LA
ESCALERA DESCENDENTE
Hoy día la palabra
corrupción está en todas las bocas y en todos los niveles sociales. Se habla de
corrupción en el gobierno, en las instituciones, en las empresas, en los
sindicatos, en el deporte y en todas las actividades de la vida social. Nadie
la defiende pero muchos la practican y se ha constituido en algo habitual en la
vida diaria.
Todos dicen que hay que
combatirla pero no se dice cómo, más allá de invocar un vago moralismo o de
aplicar el rigor de las leyes, y como no se conoce el origen y las causas
profundas de la corrupción no se acierta en los remedios.
Para precisar la cuestión
diremos que la corrupción consiste en la entrega o la aceptación de dinero o
regalos para obtener un trato favorable o beneficio, especialmente si es
injusto o ilegal. También podemos decir que consiste en la degeneración de la
moral o las costumbres y que se encuentra en acelerado aumento día a día, en
una escalera descendente hacia niveles cada vez más bajos.
Únicamente viendo la
cuestión desde el punto de vista tradicional se pueden determinar las causas de
la corrupción. En las sociedades tradicionales toda la actividad social estaba
orientada hacia lo trascendente, lo sagrado, lo divino, hacia Dios. Lo superior
impregnaba a toda la sociedad y la corrupción tenía entonces sus límites en una
concepción metafísica y religiosa de la vida. Gobernaba la realeza sacra.
Al aumentar la decadencia y
establecerse el gobierno de las aristocracias guerreras todavía estaban vigentes
valores de honor, de dignidad, de cumplimiento de la palabra empeñada, de
sinceridad, de ir de frente, de valentía y coraje.
Con el advenimiento del
tercer estado, el de la burguesía, ya es necesario aplicar en forma creciente
leyes represivas para tratar de combatir la corrupción. Es el reino del dinero
y de la usura, del creciente materialismo y por lo tanto el terreno apto para
la corrupción, junto con la pérdida de toda concepción trascendente y religiosa
de la vida.
Quedan todavía, por inercia,
pautas morales y de costumbres que paulatinamente van perdiendo su eficacia,
como también la pierden la religión, la familia y la educación.
Finalmente nos encontramos
en la época actual en donde ya se han roto todos los diques. El individualismo
se enseñorea de la sociedad y se destruye todo el tejido social. Ahora nos
encontramos en la época de los parias que se guían únicamente por sus apetitos
materiales en todos los niveles en que se ubican: gobiernos, instituciones,
empresas, educación, sindicatos, intelectualidad. Ya las leyes no sirven porque
no se cumplen, puesto que se aplicación está en manos de ellos. Ahora sí reina
la plena corrupción bajo el amparo de la sacrosanta democracia y los falsos
derechos humanos en una sociedad que se orienta hacia el consumismo y el
disfrute de la vida en sus aspectos más materiales.
Esta escalera descendente es
el caldo de cultivo de toda corrupción y ante ella son inútiles las quejas y
lamentos por la corrupción imperante, máxime si se insiste al mismo tiempo en
mantener la democracia, en la cual la necesidad de los políticos de obtener
votos facilita toda compra de voluntades con el consiguiente tráfico de
prebendas, subsidios, coimas y “tasas de retorno”.
A diferencia de otros
tiempos la corrupción ya se ha incorporado al hombre común como una segunda
naturaleza. Por ello los tradicionalistas evolianos debemos concentrarnos en la
búsqueda de los pocos que resisten de pie entre las ruinas. Únicamente una
concepción tradicional de la vida y del mundo impuesta por una casta de
guerreros podrá revertir la situación.
San Carlos de Bariloche, 15 de
diciembre del 2014.
JULIÁN RAMÍREZ
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