LA INTELIGENCIA, LA INTUICIÓN INTELECTUAL Y LA
“INTELIGENCIA ARTIFICIAL”
Etimológicamente,
la palabra intelecto se forma de Intus, que significa entre, y legere, que significa elegir, ambos del
griego. La etimología de inteligencia, se refiere entonces a saber elegir entre
varias opciones, y desde luego, se infiere que se trata de saber elegir la
mejor opción entre las posibles.
Aquí la
etimología, como en otras ocasiones, nos sirve de punto de partida para
profundizar en el alcance tan relevante que tiene, para entender que es una
facultad relevante en grado superlativo en el ser humano, como lo es su libre
albedrío.
Las mas de las
veces, al hablar de inteligencia, se entiende raciocinio, la capacidad de
entender, conceptualizar de manera discursiva, indirecta, considerando una
serie de factores. A través de un proceso de entendimiento progresivo, que toma
cierto tiempo, y se llega a saber algo.
Uno de los usos
cotidianos mas comunes que se hacen en la actualidad de la palabra inteligencia
es ligarla de manera irreflexiva y al mismo nivel, con la palabra artificial, y
así, se genera uno de los fenómenos mas reveladores en la actualidad de la
profunda ignorancia, de la mano de una gran arrogancia del hombre
contemporáneo, que cree que ha sido capaz de “inventar” la Inteligencia Artificial, es decir, un equivalente análogo al del Intelecto
Humano natural, pero con la característica de que, apoyándose en los avances de
la computación, en muy poco tiempo habrá robots o si se prefiere organismos
cibernéticos de aspecto humanoide mas
inteligentes que el ser humano, lo que supuestamente abriría las puertas a
todas esas visiones de la ciencia ficción mostradas por novelas, películas y
series de televisión desde hace décadas.
No es extraño
que la comunidad científica postmoderna esté tan dedicada y decidida a inventar
y perfeccionar la inteligencia artificial. No hay que olvidar que la ciencia
moderna por una combinación de su soberbia, su limitado campo de acción y su
“método”, ha buscado lograr tres cosas en las décadas recientes: generar vida
de lo inerte, vencer a la muerte, e, inventar un organismo artificial capaz de
emular en sus aspectos más representativos al ser humano: pensar y tener
voluntad.
No hace falta
profundizar demasiado en las motivaciones reales de este empeño. Finalmente,
los “triunfos” de la ciencia contra la religión en general, siempre han sido
menores, y de mas está señalar que esos triunfos se acrecentaron, al menos en
parte, por la falta de capacidad de algunas religiones en descalificar esos
aparentes logros, atrincherándose, al menos en el caso del cristianismo y el
judaísmo, en puntos de vista literales y creacionistas, que no le hicieron
ningún favor a dichas religiones. De cualquier modo, a las ciencias modernas
siempre se les escapa la causa primera, o el resultado final si se quiere. No
pueden explicar realmente cómo surgió el universo, ni tampoco cómo surgió la
vida, de hecho, ni siquiera saben qué es realmente la vida, ni tampoco han
podido, ni podrán, vencer la muerte, algo a lo que el hombre contemporáneo le
tiene un gran temor, pues sus “postulados dogmáticos”, se reducen a que
“surgimos de la nada” y al morir, regresaremos a la nada otra vez.
Es por ello que
la ciencia actual está empeñada en demostrar con un triunfo contundente en
alguno de esos tres temas, que toda la existencia no es mas que el resultado de
combinaciones azarosas en el espacio a lo largo de miles de millones de años, y
como las computadoras son una tecnología que ha tenido grandes avances en muy
poco tiempo y se presta para hacer algunas burdas comparaciones entre ellas y
el organismo humano, han apostado sus fichas en declarar que o ya lo
consiguieron o están por lograrlo, la invención de la inteligencia artificial.
Lo cual es totalmente falso.
Aunque al lector
de este artículo le parezca asombroso, decir inteligencia artificial es,
primero, una contradicción de términos simple y llana, y segundo, es no tener
la mas remota idea de lo que verdaderamente significa e implica la palabra Inteligencia
o Intelecto.
Vamos a procurar
explicarnos de la forma mas clara posible. Dado lo acostumbrado del hombre
contemporáneo (por su deformada educación) a ver en las computadoras, una
especie de cerebro humano digitalizado con pantalla, y creer que su cerebro
biológico es un equivalente de computadora orgánica, será mas sencillo explicar
por qué no hay analogía válida a un mismo nivel entre una computadora y el
intelecto humano, incluido su cerebro.
