A propósito de unas declaraciones recientes de Humberto Eco
LAS DIFERENCIAS HISTÓRICAS ENTRE
EL FASCISMO EUROPEO Y EL ISLÁMICO
Las recientes declaraciones del notorio escritor bolchevique Humberto
Eco calificando al fundamentalismo islámico como la nueva forma de nazismo del
siglo XXI deberían llamarnos a la reflexión. No tanto por el valor intelectual
representado por el aludido, sino por el hecho de que las mismas expresan un
cierto clima mental manifestado por vez primera por el ex presidente Bush al
iniciar su cruzada del 2001 en contra de tal ideología a la que también
calificó en su momento como ‘fascismo’, teniendo ambos en el fondo -y desde la óptica
desde la cual se ubican- bastante razón.
Los Fascismos europeos y las diferentes formas de fundamentalismo
islámico tienen en común el rechazo por la democracia y por sus secuelas
últimas de las que participa tal concepción del mundo. Mientras que para ésta
la vida, lo histórico, lo espacio temporal y por lo tanto lo económico representan
los valores supremos por lo cuales debe ordenarse la totalidad de nuestra
existencia, para estas dos expresiones antes mentadas los mismos son en cambio lo
trascendente, el espíritu, el que se encuentra ordenado por encima de la
materia, bajo la forma de lo político y lo religioso por sobre la simple economía
y la vida heroica por sobre el consumismo burgués que prima en nuestros días. Y
el buen gobernante no es, tal como hoy se estila, el excelente administrador,
el que sabe cómo llenar el estómago de las personas y hacerlas ‘felices’, sino el
que otorga fines e ideales superiores por los cuales vivir y morir, metas éstas
que se encuentran más allá de la simple vida y en un orden superior que
solamente él se encuentra en condiciones de percibir en su nitidez.
Indudablemente fascismo y democracia son posiciones antitéticas.
Mientras que para esta última quien gobierna es la expresión del pueblo, uno
más entre la multitud anónima y masificada, quizás el más exitoso, sea en la
economía, como en el deporte o en el espectáculo, en la primera en cambio se
trata de un ser de naturaleza superior y diferente del resto y su función no es
la de descender y adaptarse a los valores de la turba para hacerlos
‘realizables’, sino la de rectificarla y elevarla desde su condición puramente gregaria
hacia una esfera superior y trascendente, propia de lo que es el universo de la
persona. Tal es la imagen hoy expresada en la figura del califa, un ser casi
como de otra naturaleza, no producto de la ‘voluntad del pueblo soberano’ sino
de la de Dios que a través de la victoria le ha dado su consentimiento, o lo
que fueran en otro contexto el Duce o Führer en los fascismos europeos.
Lamentablemente debemos destacar aquí que la gran paradoja que hoy se
vive en nuestro medio es que tales repudios hacia el fascismo o nazismo
islámico de parte de marxistas y capitalistas son también expresados por
aquellos que en el mundo occidental se consideran como los herederos de tal
ideología derrotada en la segunda gran guerra y cuyos exponentes, de la misma
manera que Eco y Bush, hoy hacen fila para demostrar quien repudia mejor al
fundamentalismo islámico, con argumentos
diferentes, es cierto, pero que en la práctica representan una misma cosa.
Tenemos al respecto el caso patético de la
Sra. Marine Le Pen, a la que habitualmente
se ha caracterizado como la heredera de tal ideología, que hoy lejos de adherir
a tal expresión surgida en otro universo cultural, por el contrario convoca a
endurecer aun más la posición de Europa en contra de la misma poniéndose a la
cabeza de quienes abiertamente promueven invadir con tropas al mundo musulmán
rebelde que se opone a la democracia. Y ni qué decir de los grupos racistas ‘arios’
o ‘indoeuropeos’ para los cuales, a diferencia de lo que manifestara el maestro
Evola, en tanto seguiría aun vigente en el mundo la antítesis entre arios y
semitas, las acciones de tal ideología no serían otra cosa sino un zarpazo más
en contra de la raza blanca producido por tal raza enemiga. A los mismos no se
les cae la cara de vergüenza en seguir diciéndonos que todos los ataques
producidos fueron hechos a propósito por los semitas en contra de los blancos
sea de los EEUU como europeos para destruirlos, como si acaso no fuese la
democracia la peor forma de destrucción que se conozca y no hubiese sido
justamente en tal universo en donde se produjo en sus diferentes formas tal
anomalía.
Este error de perspectiva en los fascismos europeos debe hallarse en
sus mismos orígenes. Mucho tardaron los fascismos en comprender que sea el
nacionalismo como la democracia en cualquiera de sus formas eran productos de
la modernidad y que lo que en cambio debía dirimirse en combate eran
concepciones del mundo diferentes. Es de destacar cómo por ejemplo en nombre de
tal nacionalismo, que en algunos casos asumió forma de racismo obtuso y
biológico, la Italia
fascista estuvo a punto de aliarse con la Inglaterra democrática en una invasión originada
por la ocupación de Austria por parte de Alemania. Del mismo modo -y ya
declarada la guerra- se ha sabido que hasta último momento (y tal habría sido
el motivo verdadero del viaje de Hess a Inglaterra) era un proyecto de Hitler
unir a los arios ingleses con los alemanes en una lucha común y racial en
contra de los semitas y de los pueblos por éstos influidos, como las mismas
razas mediterráneas y latinas del sur, que curiosamente eran los que más adherían
al fascismo. Y ni qué decir del error cometido por el mismo Mussolini de haber
resignado el poder ante una elección ‘democrática’ efectuada por un Consejo
superior que tenía funciones resolutivas menoscabando así su condición de jefe.
Fue recién en los finales de la guerra cuando gran parte de estos errores
pudieron ser superados aunque tardíamente, en especial cuando un movimiento
militar como las SS se convirtió en multirracial agrupando a las personas no
por la etnía a la cual perteneciesen sino por la concepción del mundo a la cual
adhiriesen.
El fascismo islámico hoy tiene una ventaja sobre el europeo. No tiene
necesidad de purgar la herejía nacionalista pues tiene en claro que el
nacionalismo y la democracia son formas y manifestaciones del mundo moderno o
infiel en contra del cual combate y entre sus filas hay ya desde ahora personas
de todas las etnías.
Marcos Ghio
29/06/15
3 comentarios:
Estimado:
¿ha leído la nota del enlace, de LA Naciòn del sàbado?.
¿Què piensa del ùltimo pàrrafo que alude a la envidia que sufrirían los integristas islámicos respecto de la felicidad occidental moderna?.
http://www.lanacion.com.ar/1807423-todo-el-mundo-se-cree-con-derecho-a-ser-feliz
El hombre moderno cree ser feliz del mismo modo que creía serlo el esclavo encadenado de la caverna platónica. No hay felicidad allí donde el hombre no encuentre ante sí valores absolutos. La felicidad del moderno es el aturdimiento, el olvido y el desconocimiento respecto de tal dimensión. Es por lo tanto un alucinógeno. No creo que un fundamentalista islámico envidie tal cosa.
Umberto es sin H
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