TRUMP, PUTIN Y LA ASCÉTICA DEL DINERO
Ha quedado más claro que el agua hoy en día, salvo para los que son
ciegos, que finalmente las dos ideologías modernas, liberalismo y socialismo,
se encuentran hoy unidas en la figura de los dos jefes de Estado (en donde uno
de ellos se encuentra a punto de serlo) exponentes principales de las mismas.
Bien sabemos que, a pesar de las décadas enteras con que se nos viene
saturando desde diferentes medios expresando un horizonte mental digno de la
más tosca de las especies vacunas, que el problema principal de la alta
política no pasa por cuál es la fuerza que mejor motoriza el funcionamiento de
la economía, si el Estado o la iniciativa privada, sino por el más profundo de
todos, si es acaso la economía el
destino del hombre o en contraste con ello reputar que, en tanto no se la
ha convertido en potencia principal y excluyente, su mejor funcionamiento pasaría justamente por ser dirigida por una fuerza
que se encuentra ubicada por afuera y encima de ésta. En pocas palabras el
dilema no es Marx o Adam Smith, sino entre todos estos exponentes de la
modernidad y Platón. Mientras que los primeros manifestaban que los participantes
principales del mundo de la economía deben ser los que gobiernen una nación,
este último decía en cambio que tal función debía ser desarrollada por el
filósofo, es decir aquel que se encuentra afuera y por encima del mundo del
dinero. Es decir el dilema es si deben gobernar aquellos que mejor entienden de
economía o porque son excelentes planificadores estatales o porque han demostrado
gran sagacidad en hacer impresionantes negocios, o, por el contrario, aquellos
que en tanto han sido capaces de subordinarla y doblegarla en sí mismos pueden
hacerlo también en el resto. Y en tanto la economía no se ha convertido en el
problema excluyente y no son tomados más por ‘estúpidos’ quienes no creen que
lo sea, resolverlo se convierte por lo tanto en una cosa mucho más sencilla. Es
decir el dilema sería o hacer de la economía el factor prioritario y obsesivo
de la humanidad entera, o por el contrario desintoxicarla y convertirla en una
actividad más, y en la menos importante de todas. O también el dilema pasa o por
incrementar hasta las últimas consecuencias las necesidades del consumo a
través del martilleo incesante de los medios publicitarios, o en cambio lograr
un hombre que consuma en todos los casos lo menos posible, es decir
exclusivamente lo necesario para vivir y que entregue la mayor parte de su
tiempo a la oración y al interés por las cosas espirituales. En pocas palabras,
si un gobierno moderno, liberal o socialista, considera que lo que marca el
progreso de un país es el mayor aumento de la producción, en cambio uno de
carácter tradicional reputa que un país
ha progresado cuando se resuelve producir menos, ya que las necesidades de
consumo, en su gran mayoría impuestas y ficticias, han disminuido y los seres
humanos no necesitan rodearse de tantos objetos superfluos. Se trataría por lo
tanto de una sociedad en la que ser es más importante que tener.
Y también puede decirse en relación
a todo esto que hay dos formas de ascetismo posibles o el de aquel que ha
disminuido al mínimo indispensable lo relativo al plano material en donde rige
el factor económico, o por el contrario de aquel otro que ha visto en esto
mismo la razón última de su existencia. Este último tipo de sujeto es aquel que
ha hecho de la acumulación de bienes materiales buscados en sí mismos y con
independencia de su función última que es la satisfacción del elemento corporal
del hombre el móvil principal de todas sus acciones.
Enfatuados como nos encontramos de economicismo, el falso dilema, Marx
o Smith, socialismo o individualismo liberal, iniciativa privada o
planificación estatal han puesto en un falso contraste a la humanidad desde
hace al menos 200 años convirtiéndose en una discusión monotemática y aburrida
que siempre conduce a un callejón sin salidas. En el caso del liberalismo todo
pasaría por considerar que la iniciativa privada, que es egoísta por
naturaleza, reconvierte socialmente los intereses individuales en progreso y
bienestar general (la teoría de la armonía preestablecida o del dios coctelero
que vela por todos nosotros), o por el contrario el socialismo que considera
que como tal reconversión no sucede, finalmente dicha tarea debe ser obra de la
planificación estatal, generando así una casta de funcionarios que, en tanto
también partícipes de la mística del dinero, terminan enriqueciéndose tanto o
aun más que el empresario capitalista inescrupuloso. De esta manera se cumple
con lo formulado brillantemente por Nietzsche, el socialismo en última
instancia no es la negación del liberalismo, sino un liberalismo envidioso que
pretende ocupar el mismo lugar que el empresario capitalista.
Estos modelos consumados hoy se encuentran al frente de dos de los Estados
más poderosos del planeta (EEUU y Rusia) en la figura de Trump y Putin, dos
grandes multimillonarios y ricachones surgido el primero por la iniciativa
privada y el segundo por la gestión socialista del Estado. El norteamericano
promedio imbuido de siglos de economicismo exalta y admira de Trump la
capacidad de haber podido convertirse en un hombre de gran fortuna y suponen
algunos de ellos con verdadera ingenuidad, como sucede también aquí en la Argentina en donde otro
ricachón gobierna nuestro país, que en tanto ha hecho dinero no usará la
función pública para enriquecerse y que logrará que ese mismo éxito personal se
convierta en colectivo. Pero aquí debemos recordar una vez más que así como
existe una ascética de quienes prescinden del dinero reduciéndolo al mínimo
indispensable para subsistir en tanto dedican su actividad a las cuestiones del
espíritu, hay otra invertida, de la cual Trump es un ejemplo paradigmático, de
personas que en cambio lo buscan por sí mismo en la medida que les otorga
poder, por supuesto que material y no fundado en el prestigio o el carisma
espiritual.
Putin a su vez lo ha incrementado utilizando el mismo organismo
estatal. Bien sabemos que usando su poder coercitivo se ha hecho de riquezas
incalculables persiguiendo y confiscando bienes de empresarios exitosos.
Va a ser pues la primera vez en la historia, luego de las recientes revelaciones
de que Putin intervino en la campaña electoral norteamericana para favorecer el
triunfo de Tump, que los dos sistemas gemelos, basados recíprocamente en Marx y
en Smith, coincidirán en un plan conjunto de gobierno en tanto ambos han dado
prioridad a sus intereses económicos por sobre la ideología, instrumento éste
para engatusar a las masas. Es bien sabido que ambos tienen negocios conjuntos
en diversos países del mundo y en especial en la misma Rusia. Es decir con
Trump y Putin se demuestra por primera vez que no solamente liberalismo y
socialismo son ideologías gemelas, sino que además hacen buenos negocios
conjuntos entre sí.
Marcos Ghio
12/12/16
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