Así como es un
grave error expresar que el cuerpo humano es una máquina biológica, pues nada
tiene que ver una máquina con un organismo,
es inválido hacer equivalencias inapropiadas entre el intelecto humano y la mal
llamada inteligencia artificial. Quizás sea una obviedad, pero es mejor
señalarla. Las máquinas, son artificiales y por lo tanto son ensambladas desde
fuera por un tercero; no nacen, ni se reproducen, ni están vivas, ni nada
parecido. Por el contrario, los organismos, se refieren siempre a seres vivos,
que nacen y crecen, y que, desde dentro, en
su interior ya está todo contenido para que puedan desarrollarse
apropiadamente, y no; el código genético (el ADN) no es un tipo de programa de
cómputo biológico codificado producto de la evolución. Es el reflejo preciso de
un orden superior y anterior al del mundo sensible. El ADN viene a cristalizar dicha realidad superior bajo
una increíblemente compleja molécula en espiral doble de ácido nucleico, que no
es producto de ningún azar evolutivo propuesto por la ciencia moderna, ni mucho
menos, como dicen otros, aun más despistados, producto de la intervención
extraterrestre.
¿Qué se entiende
por inteligencia artificial? Una definición es la que señala que se trata de la creación de programas y mecanismos
que pueden mostrar comportamientos considerados inteligentes, es decir, que la
inteligencia artificial es el concepto según el cual “las máquinas piensan como
seres humanos”. Pero hay que afinar mas esa pobre definición tan
general, ya que el acto de pensar de
un ser humano, no tiene nada que ver, con el procesamiento de una cantidad “X” de
datos y de alternativas previamente programadas con una serie de respuestas potenciales,
también previamente incluidas en la computadora. Sin importar que tan
sofisticados y bastos sean los “escenarios” que contenga el programa, y que tan
rápido pueda “dar una respuesta”, la computadora solo podrá mostrar lo que
tiene previamente cargado como respuestas, o combinando algunas de esas posibles
respuestas. Además, el acto de pensar
implica una acción voluntaria y consciente de alguien, un individuo. Una computadora, por sofisticada que
sea hoy, o en un hipotético futuro (por mas “cuántica” que la quieran hacer),
no tendrá ni voluntad ni consciencia. Desde luego alguien podrá decir que las
computadoras mas avanzadas ya pueden “aprender” al parcialmente generar
respuestas no incluidas originalmente en el programa. Lo cual es un error,
simplemente, los programas de computadora mas recientes, y los que pueda haber
en el futuro, mezclarán escenarios y posibles respuestas, lógicos, que podrán
parecer “creaciones propias de la máquina”, pero son modificaciones producto de
subrutinas incluidas para búsquedas de mas escenarios y alternativas y sus
combinaciones, con mayor poder de procesamiento, lo que dará la ilusión de que “piensa”. Pero una
máquina no puede, ni nunca podrá pensar por sí misma, y esto es
fundamental, porque no hay nadie ahí y
nunca lo habrá. Eso es algo totalmente fuera, no de las posibilidades de la
ciencia tecnológica actual, sino fuera de la realidad pura y simple.
Desde luego que puede haber decisiones humanas que sean
equiparables en cierta medida a respuestas de una computadora sofisticada.
Todas las que son excluyentes, son un ejemplo, es decir, que solo pueden ser un
Si ó un No. También todas las que tengan un número limitado de opciones, como
elegir un color, una talla de ropa, un destino turístico, y cosas parecidas.
Pero esas son, en el caso de los humanos, decisiones simples entre alternativas,
digamos, fijas, y para una máquina será cuestión de eliminación en base a
ciertos criterios mas o menos estrechos de programación, pero, muy importante,
no son ni implican en la máquina, una verdadera
decisión, pues no existe ningún proceso personal de valoración. La máquina
no tiene, ni podrá tener nunca consciencia, otra de las fantasías del hombre
contemporáneo. Por supuesto tampoco podrá tener sentimientos ni emociones, por
mas que tenga programas para simular tenerlos de algún modo rudimentario.
Pasando a un orden mas complejo de lo que implica el intelecto
humano y esa parodia disolvente de su dignidad superior, la inteligencia
artificial (otros le llaman inteligencia sintética), pondremos dos ejemplos. (i) La computadora es un objeto que por
sofisticada que sea su capacidad de procesamiento y extensa su base de datos,
no será mas que eso, una máquina perfectible en su limitada horizontalidad accidental inanimada. La
computadora solo es y será un sistema cerrado. Para decirlo claro, las
computadoras no van a evolucionar por sí mismas, como tampoco existe la
evolución biológica. El ser humano cuenta, además de con su dimensión sustancial de inmanencia,
horizontalidad, con una dimensión
esencial, la trascendente, lo vertical, y entre ambas, hacen del ser humano
una expresión completa y perfecta en su forma, conforme a la cual podrá buscar
superar su forma actual y por decirlo
así, alcanzar, la supra formalidad, a
la que está llamado. (ii) Un ser humano normal, sabe y entiende el significado
de palabras como alegría, mortalidad, empatía, lealtad, honor, amistad, por no
hablar de bondad, amor, entre muchas otras; y por lo menos entenderá parcialmente
esos términos mas allá de lo literal. Una computadora, lo mas que podrá tener respecto
a ese tipo de palabras, será cualquier cantidad de conceptos o definiciones, que
son apenas un atisbo de su profundo alcance, porque son palabras que se
refieren a un orden de realidad y entendimiento que superan el mundo estrictamente
sensible.
