UNA
GRAN MENTIRA MODERNA:
LA SUPREMACÍA DE LA VIDA
FÍSICA
En tren de analizar las
mentiras de la sociedad moderna hoy nos ocuparemos de la desmesurada
importancia que se da a la defensa de la vida terrenal como si fuera lo más
importante en la existencia.
Todos los días nos enteramos
de llamados a su defensa. Tanto instituciones religiosas - incluídos el mismo
Papa Francisco - como sociedades civiles y personalidades de las más diversas
tendencias e ideologías compiten en demostrar quien lo hace mejor. Todo ello va
unido a constantes llamados a la paz invocando un pacifismo llorón y
sentimental ya que la guerra siega muchas vidas. No hay héroes guerreros y se
critica que los niños se entretengan con juguetes que tengan relación con
alguna fantasía bélica.
Se supone que un policía por el solo hecho de serlo esté inclinado a
matar, que las FF.AA. son instrumentos de toda inclinación a la muerte, que el
servicio militar obligatorio prepara militares que se dedicarán al daño contra
la vida, y hasta las organizaciones de
boys scouts preparan enemigos de la vida y de la paz inculcando el militarismo.
A todo esto no escapa la aversión hacia los uniformes, los desfiles con tono
marcial y las marchas militares.
Nos encontramos frente a una
ideología sostenida principalmente por el marxismo cultural y por el progresismo
cuyo objetivo es la destrucción de la sociedad civil y que se ha difundido
desde Gramsci y la "escuela de Frankfurt". La negación de toda
realidad sobrenatural ha llevado a la hipervaloración de la vida natural,
física y biológica y frente al hecho fatal de la muerte se mira hacia otro lado
como si no existiera, como si fuera una pesadilla pasajera frente a la cual es
mejor divertirse y pasarla bien. Preguntando a una persona que pensaba hacer
después de la muerte, me contestó: "cuando llegue el momento lo
pensaré." Esta es la actitud del hombre moderno.
Muy otra es la concepción del espíritu tradicional. Desde
el punto de vista tradicional la vida física es un tránsito durante la noche en
medio de la obscuridad, y aquí estamos para en su transcurso construir la
posibilidad de la inmortalidad, que no es don gratuitamente otorgado a todos,
sino a unos pocos. Como se decía: "la vida en la tierra es milicia",
es lucha y combate para ganar lo que es más que vida, de esta forma muriendo se
vive. Santa Teresa de Jesús decía alentando a los varones de su época: "ya
no durmáis, ya no durmáis, que no hay paz sobre la tierra." La vida a la
que aspira el hombre moderno es la burguesa, placentera y consumista, que en
realidad es la paz de los sepulcros, ama esa vida que en realidad es la
verdadera muerte.
La verdadera vida es la de
los que han salido de la caverna del mito platónico: los héroes, los santos,
los mártires, los kamikazes, los shahid, los caídos en la guerra santa o en las
Cruzadas o combatiendo en las órdenes de caballería de nuestro mejor medioevo y
los samurais. También alcanzan la verdadera vida los contemplativos que en la
Tradición siguen esa vía, pero el tratamiento de esa alternativa escapa a la brevedad de esta
nota.
Lo dicho hasta ahora respecto
de la negatividad de los defensores de la versión moderna de la vida tiene su
aspecto positivo. Consiste en que con su mentalidad vitalista y pacifista
debilitan todo espíritu de lucha contra los verdaderos guerreros de la
Tradición. Por defender su vida terrenal no quieren arriesgarla en ningún tipo
de enfrentamiento contra quienes consideran que la vida futura es la más
importante, facilitando así las tareas de estos últimos. Que la guerra la hagan
los mercenarios y que se usen bombardeos y drones pero ni pensar en ir ellos.
"Animémosnos y vayan" decía un pensador político. Es que la defensa
de la vida física es producto de la cobardía implícita en la vida de los
modernos y eso los matará. "Quien quiere salvar su vida la perderá",
dice la sentencia evangélica.
Ningún moderno defensor de la
vida terrestre la va a entregar en defensa de la democracia, de los derechos
humanos, de la constitución o de la civilización. En cambio hoy día tenemos el
maravilloso ejemplo de quienes en el fundamentalismo islámico lo hacen por su
religión, convencidos, como lo estamos nosotros, que así superan la muerte y
logran la inmortalidad.
"Si ganas tendrán la
tierra, si pierdes ganarás el cielo; de todas maneras triunfarás", dice el
Bhagavad Gîta" en la epopeya hindú Mahabarata. Eso es lo que
metafísicamente enseñan todas las tradiciones en contra de lo sostenido por los
últimos hombres.
San Carlos de Bariloche, 25 de abril del 2016.
JULIÁN RAMÍREZ
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