libro no el carácter definitivo de la exposición de una doctrina, sino el comienzo de una importante investigación que hubiera llevado a develar muchas cosas que no terminaban de cerrar en ese juicio, entre ellas el por qué el Sr. Eichmann, a pesar de su apellido Clement, se había hecho conocer como tal en la Argentina y afuera de ella, habiendo en su momento dado un reportaje en donde develaba su verdadera identidad y en segundo lugar por qué no se evadió cuando supo anticipadamente que iba a ser secuestrado.
Pero sigamos con los descubrimientos asombrosos efectuados por Arendt. Simpatizante temprano del nazismo como la inmensa mayoría del pueblo alemán en 1933, Eichmann fue recompensado con un empleo público en el cual en un determinado momento y por una circunstancia especial del destino, quizás relativa a su eventual ascendencia judaica, se le encargó que leyera para elaborar un informe la obra de Teodoro Herzl, El Estado Judío. Esta lectura, que debía simplemente haber dado lugar a un simple escrito de unos pocos renglones, lo trastocó totalmente en modo tal que luego de ello manifestó públicamente que había encontrado la manera de resolver para Europa y su país el problema de los judíos. En aquel entonces éstos estaban divididos en dos bandos, los asimilacionistas que consideraban que el judío debía esmerarse por integrarse a la comunidad en la que vivía y los ortodoxos que en cambio rechazaban tal idea, en tanto que manifestaban que la Diáspora en la que vivía su pueblo, en tanto debía comprenderse como un castigo divino por haberse apartado del buen sendero, solamente se podía resolver a través de la llegada de un Mesías, lo cual resultaba para un futuro incierto y difícil cuando no imposible de consumarse. El sionismo en cambio era la solución verdadera. El judío no se debía asimilar en manera alguna pues formaba parte de una nación a la cual sólo le faltaba un territorio y un Estado. Que el haber vivido en un ghetto y separado del resto de la sociedad durante tantos siglos había generado en éste tales caracteres de singularidad que le hacían difícil integrarse ahora que, tras la Revolución Francesa y el triunfo del liberalismo, se había suprimido tal estado de segregación. Pero esto, que a primera vista podía aparecerse como una ventaja, traía sin embargo un peligro severo: se corría el riesgo de que tales caracteres originarios se diluyesen y que el judío en tres generaciones pasase a asimilarse al resto de las personas desapareciendo así como nación. Sin embargo para que ello no sucediese el antisemitismo paradojalmente se iba a encargar de mantener latente tal tensión y de esta manera, casi sin proponérselo, mantener aun viva la llama del judaísmo. Nazismo y sionismo, desde ópticas opuestas, cumplían pues con un mismo objetivo, que el judío finalmente no terminase asimilándose a las naciones en las cuales vivía.  Eichmann se manifestó entonces públicamente como sionista, es más, Arendt nos recuerda que fue tan grande su adhesión hacia la obra de Herzl que durante el período más duro del nazismo en el cual los brotes antisemitas habían llegado a extremos urticantes, estuvo entre aquellos que participaron del acto de desagravio en Viena de su tumba profanada. Pero hay mucho más todavía. Fueron insistentes sus intentos por resolver en manera sionista el problema judío. Eichmann fue el principal impulsor del proyecto Madagascar, habiendo llegado a convencer al mismo Hitler de su conveniencia. Sin embargo el mismo no pudo efectuarse por dos razones. La primera de ellas porque en ese entonces ya había estallado la guerra y el transporte de judíos por el Mediterráneo y el Mar Rojo, estando allí presente la flota inglesa, hubiera sido imposible, y además que la misma Francia, en ese entonces con un gobierno colaboracionista, manifestó su rechazo en desprenderse de su colonia para tal fin. Quedó sólo en pié el proyecto de Palestina y para ello fue indispensable contar con la colaboración de sectores del sionismo. Arendt hace notar que en plena guerra mundial el sionismo era un movimiento minoritario dentro de la colectividad judía, sin embargo Eichmann colaboró con éste en plena época conflictiva de ‘solución final’. Recuerda el caso preciso de que hizo liberar del campo de Auschwitz a un sector minoritario de judíos adscriptos al sionismo para que se pudiesen radicar en Palestina.
