MARX Y HEIDEGGER
Ampliando algunos conceptos de nuestra conferencia del
11/06/15 en la que nos referimos a las relaciones existentes entre la filosofía
del joven Heidegger y la corriente de izquierda fascista que hoy adhiere a la
postura neobolchevique del pensador ruso Dugin, extractamos unos pasajes
ilustrativos que nos muestran los vínculos estrechos que la misma posee con el
marxismo.
Carlos Astrada fue un
notorio filósofo argentino del pasado siglo que estudiara en Alemania con
Heidegger y que al mismo tiempo adhiriera en vida al marxismo leninismo y en las
últimas etapas al maoísmo más crudo. Su importancia entre otras
cosas estriba en habernos señalada las grandes cercanías que existen entre
ambos pensadores a los cuales erradamente, desde el campo de lo que ha dado en
llamarse el pensamiento alternativo, se ha querido contrastar. Se conserva de él
una importante conferencia brindada en 1933 que se titulara ‘La praxis en Heidegger y en Marx’ y que
fuera reeditada en un libro titulado ‘Martín
Heidegger’, Buenos Aires 1970, pgs. 163-174.
De la misma
extractamos los siguientes pasajes.
‘El hombre, como bien lo ha visto Heidegger, existe como teorético de la
práctica. El mundo de los fenómenos es inferido, no por la consideración
teorética, sino por la actividad manual del hombre…. Este hombre, que por una
necesidad pragmática existencial, infiere y toma posesión de las cosas de su
ámbito inmediato es el homo oeconomicus
de Carlos Marx. Éste nos ha dicho en una de sus Tesis sobre Feuerbach (la
II ), que ‘la cuestión de saber si el pensamiento humano puede
llegar a una verdad objetiva no es una cuestión teórica, sino práctica. Es en
la práctica donde tiene el hombre que probar la verdad de su pensamiento’.
Heidegger coincide con Marx asimismo en su modo de
comprender la historia. Para este último la existencia humana es una existencia
primariamente histórica. La historia es, según Marx, una categoría fundamental
del ser humano. No otra es, ya en una dimensión estrictamente ontológica y
definida, la interpretación de la historia –de la vida histórica- que nos
ofrece Heidegger. La historia no es para éste una cosa pasada… El sentido
esencial de la existencia humana es su historicidad. Por historicidad debemos
entender un sujeto que no es acósmico, sin mundo, sino histórico por participar
de la historia, en tanto es un ente que está en el mundo.’
Es decir que, sea
Marx como Heidegger, reducen al ser humano al factor histórico y mundano, no
existe para el hombre algo que vaya más allá de la historia, del tiempo y del
mundo. Del mismo modo que la praxis, comprendida como la oscura necesidad
determinada por la economía, es el destino del hombre para ambos pensadores.
Y agrega: ‘El mundo no constituye para el hombre una
cosa presente que desde una perspectiva teorética llega a ser objeto de su
consideración, sino que este mundo es inferido y descubierto como sustrato y
complejo de sus preocupaciones de índole pragmática existencial. No se trata de
una interpretación teorética del mundo creado, sino de modificarlo, recrearlo
para apropiárselo conforme a una finalidad.’
Una vez formulada la
primacía de lo práctico sobre lo teórico, al revés exacto de la metafísica
tradicional para la cual es lo teórico lo que prima sobre lo práctico. Sólo le
resta adherir a la otra consecuencia del marxismo que es la superioridad de lo
social, ‘del pueblo’, y en última instancia de la masa sobre la persona. Veamos:
‘Es una de las comprobaciones fundamentales de Heidegger que el existir
es un existir con otros, un coexistir…. La existencia es un acaecer con otros,
un coacaecer determinado como destino. ‘Con esto, dice Heidegger, designamos el
acontecer de la comunidad, del pueblo’.
… De este modo Heidegger rompe con los postulados del idealismo…. Éste hizo de
un sujeto acósmico, sin mundo (sin los otros que nos determinan con sus
votos) la sustancia pensante. El yo era
para el idealismo (y para toda la
filosofía anterior) la base de la
filosofía. Heidegger disuelve la sustancia pensante en las estructuras de la
existencia, reduciéndola a mero momento inmanente de ésta. Destruye la
supremacía del yo (es decir impone a la masa como sustituto, convierte el
conocimiento en social y no en individual) en
torno a la cual se había centrado la filosofía anterior a él. ‘La sustancia del
hombre, nos dice, no es el espíritu como síntesis de cuerpo y alma, sino la
existencia’ (y ya hemos visto que la existencia es un existir con otros,
entidad ésta que suplanta a lo que es nuestro espíritu propio, para
convertirnos en sujetos perfectamente masificados o socializados).
El punto de partida de la filosofía de Heidegger,
ahincado en la determinación del ser de la existencia humana en relación a su
mundo circundante (nuevamente
es el mundo circundante el que determina como un destino a mi existencia) implica (como no podía ser de otra
manera) una radical ruptura filosófica
con la tradicional posición antimaterialista y humanista liberal de las épocas
anteriores.
Digamos que en todo
caso termina con lo poco de bueno que podía haber tenido aun el liberalismo que
era considerar que el hombre era un sujeto libre no determinado por la masa y
por el mundo de la producción y el trabajo.
Por último Astrada reconoce que, una vez
arribados a estos acuerdos esenciales, sin embargo los caminos de Heidegger y
Marx se bifurcan. Marx fue más coherente que el existencialista alemán en
llevar la praxis hasta sus consecuencias finales a través de la militancia revolucionaria
en la Internacional comunista, en cambio Heidegger quiso, a partir del
descubrimiento del Dasein, reconstruir la metafísica con los resultados
conocidos.
Sin embargo aun
reconociendo tales diferencias, indudablemente
debemos señalar que el texto de Carlos Astrada ha sido sumamente útil para
poder entender el uso que de Heidegger intentan hacer actualmente sectores de
la nueva izquierda, los que hasta hace poco se autotitulaban como de la Nueva derecha.
Marcos Ghio
14/06/15
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