ABORTO Y DERECHA BOBA
En una nota anterior tratamos el tema relativo a un fenómeno no sólo argentino sino también mundial relferente a la existencia de una cierta derecha, a la que calificáramos como boba, que elabora sus consignas de acuerdo a lo que la izquierda le sugiere al oído y creyendo que preserva su identidad propia por el mero hecho de sostener posiciones contrastantes respecto de la misma aunque muchas veces haya sucedido que haya sido la izquierda la que, al querer anular a la derecha como fuerza enemiga y al conocer esta misma propensión, le haya sugerido lo que ésta tenía que hacer sin haberlo siquiera percibido.
Así pues explicamos que, en contra de todo principio propio relativo a una postura preeminentemente espiritualista, la derecha ha sido antiecologista, es decir ha defendido el desarrollo exasperado de la ciencia y de la técnica moderna tan sólo porque fue la izquierda la que sostuvo la defensa del medio ambiente y la denuncia respecto de la destrucción del clima.
Del mismo modo respecto de la pandemia que hoy nos azota, como la izquierda ha sostenido la necesidad de la cuarentena y el distanciamiento social, ha sido la derecha boba la que sostuvo en cambio la defensa de la democracia y del amontonamiento comunitario, así como su rechazo por vacunas y barbijos. Cuando una derecha verdadera tendría que ser por el contrario antidemocrática y sostener posturas desmasificadoras respecto del hombre al que califica como persona y no como mero individuo.
Hoy sucede exactamente igual en lo relativo al tema del aborto, medida ésta que sin lugar a dudas ha sido sacada a la palestra por el gobierno simplemente para distraer a la opinión pública de otros problemas mayores. Pero ha resultado aquí llamativo el argumentario sostenido por la derecha boba para contrastar con tal ley. Al sostener que el aborto lesiona el derecho a la vida y al agregar seguidamente la existencia de planes por los cuales se intentaría disminuir la población del planeta, la derecha boba por el contrario se ubica del lado de aquellos que sostienen que el planeta Tierra goza de una superficie de infinitos recursos y que del mismo modo de lo que sucedería con el clima que se arreglaría solo y que habría una buena providencia que velaría por todos nosotros convirtiendo los desastres y desaguisados del hombre en paz, prosperidad y bienestar para todos, no existiría un problema de superpoblación en el planeta y seguiría vigente la máxima bíblica del creced y multiplicaos sin límite alguno que no sea la mera fatalidad o el azar, en ambos casos gobernados por un Dios sumamente bueno que vela por todos nosotros y evitaría que el mundo se destruya quitándonos de la preocupación por el desarrollo de la historia.
Sin embargo hay que acotar aquí que, debido a los avances de la medicina, la población del planeta tiende a duplicarse cada 30 años por lo cual, siendo en la actualidad nuestra población de casi 8 mil millones de habitantes, en 100 años con suma probabilidad y de seguirse con tal tendencia pronunciada se llegaría a superar los cien mil millones de almas. Y si a esto le sumamos la contaminación ambiental y climática que ha incrementado las zonas desérticas y la pérdida de agua potable, sin lugar a dudas debe decirse que un mundo con tal cantidad de personas sería totalmente inhabitable.
Pero lo que aquí habría que agregar es que es falso que el actual sistema moderno, compuesto por la izquierda o los sectores capitalistas denominados globalizadores (término a su vez equívoco pues también la derecha verdadera debería ser globalizadora pero en un sentido opuesto) se preocupen mayormente por el incremento poblacional tal como falsamente le atribuye la derecha boba. Para el moderno en su fase última y actual, la de la postmodernidad en donde se mistifica el aquí y ahora y se rehuye de todo futuro o de lo después de nosotros, este problema, del mismo modo que el del clima, NO EXISTE ya que vale aquí el dicho de que luego de mí puede sobrevenir el diluvio ya que no voy a estar para verlo.
A tal respecto es falso que el aborto sea pensado para disminuir la población; todo lo contrario tal medida ha sido concebida exclusivamente en función de la revuelta feminista que es solidaria con el proceso de postmodernidad que hoy se vive. La ley actual otorga a la mujer el derecho a abortar de acuerdo a su voluntad debido a que se la concibe como dueña del propio cuerpo y anula totalmente la decisión al respecto por parte del hombre que es parte esencial en el proceso de la gestación. Será la mujer la que resolverá quiénes son los que nacen y quiénes no. Y ello lo hará en función de su conveniencia. Como hoy la ciencia ha podido determinar por los análisis de ADN la paternidad de las personas, con astucia la mujer elegirá qué hijo le conviene mantener vivo y cuál no. No cabe duda de que la que tiene en su vientre a un hijo de Maradona no abortará pues es poseedora de una mina de oro a la que difícilmente podría renunciar, y se podrían multiplicar los casos. A su vez como hecho concurrente con el feminismo y la postmodernidad nos encontramos con la revolución sexual que ha convertido al sexo en mercancía y en manía por el cual todo el mundo habla de ello constantemente y se ha impuesto la idea de que no ser un sexópata es hoy sinónimo de represión y menoscabo por lo que ha llevado a que las personas, celosas de su autoestima, se empeñen en fornicar multiplicadamente por lo cual, lejos de controlarse con ello la cantidad de nacimientos, sucederá en cambio que serán muchos los que acontecerán por conveniencia, todos utilizados por la mujer para mantener al hombre controlado y esclavizado. Mantener un hijo obligadamente producto de un lapsus momentáneo o calentura pasajera durante veinte años es una condena dura para el hombre en donde la mujer sacará una serie interminable de provechos.
Resulta indudable al respecto que nuestra oposición al aborto es solidaria con todos los procedimientos de anticoncepción. Estamos en contra de la revolución sexual que ha encumbrado a un feminismo opresor. Sostenemos que para que se detenga el crecimiento ilimitado de la especie humana el único procedimiento válido es el control de la sexualidad, que el hombre vuelva a ser dueño de su sexo y que no se encuentre adueñado por éste como una energía compulsiva que lo rige y gobierna. Proteger al ser humano de tal contaminación vistiendo a la mujer como sucedía antes a fin de que abandone su función exasperada de seducción. Resaltar aquellas virtudes que nos hicieron grandes, tales como la castidad, la virgindad, el sexo dentro del matrimonio. Volver a castigar el adulterio con penas severas, en tanto que hoy ya ha desaparecido como delito penal. Sólo en esto debe basarse una sana lucha contra el aborto.
Muy cierto, pero tan siquiera soñar con poder volver a la moral sexual civilizada (tradicional) resulta un sueño demasiado bonito. Hay cosas que una vez que se pierden o se rompen, tornan muy problematica su recuperacion. Sus ultimas palabras son ácido corrosivo en la frente de las masas que siguen las banderas modernistas,feministas y sexodegradantes. El rechazo y la animosidad general es la única respuesta que van a obtener. Para poder abogar por un retorno a la moral tradicional sin que nos corten la cabeza ya no cabe seguramente la batalla de las ideas, probablemente solo pueda conseguirse como consecuencia de un vuelco civilizatorio total, a consecuencia de una guerra o un cataclismo universales. Si hay algo que les parece un "avance" y "justo" y a lo que no estan dispuestos a renunciar en sus estrechas mentes las mujeres y los hombres modernos es a su peligrosa y yerta hipersexualidad "igualitaria", infectada con todos los virus de la despersonalizacion, el egoísmo, el abuso, el materialismo y la falta de amor. Ya los escucho gritando el lema de la siniestra: "no pasarán". Será una guerra a muerte.
ResponderEliminar