El asombro se va incrementando cada vez más y varias veces se pregunta Arendt, a lo largo de su obra, por qué tales cosas que Eichmann efectuó de auxilio y colaboración con el sionismo éste nunca las mencionó en su favor durante el juicio con la finalidad expresa de mejorar su situación y obtener la correspondiente clemencia. Pero todas estas cuestiones son interrumpidas abruptamente en el relato sin arribarse nunca a una conclusión y distrayéndosenos como dijimos con la famosa teoría de la banalidad del mal, una cosa en el fondo realmente banal en relación a los descubrimientos antes efectuados.
Y bien, en tanto no queremos ser banales también nosotros, digamos las conclusiones a las cuales se podría haber arribado profundizando la lectura de tal obra. Eichmann vivía en Buenos Aires en un exilio semiclandestino. A pesar de que usaba el apellido Clement para el gran público, aquellos que sabían un poco más estaban perfectamente enterados de su verdadera identidad. Si bien no fue el mismo caso de Erich Priebke cuyo nombre no solamente nunca fue cambiado, sino hasta figuraba en la guía telefónica de Bariloche, varias personas sabían de su existencia y exilio. Lo puedo corroborar personalmente. Tiempo atrás me tocó hablar con el fallecido capitán de las SS, Habel, a quien se lo quería también extraditar alegándose entre otras cosas que en un reportaje periodístico había dicho que Eichmann en vida le había manifestado que no murieron seis millones de judíos. Cuando le eché en cara haber cometido tal infidencia que empeoraba su situación, me manifestó asombrado que todo el mundo que en ese entonces trabajaba en la fábrica de Mercedes Benz en González Catán sabía que Clement era en realidad Eichmann. Es decir, se trataba de un secreto a voces.
A Eichmann posiblemente lo hayan ido a visitar antes del famoso proceso. Se necesitaba en ese entonces de una nueva colaboración de su parte, se le habría hecho notar que la situación era muy dura y difícil para Israel por sus vecinos, en tanto aun no había acontecido el famoso episodio de la guerra de seis días. La gran mayoría de los judíos no aceptaba, y tampoco lo hace ahora, radicarse en dicho Estado, el judío al parecer intentaba asimilarse. Se trataba entonces de mantener aun viva la llama que encendiera Hertzl, de un proceso que enjuiciase al principal responsable aun vivo de la solución final, en donde se reconociera en forma definitiva el Holocausto, consigna indispensable para justificar tal Estado. Pues el judío por más que intentara asimilarse, siempre tendría presente y viva como una espada de Damocles puesta sobre su cabeza tal posibilidad de ‘solución final’. Vino entonces el ‘secuestro’. Al parecer Clement tenía el pasaporte en regla y viajó sin problema alguno al Estado de Israel por lo cual no fue necesaria ningún tipo de droga. Hubiera sido inimaginable que nuestra policía aeronáutica no hubiese detectado a una persona dopada tomando un avión en contra de su voluntad. Luego vino el proceso y tal como estaba estipulado previamente Eichmann nunca develó lo que Arendt descubrió en sus investigaciones: que había sido desde el nazismo un inapreciable colaborador del movimiento sionista. La inclaudicable fe sionista de Eichmann duró pues hasta el último aliento. ¿Qué sabemos de su ejecución, la cual no fue pública? ¿Sus cenizas descansan en el Mediterráneo? ¿O murió con otra identidad que no fue ni Clement ni Adolfo Eichmann? ¿O éste fue quizás engañado por aquellos que con su muerte quisieron borrar un testimonio peligroso que hablaba demasiado y cuya existencia se había convertido en un verdadero secreto a voces.


