DERECHA Y TERCERA VÍA
Días pasados fuimos invitados a
hablar en un centro cultural de una localidad suburbana de Buenos Aires en
donde, ante un auditorio principalmente de jóvenes, se nos pidió, luego de
haber concluido nuestra exposición, si podíamos extender por escrito algunas de
nuestras reflexiones sobre el tema de la dicotomía izquierda y derecha vista de
la óptica tradicional y evoliana. He aquí la primera de nuestras reflexiones.
Los que participan de la opción conocida como de la tercera vía parten
de un error sustancial de carácter doctrinario consistente en aceptar las
reglas de juego que la modernidad, es decir el sistema actual que nos
esclaviza, ha impuesto en materia de ideologías y posturas políticas.
Se supone falsamente que, en tanto el liberalismo sería la derecha y el
marxismo la izquierda, y en la medida que se trataría de partes por igual de un
sistema con el cual hay que contrastar, debería sostenerse el viejo slogan de
que ‘no somos ni de izquierdas ni de derecha’. Ante lo cual lo primero que
habría que decir es que tales atribuciones de izquierda y de derecha que hoy se
efectúan no pertenecen al orden normal de lo que las cosas son, sino el
producto de una serie de distorsiones de la realidad a las cuales nos tiene
acostumbrado el mundo moderno. Para éste, en tanto entidad unidimensional que
rinde culto a la historia y por lo tanto a lo que es meramente temporal y
mutable, regiría en todas partes el relativismo y no existirían significados
unívocos de las cosas, sino que los mismos tendrían que ver con las
circunstancias que suceden que, en tanto vertiginosamente cambiantes, estarían
vinculadas con modas y caprichos, es decir con cuestiones más accidentales que
con esencias propiamente dichas. De acuerdo a la cosmovisión que comparten de
manera fanática y acrítica todos los integrantes del mundo moderno en
unanimidad, en el universo no regiría un orden fijo de las cosas sino algo así
como un caos creador que lo modificaría absolutamente todo pero de manera
automáticamente benéfica sucediendo tal cosa aun con el significado de las
mismas palabras, en modo tal que hoy día solemos presenciar que ideologías
políticas que fueron habitualmente y con razón reputadas como de izquierda, tales
como el liberalismo o el bolchevismo comunista, han pasado a convertirse sin
más y con el tiempo como en expresiones de derecha en tanto defensoras del
statu quo en un universo al que se reputa cambiante absolutamente, es decir en
tanto representantes del gobierno o del grupo de personas que se encuentra detentando
el poder y que no serían suficientemente mutables en función del proceso que se
estimula. Y a su vez, en razón de este culto por lo accidental en donde la moda
y lo novedoso resulta lo más aceptable de todo, de la misma manera que sería
muy bueno ser joven y tremendamente malo ser anciano, sucede que también no
haya prácticamente nadie que hoy en día quiera recibir el nombre de derecha y
que inmediatamente corrija al que se lo achaca como si se tratase de un insulto
recibido y diga que en todo caso se trata de una persona de centro o moderada.
Es decir que la realidad es que las ideologías modernas en el fondo son todas
de izquierda puesto que es lo propio de tal concepción del mundo (recordemos
que moderno es lo relativo al modo, es decir a lo que cambia y muta con el
transcurso del tiempo), discrepando tan sólo en el temperamento con el cual se
quiere adherir al mismo, es decir que se puede ser moderado en la aceptación
del movimiento o en cambio impulsivo e impaciente en cuanto a su consumación: en
esto en el fondo se encontrarían las diferencias entre las distintas ideologías
modernas. Por lo cual y como una primera aproximación podemos decir que el
movimiento que se titula a sí mismo como de tercera vía o tercera posición en
última instancia concuerda con la modernidad en reputar a la derecha como una
cosa mala y despreciable y si bien pareciera hacer lo mismo con la izquierda
sin embargo, justamente en tanto es moderno en el fondo, ha habido casos muy
conocidos por nosotros de personas de tal corriente que no han hesitado
finalmente en reputarse como de izquierda o afines con ciertas formas de tal
ideología, tales como los nacional comunismos, los eurasianismos o los
fascismos abiertamente de izquierda y montoneros. Y podríamos agregar también
que tales movimientos son también democráticos pues aceptan sin más el dogma de
la soberanía popular y que la mayoría de ellos participan de actos electorales
organizados por el sistema.
