SEXO Y GÉNERO. COSMOS Y CAOS
La tan puesta en boga en estos días ideología de género no representa otra cosa que la consecuencia del nihilismo cuya primera versión fue el existencialismo del pasado siglo con Heidegger y Sartre que son los verdaderos padres de la postmodernidad.
Para los mismos el hombre es un ser lanzado al mundo con independencia de la propia voluntad y en el cual, tras habérsele impuesto tal hecho coercitivamente, tal tendencia continúa luego expresándose al pretenderse seguir ocultando esta situación y distraérselo con la construcción de una serie de 'relatos' distorsionadores y metafísicos, los cuales no pretenden otra cosa que perpetuar el olvido de que se trata de un 'ser para la muerte', es decir de un ente finito cuya única realidad es el aquí y el ahora en que se encuentra y que se reduce a tales percepciones inmediatas.
Que ante el olvido y la alienación respecto de tal situación, ante este 'genio maligno' que pretende impedirme saber que yo soy y que por lo tanto existo, tras haber tomado conciencia de ello, se trata de ejercer seguidamente la propia libertad tomando a la realidad no como un ente con sentido previo y dado de manera necesaria, sino como una materia que ocasionalmente debemos modelar de acuerdo a lo que somos o pretendemos ser.
La primera realidad con la que nosotros nos encontramos es con un determinado cuerpo (varón o mujer) en el que nos hallamos repentinamente de manera casual y sin haberlo decidido, de la misma manera que es también un producto del mero azar el hecho de que estemos viviendo aquí y ahora o que hayamos nacido en una determinada raza, o casta social; a todo lo cual hemos sido 'lanzados' con independencia de nuestra voluntad.
Que ante el olvido y la alienación respecto de tal situación, ante este 'genio maligno' que pretende impedirme saber que yo soy y que por lo tanto existo, tras haber tomado conciencia de ello, se trata de ejercer seguidamente la propia libertad tomando a la realidad no como un ente con sentido previo y dado de manera necesaria, sino como una materia que ocasionalmente debemos modelar de acuerdo a lo que somos o pretendemos ser.
La primera realidad con la que nosotros nos encontramos es con un determinado cuerpo (varón o mujer) en el que nos hallamos repentinamente de manera casual y sin haberlo decidido, de la misma manera que es también un producto del mero azar el hecho de que estemos viviendo aquí y ahora o que hayamos nacido en una determinada raza, o casta social; a todo lo cual hemos sido 'lanzados' con independencia de nuestra voluntad.
Por lo tanto ante lo que no es necesario ni natural no existen deberes que tengamos que cumplir o desplegar, sino por el contrario nuestro acto de existir libre consiste en modelar a partir de una materia dada con anterioridad respecto de la cual no hay nada que responder ni reconocer en tanto nos resulta ajena.
Frente al sexo heredado y que se nos ha impuesto al ser lanzados al mundo nuestra libertad y existencia consiste en construirse un género propio que se multiplica y diversifica de acuerdo a las originalidades de cada uno. A los primariamente conocidos como homosexual o heterosexual se le van agregando con el tiempo y a medida que se toma conciencia de tal situación cada vez más diversificaciones y divisiones que harían interminable su enumeración en estas escasa líneas. El sexo deja de ser el medio por el cual se reproduce y por lo tanto proyecta una herencia que trasciende al mero yo efímero y circunstancial para convertirse en cambio en un simple despliegue del existente que, a través del mismo, intenta hacer patente ante sí y los otros su ser en el mundo y para la muerte, su finitud irreversible que se expresa a través de una ética de lo placentero y fugaz que debe reconvertir en un presente de ilimitada repetitividad. El placer librado a su mayor intensidad pasa a ser así asimilado propiamente con el acto de existir y el hacerse presente a sí mismo que se muere y que por lo tanto se vive una sola vez. Es el famoso carpe diem de la decadencia romana.
Ante ello la Tradición representa lo opuesto exacto del existencialismo, el nihilismo y la postmodernidad, expresiones últimas y consecuenciales de la decadencia moderna. No somos el producto de un azar o de un abrazo nocturno casual, hemos decidido encarnarnos, nuestro cuerpo y sexo tienen un sentido, el de proporcionarnos una prueba y encaminarnos hacia lo que es más que mera vida o existencia lo cual se expresa a través de dos direcciones diferentes acordes a nuestra naturaleza propia: o la femenina, pasiva y potencial, o la masculina, activa y viril. Se debe por lo tanto ser hombre o mujer en tanto que no nos encontramos viviendo allí por casualidad sino como el producto de una decisión trascendental. La libertad no consiste así en construir, o deconstruir usando léxicos actuales, sino en saber llegar a reconocerse por lo que se es, en ser capaces de descubrir y realizar la propia medida.
Frente al sexo heredado y que se nos ha impuesto al ser lanzados al mundo nuestra libertad y existencia consiste en construirse un género propio que se multiplica y diversifica de acuerdo a las originalidades de cada uno. A los primariamente conocidos como homosexual o heterosexual se le van agregando con el tiempo y a medida que se toma conciencia de tal situación cada vez más diversificaciones y divisiones que harían interminable su enumeración en estas escasa líneas. El sexo deja de ser el medio por el cual se reproduce y por lo tanto proyecta una herencia que trasciende al mero yo efímero y circunstancial para convertirse en cambio en un simple despliegue del existente que, a través del mismo, intenta hacer patente ante sí y los otros su ser en el mundo y para la muerte, su finitud irreversible que se expresa a través de una ética de lo placentero y fugaz que debe reconvertir en un presente de ilimitada repetitividad. El placer librado a su mayor intensidad pasa a ser así asimilado propiamente con el acto de existir y el hacerse presente a sí mismo que se muere y que por lo tanto se vive una sola vez. Es el famoso carpe diem de la decadencia romana.
Ante ello la Tradición representa lo opuesto exacto del existencialismo, el nihilismo y la postmodernidad, expresiones últimas y consecuenciales de la decadencia moderna. No somos el producto de un azar o de un abrazo nocturno casual, hemos decidido encarnarnos, nuestro cuerpo y sexo tienen un sentido, el de proporcionarnos una prueba y encaminarnos hacia lo que es más que mera vida o existencia lo cual se expresa a través de dos direcciones diferentes acordes a nuestra naturaleza propia: o la femenina, pasiva y potencial, o la masculina, activa y viril. Se debe por lo tanto ser hombre o mujer en tanto que no nos encontramos viviendo allí por casualidad sino como el producto de una decisión trascendental. La libertad no consiste así en construir, o deconstruir usando léxicos actuales, sino en saber llegar a reconocerse por lo que se es, en ser capaces de descubrir y realizar la propia medida.
Muy oportuno y acertado el artículo.
ResponderEliminarInteresante el artículo pero por favor publiquen otro que estoy asqueado de ver la foto de los putos.
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