Marcos Ghio

jueves, 24 de octubre de 2013

RAMÍREZ: METAFÍSICA DEL ODIO

METAFÍSICA  DEL  ODIO  Y  LA  MUERTE DE  PRIEBKE

   

    Con motivo de la muerte del ex capitán de las SS Erich Priebke se han suscitado diversas reacciones que nos han llevado a reflexionar sobre el tema. No vamos a considerar su vida y sus acciones cosas bastantes conocidas por loe lectores. Simplemente diremos que residió durante más de cuarenta años en mi ciudad de San Carlos de Bariloche, en la Patagonia Argentina y lo conocí como vecino que no se escondía y hacía una vida pública común; en ocasiones que mantuve  algunas breves charlas con él me pareció una persona de firmes convicciones.
     Pero es el caso que la Argentina por boca de su ministro de relaciones exteriores, el sionista Héctor Timerman, ha prohibido el ingreso de sus restos a nuestro país, lugar en que se encuentra la tumba de su esposa. Por su parte autoridades italianas y el Vaticano a través de la curia romana han prohibido su entierro en Roma y la propia Alemania rechaza su inhumación allí. Demás está decir la actitud de entidades judías tanto de la Argentina como de Italia, igual actitud de rechazo se expresa a través de personas y entidades de varios otros países. Ahora bien, ¿a qué se debe este rechazo, es solamente por el temor a que la tumba se transforme en un lugar de peregrinación de nazis nostálgicos?
     Creemos qu hay mucho más y debemos calar en profundidad y muy hondo para acercarnos a la verdad: se trata de un odio de carácter metafísico, insondable, no humano, que desde un punto de vista religioso sería satánico. Del odio de que nos habla Emanuel Malinski en su excelente obra “La guerra Oculta”. Julius Evola  tratando el tema de la guerra oculta nos dice que hay que presentir su accionar cuando dos más tres no dan como resultado cinco, sino siete o diez.
    Se intenta privar de la tumba a un militar fiel a su patria que cumplió órdenes de sus superiores. Los mismos códigos militares dicen que deben ser enterrados con dignidad los enemigos y por lo contrario aquí vemos un ensañamiento de seres poseídos por fuerzas inferiores a las humanas. Se trata pues de un odio sin límites, un odio metafísico e insondable que se cuela por todos los vericuetos del tejido social.
     Ese odio a los cadáveres ha tenido muchas expresiones. En nuestro país un poeta liberal y masón dijo del gran gobernante don Juan Manuel de Rosas, fallecido en el exilio en 1877:  “Ni el polvo de tus huesos la América tendrá”. Tuvieron que pasar 113 años antes que sus restos descansaran en la Argentina.
     Y en un caso más reciente los yanquis hicieron desaparecer en el mar el cadáver de Osama Bin Laden. Es que muchos restos humanos asumen el carácter  de símbolos y los que fueron sus enemigos no pueden soportarlos ni enterrados ni cremados siquiera.
     Recordamos también el caso de los ejecutados en Nuremberg: los cuerpos fueron cremados y arrojadas sus cenizas en una cloaca.
     Tenemos que conocer a fondo a nuestros enemigos, es la primera condición para derrotarlos. Serán implacables con nosotros, seamos nosotros implacables con ellos.

San Carlos de Bariloche, 15 de octubre del 2013.


