LOS ÚLTIMOS 33 AÑOS DE HISTORIA
DEL DOMINGO DE GLORIA AL ‘MIÉRCOLES DEL PLACER’
Días pasados un amigo de Brasil nos manifestaba su asombro ante los
desencadenamientos últimos que en la Argentina asumía el proceso democrático, en
especial luego de haber presenciado escenas del patético ‘Miércoles del placer’
ofrecido en la Facultad
de Ciencias Sociales, a la que se conoce vulgarmente por el segundo nombre,
puesto que cada vez tiene menos que ver con el primero. Para aquellos que no
están al tanto del tema el asunto fue el siguiente. En una cátedra denominada ‘Cuestiones
de sexo y género’ (o algo parecido), un grupo de lesbianas y prostitutas, que
al parecer participarían de la misma, efectuaron escenas de sexo explícito o
pornografía, pero no en un aula cerrada, tal como hubiera tenido que ser en
caso de haberse tratado de un ‘contenido académico’, sino en los mismos
pasillos de la facultad y a la vista de todo el mundo, luego de haberse
publicitado vastamente el evento, por lo cual bien podía haber concurrido
público curioso en general y de todas las edades. Luego de este hecho realmente
asombroso acontecido en una entidad pública, rentada por todos nosotros, fue
interesante comprobar las respuestas y críticas dirigidas desde el espectro en
que se divide nuestra plural democracia. Tras haber previamente puesto bien en
claro que quienes critican a la pornografía son ‘pacatos’ y desconocedores de
un fenómeno que sería, según ellos, universal, la izquierda que hoy nos
gobierna en todos los niveles y que, tal como veremos seguidamente, es la
consecuencia natural y dramática de nuestra aplastante derrota en la guerra de
Malvinas, objetó el evento con los siguientes argumentos. Para los trotskystas
que dirigen el Centro de Estudiantes de esa facultad se trató de un atentado en
contra del pluralismo y la democracia, no por haber conculcado elementales
normas de pudor y decencia, sino por simples cuestiones de higiene, en tanto
que ‘les orinaron y mancharon con semen (parece entonces que había algún varón
en el evento) los volantes y las mesas que ellos utilizan para adoctrinar’, es
decir que ellos también se cuidaron especialmente por no aparecer como conformistas;
en cambio la otra izquierda, la oficialista y menos osada que la pornográfica o
la trotskysta, consideró que no estaba mal el evento, en la medida que era una
expresión más del pluralismo democrático, pero que lo cuestionable era hacerlo
en público y no en un aula cerrada.
Ante lo cual y para evitarnos confusiones, los protagonistas del hecho
nos dieron inmediatamente una explicación. Por boca de la lesbiana de Cataluña,
especialmente venida al país para participar del espectáculo, junto a su grupo
y con todos los gastos de viaje y estadía pagos (por todos nosotros), de nombre
Uko, quien se hizo muy famosa por haberle introducido un micrófono en el cuerpo
a su compañera de escena, pero eso sí, ‘artísticamente’, pudimos saber que lo
que ellos practicaban no era simplemente pornografía, sino postpornografía. Es
decir un fenómeno parecido a lo que hoy acontece con la modernidad en su actual
expresión ‘post’. Así como la postmodernidad no es la negación, sino la puesta
a tono y profundización de aquellos principios que se encontraban latentes en
la modernidad, aquí acontece lo mismo en materia de sexualidad en tanto que esta
última, en especial luego de Freud, había convertido al sexo en la energía
primaria que debe desplegarse por todas partes por representar, en tanto principio
de placer, el eje principal de lo que significan la vida y el progreso. Por lo
tanto el mismo no debe ser ‘reprimido’ en modo alguno, sino por el contrario
llevado a todos los niveles de la existencia, en especial en aquellos que por
prejuicio o timidez no habían sido aun invadidos por tal forma benéfica. Lo
cual es profundizado por el post que quiere llevar hasta sus consecuencias finales
y últimas lo formulado por el fundador del psicoanálisis: en tanto la
sexualidad es la energía primaria del fenómeno de la existencia, todo, absolutamente
