LOS DOS
ASPECTOS DE LA
RELIGIÓN
En
la guerra de civilizaciones en curso, es decir, entre la civilización
tradicional, hoy manifiestamente representada por el fundamentalismo islámico
por una parte, y por la otra la civilización moderna, representada por el
conjunto del mundo sometido a lo material, económico, laico, democrático y
puramente inmanente, el tema de la religión ocupa un lugar decisivo y esencial.
No
se puede combatir a la modernidad ni rebelarse contra ella sin un claro
convencimiento de la existencia de una realidad sobrenatural, suprarracional y
trascendente, y ello nos lleva inmediatamente al plano religioso. La religión,
por lo menos, siempre es algo más que la chatura gris y mediocre de la vida
puramente inmanente de la sociedad moderna y significa un buen punto de partida
para los que puedan alcanzar un nivel espiritual superior y de orden
metafísico.
La
religión tiene dos aspectos, el primero y esencial es el vínculo con la
divinidad, el segundo y subordinado al primero es el de actuar como vínculo
entre los hombres. De esta manera la religión es Tradición e informa toda la
estructura estatal, social, institucional, usos y costumbres.
No
ha habido civilización que no haya sido fundada sobre una religión, constituyendo
a tal efecto una anomalía lo que sucede con la civilización moderna que ya
carece de ella, lo cual nos anticipa su derrumbe, que no será automático sino
en la medida en que esté organizada la elite que lo lleve a cabo.
Nosotros, los hispanoamericanos, los que pretendemos luchar contra el
mundo moderno, nos enfrentamos con un profundo drama. Nuestra religión
histórica, el catolicismo, está dirigido por una iglesia que a lo largo de los
siglos ha ido perdiendo su vocación tradicional y trascendente, y hoy se
encuentra reducida a una simple actividad de asistencia social, predicadora de
la democracia y de los derechos humanos, de un pacifismo llorón y sumiso e
integrada a la modernidad. Este catolicismo pervertido no nos sirve. No nos
queda más remedio que afrontar la situación al margen de todos sus
representantes sacerdotales y en contra de ellos. Un catolicismo heroico, viril
y guerrero debe ser construido basándonos en nuestras propias fuerzas.
Pero, ¿hay algo que pueda servir de sostén y punto de partida? A este
respecto hay un hecho visible y manifiesto en todos nuestros países, nos
referimos al culto mariano. Desde México hasta la Argentina el culto a la
Virgen María tuvo y tiene una amplia difusión, exteriorizándose en visibles y constantes manifestaciones de
fe que mueve multitudes y está muy enraizado en nuestra América más profunda.
Pero para ello habría que superar sus tendencias femíneas y consoladoras, de
simple devoción y de sumisión. Así podría servir para empresas de más alto
nivel heroico y guerrero. No olvidemos que la transitoria recuperación de las
Islas Malvinas por parte de la Argentina fue puesta bajo la advocación de la
Virgen del Rosario, todo ello traicionado por la jerarquía de la iglesia y por
el mismo Papa Juan Pablo II.
En
otras partes del mundo la religión sigue estando dormida o tal vez haya
desparecido. El Papa Benedicto XVI llegó a decir que Europa estaba
descristianizada y en esto coincidimos. Los intentos de algunos grupos en ese
continente de crear una suerte de neopaganismo no superan los límites del mundo
moderno. En la India, China y Japón no se advierten síntomas de reacción.
La
ventaja que en esta cuestión tiene el mundo islámico es que su religión se
mantiene presidiendo a la sociedad e informando sus instituciones, usos y
costumbres.
De
todas maneras desde nuestra Hispanoamérica, si verdaderamente queremos
enfrentar al mundo moderno y dejarnos de ensayos e improvisaciones, la cuestión
religiosa está en primer plano.
San
Carlos de Bariloche, 6 de Julio del 2015.
JULIÁN RAMÍREZ
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