JULIÁN  RAMÍREZ  

lunes, 14 de octubre de 2013

GHIO: LA ENFERMEDAD DEMOCRÁTICA

REALIDAD ARGENTINA
LA ENFERMEDAD DEMOCRÁTICA


A la Argentina, como con seguridad a tantos otros países, lo que hoy le está faltando es un conjunto de pensadores valientes, capaces de decir las más crudas verdades y en voz alta aunque éstas puedan doler y, lo principal de todo en estos tiempos, no tener escrúpulo alguno en ser impopulares y de escaso o nulo rating en tanto sostenedores de consignas incapaces de otorgar el más mínimo éxito electoral.
El gran mal es y será siempre la democracia en cualquiera de las expresiones en la que ésta se formule, aun fuera en su manifestación más moderada y ‘racional' con la que se la haya querido ensayar, en tanto que la misma es en última instancia la raíz y la causa de los problemas futuros. La democracia se funda en un error conceptual de grandes dimensiones el cual, en tanto se desarrolle con el tiempo, conducirá indefectiblemente a la quiebra y disolución de todo orden social normal. Dicho error fue inculcado en el mundo a partir de la Revolución Francesa y se trata del famoso principio de la igualdad. Según el mismo, y en contraste con lo que siempre se opinó en cualquier tipo de sociedad a lo largo de la historia, los hombres, en tanto serían sustancialmente iguales, estarían por lo tanto en condiciones no sólo de gobernarse a sí mismos, sino también al mismo Estado, no necesitando de otro que lo haga en su lugar. Que si de hecho tal situación hoy no acontece debido a que la realidad nos demuestra insistentemente lo contrario, es decir que hay un conjunto importante de humanidad que no solamente no es capaz de gobernar al resto de sus contemporáneos, sino ni siquiera puede hacerlo consigo misma, entonces se considera que existe un contraste entre tal situación de hecho y una de derecho, es decir entre lo que es y lo que debería ser. En pocas palabras que no es que existan seres humanos incapaces de gobernarse por naturaleza propia, sino que lo que sucede es que ciertas situaciones, tales como la condición económica y  la educación, son las que impiden que tal principio se concrete en la realidad. Pero como esta última es mutable y por lo tanto sometida a puntos de vista dispares, los demócratas estuvieron divididos desde sus comienzos entre dos especies diferentes pero en última instancia no contrastantes en lo esencial. Aquellos que consideraron que la democracia se obtenía con una mayor educación del 'soberano' y estos fueron los liberales, o los otros que en cambio, sin negar tal hecho, pusieron el acento en el mejoramiento de la situación económica de las masas, lo que iba a obtener la plena plasmación de tal principio, y éstos fueron los socialistas. 
Socialistas y liberales fueron aquellos que en la Argentina constituyeron principalmente el espectro de lo que se denominara como el  ‘antiperonismo’. Los antiperonistas tienen su antecedente  en la generación romántica del 37' integrada entre otros por Echeverría, Alberdi y Sarmiento. Enamorados éstos de los logros de la civilización europea, de sus máquinas y democracias, producidas a partir de las revoluciones francesa, inglesa y norteamericana, y al ponerlas en contraste con la situación actual del gaucho y del cholo indoamericano presente en el propio terruño, consideraron que no se podía aplicar aquí una democracia plena puesto que había un severo antagonismo entre el pueblo real, de carácter instintivo e irracional, respecto del yanqui laborioso y amante del trabajo y la civilización, prefigurado apenas por una minoría culta en nuestro suelo. Pero esto era sin embargo apenas un problema circunstancial y soluble con el tiempo a través de los procedimientos novedosos proporcionados por la nueva educación generada en tales países 'civilizados'. Si bien la democracia era el gobierno del pueblo, no era pues lo mismo la voluntad del pueblo irracional e inculto en que se componía la inmensa mayoría que la del racional producido por nuestras escuelas públicas, laicas y obligatorias. Pero muy pronto los demócratas entraron en severo conflicto respecto de sus aseveraciones y en especial al ver que los resultados preanunciados por sus profetas y promotores distaban mucho de consumarse. Si bien había unanimidad en considerar que la educación era necesaria, el conflicto aquí estribaba en saber en cuál momento habría de producirse propiamente el pasaje del pueblo irracional e instintivo al del racional y educado. Hubo al respecto varios conflictos y revoluciones entre dos bandos antagónicos en que se dividió la democracia argentina, la que fue muy parecida a la que en la edad media se desarrollara entre voluntaristas e intelectualistas respecto de la naturaleza de la divinidad. Así pues, a pesar de que el demócrata ha sustituido al antiguo concepto de Dios por el más tangible de pueblo, se encontró sin embargo con el mismo problema que afligió por siglos a nuestra teología católica en el sentido de poder saber si en