Absolutamente opuestas a todas estas posturas modernas, llámense de izquierda,
de falsa derecha o centro, o de tercera vía en todas sus distintas
manifestaciones, es el pensamiento tradicional evoliano (1). Para el mismo
derecha e izquierda, más que modos o modas políticas relativas e
intercambiables, son dimensiones
metafísicas contrastantes y de carácter absoluto y unívoco. Aceptar las
calificaciones y descalificaciones antes mencionadas es sucumbir al culto
propio de la modernidad. Desde la óptica tradicional por izquierda debe entenderse
algo mucho más vasto y abarcativo de lo que hace en cambio el punto de vista
moderno: se trata del mundo del caos y de lo que no tiene forma, es decir de la
materia, de aquello que en cuanto pura potencia marcha en manera irreversible y
acelerada hacia la nada o a la autodestrucción, a no ser que una forma se le
imprima y ordene otorgándole un sentido propio. La adoración de la materia y de
sus expresiones, tales como el tiempo, el cambio y el movimiento es lo propio
de la izquierda. Se trata en el fondo de una expresión religiosa (en tanto fundada
en una fe) de carácter materialista (de mater= madre y por lo tanto lo relativo
al matriarcado comprendido como la sociedad igualitaria y comunista) que rinde
culto a aquello que es sin forma, por lo tanto a la masa votante y a su
principio propio que es la igualdad y a su manifestación política consecuente
que es la democracia, sistema éste compartido también por todas estas distintas
ideologías de manera por demás fanática, en modo tal que así como un teísta
cree que Dios es la única realidad buena y verdadera, para el materialista ésta
es la democracia, siendo todas las demás formas de gobierno concebidas como
experimentos fallidos, o en todo caso fenómenos del pasado que, a través del
ensayo y error de carácter evolutivo, nos han conducido a este mundo magnífico
y cada vez más perfectible que es la democracia.
Derecha en cambio es lo relativo al cosmos, al orden, a la jerarquía y por lo tanto a la
desigualdad pues es un hecho irrebatible mostrado por la misma experiencia que
donde existe humanidad es donde encontramos más desigualdad que en cualquier otro
orden de la naturaleza. La primera y principal de las desigualdades es, tal
como decía Platón, entre quienes son capaces por naturaleza propia de
gobernarse a sí mismos y los que en cambio precisan que sean otros los que lo
hagan, teniendo por lo tanto como propio
la forma de gobierno aristocrática e imperial, la cual, es bueno decirlo, fue
la que existió siempre en la humanidad, salvo y con distintos altibajos en los
últimos 200 años de subversión moderna extrema y de izquierdas, es decir de
aquello que los clásicos calificaron como le edad del hierro en su fase más
sombría y crepuscular o el Kaliyuga. Puede decirse sin lugar a dudas que el
pensamiento tradicional es de derecha en el sentido estricto de la palabra
porque significa jerarquía y por lo tanto niega
de manera absoluta el dogma esencial en que se funda el mundo moderno en todas
sus variantes variopintas, sea liberales como marxistas o de la autodenominada
tercera vía (2). Desde un punto de vista tradicional lo que distingue a la
izquierda de la derecha es que mientras que la primera cree en el dogma de la
igualdad y por lo tanto en que la soberanía proviene del pueblo o masa votante,
la derecha en cambio sostiene el principio de que la soberanía viene de lo
alto, de Dios expresado en la figura del jefe, caudillo, califa o emperador, de
acuerdo a las distintas formas en que se ha expresado la Tradición , el cual debe
encontrarse rodeado por un consejo de sabios, los filósofos de los cuales
hablaba Platón, es decir el sistema aristocrático y no democrático de gobierno.
(1) Usamos la palabra evoliano como aditamento de
tradicional debido a que este último término ha padecido una serie de
confusiones semánticas asimilándoselo muchas veces con el folklore o con el
integrismo católico güelfo que se encuentra en nuestras antípodas.
(2) Por tercera vía debemos entender actualmente a
todos estos grupos de origen europeo identitarios sea los pro-rusos como los
que no lo son, pero que en el fondo comparten por igual la devoción moderna por
la democracia, la que practican electoralmente toda vez que se le presenta la
ocasión. Esto se debe principalmente a la influencia nefasta que ha tenido la Iglesia católica (no el
catolicismo como religión que debe ser distinguido de su expresión güelfa) que
nunca y en ninguna de sus encíclicas, aun en épocas mejores de la actual como
la del Sillabus, condenó explícita y
frontalmente a la democracia, sino que abrió las puertas a la posibilidad de la
existencia de una democracia buena y digerible.
Marcos Ghio
27/09/15
1 comentario:
Profesor Ghio:
he tenido noticias de que alguna vertiente del integrismo islàmico està buscando volver al patròn oro en lo monetario. Pero ¿no es justamente contra el patròn oro que pelearon los movimientos nacionales en la dècada del 40 del siglo pasado, en especial el nacionalsocialismo que buscò reemplazarlo por el patròn trabajo? ¿no alimenta èsto las sospechas de los conspiracionistas "putinistas"?.
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