TODA LA HISTORIA DEL MUNDO
La historia del mundo en el que vivimos se podría reproducir toda en
los siguientes renglones. En un tiempo muy remoto, imposible de determinar con
exactitud, se produjo, en el caos y en la materia que le preexistía, una tremenda
explosión cuyos efectos aun no han terminado y durante el transcurso de la
misma el Yo vino a la vida. Ante esta abrupta y repentina situación, luego de
haberse inventado una serie de coartadas justificatorias, empezó a cuestionarse
respecto del porqué de este hecho y, ya siendo existencialista, protestó por no
haber sido consultado por esta decisión trascendental. Luego y en tanto no
encontraba ni razones ni respuestas satisfactorias, se resignó a tal situación.
Aceptó así que lo imposible es real y que por lo tanto ‘estamos condenados a
ser libres’, es decir terminó claudicando ante una contradicción en los
términos, pues libre verdadero es sólo aquel que no es determinado por otro y
que allí donde encuentra un límite a su accionar y decisión, su libertad cesa
para convertirse en necesidad.
Sus discípulos y seguidores profundizaron en tal claudicación. Si ser
libre significa cumplir con la condena de estar vivos, entonces de lo que se
trata es de ser primus inter pares, es
decir, ser como aquel condenado de la caverna platónica que ganaba en las
competencias por prever los movimientos de las sombras que pasaban ante sí. O
también, tal como dijera un antiguo poeta latino y se reprodujera como premisa postmoderna
en una importante cinta, carpe diem,
disfruta del día, acepta cumplir con la condena irreversible de vivir, y hazlo
con la mayor de las intensidades.
Dentro del espectáculo de deformación masiva en que hoy se ha
convertido la televisión, un pretendido filósofo de tal vertiente, de apellido
largo e impronunciable, nos explicaba la aplicación de esta postura en lo
relativo a la elección sexual. ‘No hemos decidido nosotros entrar en este
cuerpo, sino que nos hemos encontrado en él y, tras haber sido condenados a
ello, aparece luego el tiempo de nuestra libertad que consiste en construirse
una serie de identidades a partir de una materia preexistente a ser modelada’:
hermafrodita, zoofílico, gay, sadomasoquista, marimacho, etc., es decir una
interminable manifestación de expresiones de nuestra elección. Y dentro de tal
contexto de permanente agitación, en donde también se exalta el uso de la droga
para ratificar una vez más la propia libertad, un conjunto de figuras sórdidas y
provocativas aparecen en escena: mujeres con bigotes, hombres con curvas pronunciadas,
figuras esperpénticas de los más diversos colores y finalmente una joven que
muere de sobredosis por querer llegar a Plutón.
¿Y si en vez de representar agitación sin sentido, construcción
desaforada, esfuerzos pronunciados por llamar la atención, la libertad fuese en
cambio reconocerse por lo que se es? ¿Y si en vez de haber sido condenados a
estar aquí hubiésemos sido nosotros los que lo resolvimos por espontánea decisión?
¿Y si aceptásemos entonces una libertad más plena que la que hoy se decanta, una
libertad que no fuese negada por una condena impuesta que nos hubiese sometido
a determinismo, sino que consistiese en cambio en reconocerlo todo como querido
y que el sentido de la existencia consistiese, en vez de construir
alocadamente, en recordar y hallar el significado de tal decisión? ¿Y si no
hubiese sido un azaroso big bang, sino una acción inteligente por la que, al
crearnos nosotros mismos el ser, hubiésemos querido ponernos a prueba? ¿Y si el
acto de encarnarnos -y aun en este tiempo en particular- hubiese significado haberse
propuesto una medida difícil como la de vivir circundado por un universo de
esclavos que suponen que son libres agitando las propias cadenas y que
pretenden llamar nuestra atención poniendo en evidencia sus miserias, todo ello
sin ser arrastrado por la corriente?
En un mundo de sordos, de aturdidos y de sofistas ser libres es ser
capaces de mantener encendida la luz.
Marcos Ghio
24/04/16
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