todo debe ser sexualizado, no debiendo existir más la barrera entre lo público
y lo privado, entre el hombre y la mujer, entre el ser humano y las demás cosas
que lo rodean, los cuales deben dejarse llevar plenamente por tal fuerza
superior y formativa. La imagen de un video de ‘ecosex’ difundido por el
postporno es ilustrativa al respecto. Se ve allí a un hombre varón bien
constituido y ‘ario’ teniendo sexo y entrando en orgasmo con la misma
naturaleza a la que se califica también como madre y que, en tanto sexualizada,
se convierte en objeto de estímulo y deseo y con la que se siente tan identificado
en modo tal de disolverse en ella en forma extática y como si se tratase de una
misma cosa. Previamente a tal imagen es una mujer la que hace lo mismo. El sexo
deja así de ser una actividad efectuada entre dos personas que representan
polaridades opuestas y diferenciadas para convertirse en cambio en una potencia
impersonal bajo la forma de una especie de mística uniformadora y masificada en
donde los sujetos y las mismas diferencias de género quedan disueltos. Un
fenómeno parecido y subsidiario lo presenciamos en las actuales danzas modernas,
en especial en la música electrónica, en donde los participantes se agitan
incesantemente con independencia de quienes los puedan acompañar en la ocasión.
En tales danzas es el ruido incesante y monótono el que atrapa al participante
manteniéndolo en un estado de posesión que en algunos casos, debido a su
intensidad, ha llegado incluso a su muerte. Ha desaparecido así el carácter
activo del yo, lo mismo que en tales expresiones extáticas de música,
habitualmente acompañadas de estupefacientes, la sexualidad se convierte en un pasivo
dejarse llevar y poseer por una fuerza anónima y superior a nosotros que nos
controla y gobierna.
A esta altura del relato resulta claro -y volviendo al inicio de la
nota- que, en tanto lo óptimo se corrompe, la consecuencia no es lo simplemente
malo, sino lo pésimo. La
Argentina tuvo su oportunidad superlativa, su gran domingo de
gloria por el cual, a diferencia de otras naciones de América, se le presentó
la oportunidad de derrotar al mundo moderno representado por el colonialismo
británico y los valores por éste incorporados a nuestro acervo y territorio
reconstituyendo en manera viril y no pasiva, extática y matriarcal, lo que
fuera el antiguo imperio hispanoamericano. En la guerra de Malvinas, salvo una
pequeña excepción que no viene al caso mencionar, toda América estuvo detrás de
tal osada decisión argentina de querer romper con una claudicación centenaria
hacia nuestra historia al aceptar convertirnos en un rosario de republiquetas
modernas, democráticas y competitivas. Lamentablemente el espíritu femíneo de
la rendición, el pañuelo blanco agitado dramáticamente por el miedo que
conllevaba la acción de morir combatiendo hasta el final, primaron en ese
entonces y los resultados finales no se habrían de hacer esperar con el tiempo.
El virus democrático, representado por el principio materialista y matriarcal,
avanzó luego a pasos agigantados en todos los niveles, tras haberse quebrantado
abruptamente el principio viril. Hubo algún conato de resistencia representado
por los movimientos militares carapintada que en otras partes de América
prosperaron mejor, aunque, por haberse apartado prontamente de su origen,
terminaron en manera degenerada en la forma del chavismo, que no es sino un modo
de populismo peronista aun más desembozado y vergonzante que el de su
predecesor. Finalmente en la
Argentina los que se rindieron en Malvinas terminaron de
hacerlo con los diferentes gobiernos democráticos a los que incluso llamaron a votar
en algunos casos. No es de extrañar entonces que aquellos que prefirieron la
vida y la paz hoy se vean plasmados en tales expresiones de mística panteísta post
sexualizada en donde la vida y la
Madre naturaleza en la que el sujeto arriba a disolverse lo
es todo, en vez que la gloria, el heroísmo y el honor militar.
Marcos Ghio
6/07/15
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