Dios primaba la voluntad o la razón, lo cual consistía en poder determinar si una cosa era buena en tanto Dios la quería, y aquí primaba pues el voluntarismo, o si por el contrario Dios quería algo en tanto esto era bueno, y henos aquí entonces ante el intelectualismo que limitaba la voluntad divina sujetándola a normas morales. El gran dilema de nuestros demócratas fue entonces, una vez que se ha aceptado el dogma de la soberanía popular, el de determinar si algo era democrático simplemente en tanto expresaba la voluntad del pueblo soberano a través del voto o si lo era tan sólo cuando éste lo hacía de acuerdo a los principios morales y racionales a los que hubiese previamente adherido a través de la educación. Éste fue pues el trasfondo del gran conflicto en que se dividiera nuestra historia entre peronistas y antiperonistas. Los primeros fueron el equivalente a los voluntaristas de nuestra teología y los segundos en cambio los intelectualistas. Estos últimos eran los que estaban convencidos de que, en tanto fuese convenientemente educado por la escuela, el pueblo iba finalmente a ser racional; subordinaba así democracia a la racionalidad, en cambio los populistas o peronistas consideraron que una cosa era racional y buena cuando era la voluntad del soberano la que elegía. Tal como vemos en nuestra historia, el voluntarismo democrático triunfó en el año 1915 cuando se impuso la ley Sáenz Peña y se implantó el voto universal y obligatorio. Con el tiempo, en la medida que la democracia es un fenómeno expansivo que, de acuerdo a sus cultores, se cura y perfecciona con siempre más democracia, el mismo se fue haciendo cada vez más universal en tanto su manifestación voluntarista, en este caso el peronismo, fue ocupando más espacios de poder. Primero se le otorgó el voto a la mujer, quitándole así a los racionales el argumento de si podía valer más el voto de un casado que el de un soltero. Luego se avanzó más con la edad límite bajándola a los 16 años y días pasados hemos tenido preanuncios de nuevos perfeccionamientos democráticos con el famoso caso del acatamiento del Estado argentino a la voluntad de un niño de seis años de querer cambiar su sexo. El paso siguiente con seguridad será el de otorgársele también el voto a fin de que pueda por lo tanto resolver, tal como ahora hacen sus pares de 16, sobre los grandes problemas de la política nacional e internacional.
El voluntarismo democrático implantado por el peronismo ha invertido pues las reglas de toda política normal. Una vez que se ha convencido al pueblo de que su voluntad ‘soberana’ es la verdad, de la misma manera que lo son las decisiones del dios, el arte del político se ha modificado radicalmente. No se trata en este caso de mejorar al soberano, es decir gobernarlo, sino de obtener la coincidencia entre su voluntad propia y la de éste, siendo ello parecido al accionar del sacerdote en las antiguas religiones, el cual, a través de ritos, trataba de convocar hacia sí la voluntad del dios.  Y así como éste se volcaba hacia aquel que efectuaba las mejores ofrendas, sucede actualmente igual con el pueblo, el cual ‘vota’ al que le entrega las más suculentas ‘conquistas sociales’ y prebendas. Por supuesto que jamás votará por aquel que en cambio le proponga sacrificios y renuncias a cosas no tan necesarias por el bien de las generaciones futuras.
Presenciamos así un lamentable espectáculo de recíproca prostitución. El político se prostituye en tanto renuncia a sus principios en función de obtener el voto de las multitudes buscando a cualquier precio ser popular y a su vez la masa, como una fémina solícita, entrega su voto al que mejor la retribuye o le promete.
Este cáncer que es la democracia expresada siempre en su modo más abismal y caótico por el peronismo*, que es la forma perfeccionada y argentina del fenómeno de la democracia total, ha tenido como bien sabemos sus distintos momentos de crisis que fueron a su vez las instancias en que se pretendiera corregir el mal. Pero lamentablemente las dos revoluciones victoriosas que se le hicieron, en 1955 y en 1976, se efectuaron con las mismas banderas democráticas que fueron las que en última instancia dieron lugar al mismo peronismo con el tiempo. Se partió en los dos casos de la idea de que la democracia se podía curar, siendo el peronismo una democracia enferma. Allí es donde estribó el error. Toda democracia es en sí misma una anomalía y enfermedad y conduce necesariamente a su momento de metástasis que es propiamente el peronismo. Por eso en los dos casos, luego de haberse intentado sanear tal sistema antinatural pero con remedios del mismo tenor, se terminó siempre cayendo nuevamente en el peronismo. La nueva revolución argentina si querrá tener verdaderamente éxito, deberá ser abiertamente antidemocrática, deberá sostener un sistema en el cual no se levante como bandera la soberanía del pueblo, sino la del bien y la verdad en las cuales el pueblo debe ser educado y gobernado.