Esto lo señalamos porque, cada vez es mas frecuente que la
ciencia moderna y su aparato publicitario deshumanizador, presenten un futuro
ser humano híbrido, cada vez mas integrado a elementos de “tecnología de
punta”, no solo en su exterior, como la computadora o el teléfono celular, sino
con “interesantes y prácticos” implantes para que esté “siempre conectado a la
gran red social cibernética mundial, o esté al tanto de su ritmo cardiaco, o
cuántas calorías ha consumido, entre muchos otros “agradables avances”,
arraigando en la mente de la gente, que el futuro tecnológico hiper
desarrollado es el siguiente paso natural (¿!) en el desarrollo humano.
El intelecto
humano no es un “programa biológico” que se encuentra en su ADN, sus neuronas y
su cerebro, ni tampoco es una simple facultad racional producto de la evolución
darwiniana. El intelecto humano es antes que nada, una facultad divina a la
cual tiene acceso por su forma, su estatus central en el Mundo Manifestado,
y en consecuencia es y será imposible que pueda existir en algún futuro distópico
algo que pueda llevar el calificativo de inteligencia artificial.
Hace años un
autor tradicional, señalaba que era muy curioso como al hombre moderno le
preocupaba que las máquinas, los robots, llegaran a ser iguales al hombre; cuando
es de hecho el hombre, quien no se da cuenta de que en realidad, es él, quien
que cada vez se parece mas a una máquina, pues lleva ya un largo proceso de
deshumanización, con todo el alcance que tiene la palabra. No es que las
máquinas estén por parecerse a nosotros, o a superarnos, sino que, nosotros
estamos mas cerca de conducirnos como máquinas. Lo cual es muy diferente.
Desde siempre,
el ser humano ha tenido la certeza intuitiva, y nos referimos a la Intuición Intelectual, no a la intuición
sensitiva), de que él y este mundo son una expresión maravillosa de algo que lo
sobre pasa todo, algo que es Absoluto e Infinito, y que para mostrarse, tiene
que hacer un Milagro, autolimitarse y
fragmentarse, de manera aparente, y en base a todo lo que se nos muestra,
tener un atisbo parcial, temporal y limitado de aquello que es inexpresable,
intangible, pero como el Hombre participa de esa facultad divina, sabe ipso
facto y con certeza absoluta, que esa Suprema Identidad es la Realidad,
Verdadera, Inmutable, Universal, y cualquier hombre, de cualquier Cultura Normal, lo sabía, y por ello,
ninguna Civilización Tradicional vio en esta vida su destino único y final,
sino un tránsito hacia algo muy superior.
Esa noción de
certeza de que hay un Absoluto e Infinito
(Dios, La Divinidad), cualquier persona que todavía se precie de ser tal,
la ha tenido en algún grado, y eso es gracias a la Intuición Intelectual (conocer
directa e inmediatamente y con absoluta certeza cierto aspecto de la Suprema Realidad), que Dios nos
otorgó como una brújula que siempre apunta al Norte, el Norte Espiritual. Es
imposible que el ser humano pueda simplemente imaginar algo que está mas allá
de toda su realidad inmediata y de su mortalidad, pues en este mundo todo
cambia, todo pasa y todo perece, y sin embargo, se tiene esa certeza indescriptible e inmediata, de
que hay “algo” Eterno, Inmutable, Universal, que en el cristianismo se llama
Dios. Esa certeza digamos supra-sensible y supra-racional, es un reflejo innato
en el hombre sano del alma, y no hay nada que lo pueda hacer dudar, y desde
luego, ese hombre, esos hombres, saben, que aspirar a fabricar la inteligencia
artificial es haber perdido toda noción de lo posible, cuando el hombre, no es
capaz de fabricar de la nada, ni siquiera una mota de polvo.
Queremos
terminar este texto con un par de reflexiones, una de René Guénon y otra de
Frithjof Schuon respecto al Intelecto:
“Por lo que
respecta a la distinción esencial entre la mente
y el Intelecto Puro recordamos tan
solo lo siguiente: el Intelecto en el paso de lo Universal a lo individual,
produce la conciencia, pero esta siendo de orden individual, no es en modo
alguno idéntica al Principio Intelectual, aunque procede inmediatamente de él
como resultante de la intersección de este Principio (…) con la individualidad
considerada.” René Guénon. Los Estados Múltiples del Ser.
“… el origen de
la criatura no es una substancia del tipo de la materia, sino un arquetipo
perfecto e inmaterial (…) originado en el Espíritu (…) que es el Sumo Bien, es
Luz y (…) la Inteligencia, cuando los consideramos en el plano de la
manifestación terrenal…”. Frithjof Schuon. De lo Divino a lo Humano.
Francisco
Galarza
Enero 28, de
2019.
México-
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