EL ESPÍRITU
ES LA MÁS
FUERTE DE LAS
FUERZAS
El
título de esta nota pertenece a “El problema de la decadencia” artículo de
Julius Evola publicado por EdicionesTeseo, Bs. As., 1997, junto con otros
artículos bajo el nombre de “Jerarquía y democracia”.
En
ese artículo Evola nos dice: “Allí donde el espíritu, concebido como la
tradición lo quiere, es decir como la más fuerte de las fuerzas, hubiese estado
realmente presente, al mismo no le habrían faltado los medios en más o en menos
invisibles, directos o indirectos, para alcanzar una superioridad técnica o
material.”
Esto viene a cuento porque hay mentalidades modernistas y materialistas
preocupadas por determinar de dónde el Estado Islámico y los otros movimientos
islámicos fundamentalistas obtienen sus recursos materiales, y al efecto
elucubran las hipótesis más absurdas. Esos divulgadores de fantasías y
mentiras, ajenos a todo lo sobrenatural, ignoran la fuerza espiritual de la
cual son portadores los heroicos yihadistas. Esa fuerza espiritual les otorga
una inmensa superioridad en el campo de batalla frente a soldados para quiénes
solo existe lo material y huyen despavoridos entregando su material bélico,
abandonando campos petrolíferos, pueblos y ciudades. La fuerza espiritual se
transforma pues en proveedora de lo técnico y material, y a ello debemos
agregar las influencias invisibles de lo alto que mueven el sacrificio heroico
de los mártires.
El
espíritu en su más profundo sentido tradicional, no es algo que está navegando
por los cielos, como lo interpretan modernas corrientes “espiritualistas”, y
religiones que separan al cielo de la tierra, sino por el contrario, adquiere
su verdadera dimensión enraizándose en el estado, en la guerra, en la política
y en las instituciones, e infundiéndoles de esta manera, el crisma sagrado de
lo trascendente.
Las civilizaciones que a lo largo de la historia han caído y han sido
vencidas por la fuerza militar y material se encontraban en una situación de
abandono de los principios tradicionales y con un déficit espiritual que las
carcomía. Así ocurrió, por ejemplo, con las civilizaciones americanas y con la
India. Con las primeras bastaron unos pocos centenares de heroicos guerreros
armados con algunos arcabuces y montados en unos pocos caballos; para
conquistar la India fueron suficientes algunos regimientos ingleses. En ambos
casos faltó totalmente una resistencia espiritual.
La
civilización islámica también atravesó un período d algunos siglos de
decaimiento espiritual y de pérdida de valores tradicionales por lo cual
sucumbió ante la superioridad material de las potencias colonialistas, pero
supo reaccionar y a partir de la Hermandad Musulmana, ya avanzado el siglo XX, y
fracasado el nacionalismo moderno, laico y promarxista, reemprender el camino
de la Tradición. Ese reencontrarse con la potencia espiritual es lo que tiene
confundidos a muchos, que sumergidos en la cueva de Platón, ignoran lo que es
la luz.
Esperamos que la potencia espiritual lleve a la concreción de una gran estrategia
de carácter universal, que supere los límites de la “umma” ( la comunidad de
los creyentes), pues es la única forma de derrotar a la globalización
materialista que hoy pretende gobernar el mundo.
Señores marxistas, progresistas, nacionalistas, religiosos güelfos,
identitarios europeos, prorrusos, prochinos y geopolíticos, terminen con tanto macaneo. Es hora de que
por lo menos empiecen a sospechar que la fuente de los recursos del
fundamentalismo islámico se encuentra en la perenne, eterna e inagotable fuerza
espiritual de la Tradición.
San Carlos de Bariloche, 15 de junio del
2015.
JULIÁN
RAMÍREZ
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