* No han faltado personas que, incurriendo en un notorio maniqueísmo, han querido decirnos que todos estos últimos regímenes peronistas que hemos tenido en el fondo no habrían sido tales y que el único verdaderamente ‘peronista’ es el futuro que deberemos seguir ensayando sine die. No se dan cuenta de que el oportunismo notorio de su líder, sintetizado en su famosa expresión ‘la realidad es la única verdad’, es compartido plenamente por todos los presidentes de tal signo que hemos tenido, los que han hecho alarde de cambiar, como verdaderas banderolas, de bando de acuerdo a sus conveniencias relativas a la ‘realidad’ que siempre varía. A su vez también resulta notorio constatar la presencia de tantos nacionalistas católicos güelfos en el seno del peronismo o en sus adyacencias; eso resulta comprensible en razón del carácter moderno y oportunista del güelfismo que nunca ha condenado plenamente a la democracia, sino que ha tratado también de constituir una ‘democracia buena y sana’.
Marcos Ghio

13/10/13

RAMÍREZ: GEOPOLÍTICA, POBLACIÓN Y ESPACIO

GEOPOLÍTICA,  POBLACIÓN  Y  ESPACIO

   

En estos últimos tiempos están en desarrollo con algunos grupos de personas que se pretenden tradicionalistas, como ser los euroasiáticos, ciertas ideas provenientes de la geopolítica. En notas anteriores ya nos hemos ocupado en parte de estas tendencias. Hoy ampliaremos nuestras consideraciones a dos temas que se encuentran en la base, no solamente  del pensamiento geopolítico en general, sino también en la prédica de esos grupos: nos referimos al espacio y a la población.
     Los euroasiáticos consideran que para oponerse a las potencias anglosajonas es necesaria la formación de un gran bloque de naciones que cuente con un considerable espacio y una gran población, lo que daría abundancia de recursos naturales y peso demográfico; esto ultimo porque consideran que la cantidad humana es fuente de poder. De esa forma se equipararía, por lo menos, o se superaría el poder de las potencias marítimas: EEUU y Gran Bretaña.
     Esta visión pone en primer lugar lo material, lo económico y lo militar, ubica en primer término a lo naturalista y lo inferior, necesitan territorio y población y para ello nada mejor que formar un bloque de naciones que denominan Eurasia, presidido por Rusia. De ser posible este objetivo lo que nos espera es un mapa político mundial como el de Orwell en su novela “1984”.  Grandes espacios geográficos de civilizaciones totalmente materializadas gobernadas por tiranías degradadas y absolutas, en dónde la persona, o lo que queda de ella, sería reducida al nivel de un insecto.
     Contra esta visión horrorosa del fin de los tiempos y de la presente humanidad, se alza el punto de vista de la TRADICIÓN, la primacía de lo Superior, lo Espiritual, lo Sagrado, lo Trascendente, lo Metafísico y lo Religioso. Y para evitar todo equívoco cuando nos referimos a lo espiritual lejos estamos de navegar por los cielos como si la realidad terrenal nos fuera ajena; sino todo lo contrario, el Cielo informando a la Tierra, el estado tradicional como vínculo  entre ambos con hegemonía de lo superior.
     Los estados tradicionales se desarrollaron a partir de pequeños espacios y con poca población. Valgan como ejemplos, entre otros el Imperio romano, que creció a partir del reducido territorio del Lacio, y el Imperio hispánico desde el también reducido territorio del condado de Castilla. Ambos se transformaron en formidables imperios. ¿Cuál fue la causa? Ambos fueron portadores de valores tradicionales y con poco territorio y escasa población crecieron en forma asombrosa que aún hoy día causa admiración. Lo mismo con las religiones. El cristianismo crece desde la pequeña Palestina y el Islam del territorio comprendido entre las ciudades de La Meca y Medina.
     Hoy día tenemos el privilegio de asistir a embriones de estados tradicionales. Son los emiratos islámicos que van surgiendo, aún con poco espacio pero portadores de la tradición, lo que augura su creciente desarrollo. Si los valores tradicionales y espirituales son verdaderos podrán conquistar lo material y lo inferior a través de las influencias de lo alto.
     Se avisoran pues dos tipos de estado: el tradicional o el moderno. Sepa el lector elegir.

San Carlos de Bariloche, 8 de octubre del 2013, día de Nuestra Señora del Rosario.

JULIÁN  RAMÍREZ.


martes, 8 de octubre de 2013

RAMÍREZ: LO MAL APRENDIDO ES PEOR QUE LO NO SABIDO

LO  MAL  APRENDIDO  ES  PEOR QUE  LO  NO  SABIDO 


     
Julius Evola escribió durante más de medio siglo,  desde la década de 1920 y hasta 1974, año de su muerte. Como ocurre con los grandes maestros,  algunos de sus seguidores no están a su altura y se producen deformaciones y malas interpretaciones. Pero en el caso de Evola ello es mucho más grave, puesto que él no enseñó ninguna filosofía, ni teoría, ni ideología. Nos recordó,  nos explicó, nos puso de manifiesto las categorías de la TRADICIÓN, así, con mayúsculas.  La TRADICIÓN es anterior a Evola y a todos nosotros, siempre ES,  está siempre presente, no es el pasado, es la eternidad atemporal.. Evola en las primeras páginas de su obra magna “Rebelión contra el mundo moderno” nos dice: “La TRADICIÓN  comienza…con la adquisición de un punto de vista supraindividual y no humano… Las verdades que pueden hacer comprender el mundo de la TRADICIÓN no son aquellas que se < aprenden> o . Ellas son o no son.”
     Hay algunos ideólogos que mal interpretando a Evola pretenden tomar de él lo que les conviene, con lo cual deforman totalmente el sentido de su obra. Uno de ellos es Alexandre Dugin intelectual político ruso que si bien no se presenta como evoliano, lo cita y a menudo lo cubre de elogios.
     Dugin es el mentor del Movimiento Euroasiático que promueve desde Rusia y que también tiene seguidores en Europa occidental, incluso cuenta con algunos adeptos en estas tierras sudamericanas.  Es el principal mentor del denominado “Movimiento Euroasiático”. De un texto de él publicado a fines de la década de 1990 hemos extraído esta frase que revela su utilización oportunista de Evola: “¿Qué hay de válido en la obra de Evola para la Rusia actual, y qué parte de su obra debe ser adaptada o rechazada en las actuales condiciones ?,,,”
     Es decir, Dugin invierte totalmente el problema. Considera que las categorías de la TRADICIÓN tal cual nos lo recordó Evola, deben adaptarse a las condiciones actuales de Rusia, cuando, desde el punto de vista del espíritu tradicional la verdad es todo lo contrario: es la Rusia actual la que debería aproximarse a la TRADICIÓN. Sin embargo Dugin y sus seguidores apoyan al dictador Putin, aprueban la represión en el Emirato Islámico del Cáucaso, y el apoyo ruso a la tiranía de Assad en Siria,   mientras es público y notorio el creciente acercamiento entre Rusia y EE.UU. para combatir a la única expresión actual de la tradición, como es el fundamentalismo islámico.
     El planteo general de Dugin es totalmente naturalista, nacionalista y pretende fundarlo sobre la actual Iglesia Cristiana Ortodoxa Rusa y en una fantasía sobre el marxismo bolchevique que tantos daños causó a Rusia y a la humanidad. Con su política en torno al movimiento euroasiático pretende involucrar a Europa occidental y por qué no?, también a América en dónde tiene algunos simpatizantes, como es el caso de Brasil y Argentina y que se dicen evolianos.
    Creemos, con Aristóteles, que en el comienzo está hecha la mitad del camino, y por ese motivo vale la pena insistir en la defensa incondicional de la TRADICIÓN. Si el árbol nace torcido es muy difícil enderezarlo, por eso advertimos a todos los tradicionalistas evolianos sobre estas nebulosas que se presentan.

San Carlos de Bariloche, 1ª de octubre del 2013.

JULIÁN  RAMÍREZ