LA VERDADERA CAÍDA DEL COMUNISMO
DE MONTMATRE A CHERNOBIL
1) La Comuna de París
Corría 1871, la plebe, azuzada por la burguesía, una vez más se había recluido en una elevada colina con la intencionalidad de rebelarse para siempre. Esta vez en la parisina Montmatre no iba a repetir la experiencia fallida del Aventino hacía 2000 años cuando, luego de una revuelta victoriosa, se dejara seducir por el discurso de un elocuente patricio respecto de la necesidad que ella tenía del Estado, de esa institución sagrada, superpuesta al orden social, encargada de gobernar en la tierra así como Dios lo hacía en el universo.
Sus actuales ideólogos la habían convencido con argumentos contundentes de que no existía ninguna de estas dos cosas, que todo lo que fuese metafísico era un opio inventado a fin de justificar con engaños ‘la explotación del hombre por el hombre’, que solamente existía aquello que nuestros ojos ven o nuestras panzas degluten, es decir la materia que con su oscura necesidad todo lo gobierna y rige más allá de discursos y alucinaciones.
Se había pues tomado el poder de acuerdo a tales premisas, se había profundizado así lo iniciado un siglo antes por la revolución francesa, ¿pero qué hacer ahora? ¿Cómo organizarse en lo sucesivo? Comenzaron entonces las elucubraciones y discusiones al respecto. Dos líderes opuestos, determinados en gran parte por orígenes étnicos dispares, comenzaron a debatir acaloradamente respecto de lo que había que hacerse de aquí en más. El ruso Bakunin, un príncipe renegado y alcohólico empedernido, dijo que si se había hecho verdaderamente la revolución ésta debía significar la liquidación definitiva de esos dos grandes mitos que eran Dios y el Estado sustituyendo al primero por un nuevo culto, el del Hombre, y al segundo por una nueva forma de organización espontánea en la cual cada comunidad se diese la propia ley instaurándose un federalismo universal de acuerdos recíprocos sin necesidad de centralismo, pues el hombre es bueno por naturaleza. A lo cual el alemán Marx lo contradijo diciendo que la nueva divinidad que había que adorar de aquí en más no era el Hombre, sino la Materia, la cual se desplegaba dialécticamente a lo largo de la historia en etapas prefijadas y necesarias, por lo cual aun no estaban dados los tiempos de la desaparición del Estado. Ahora en su fase final de lucha de clases debía ser la plebe misma soliviantada la que ejerciese su dictadura a fin de que una vez que se hubiese concluido definitivamente con la burguesía entonces el Estado desapareciese verdaderamente ‘pasando a formar parte de los trastos viejos de la historia’. La conversación fue subiendo cada vez más de tono. Marx le reprochó entonces a Bakunin su origen de clase aristocrático y su ascendencia rusa, pueblo de eslavos, es decir esclavos, de lúmpenes y sin proletariado industrial, incapaces por lo tanto de haber podido desarrollar una sociedad capitalista como en cambio lo habían ya hecho los sajones ingleses y alemanes. A lo cual el ruso ofuscado le reprochó su origen simultáneamente alemán y judío. ‘Ud. se encuentra influido aun por el idealismo alemán para el cual la vida, es decir lo humano, queda sometida al concepto abstracto, a la Idea que lo reduce y comprende; lo que para Ud. es materia, no es otra cosa que metafísica sublimada, es el mismo Dios que se ha disfrazado con otro nombre. Quiere cambiar el sometimiento a la divinidad teísta por el materialismo dialéctico personificado en su Estado. Este último, lejos de desaparecer como Ud. predica, se volverá cada vez más opresivo con el tiempo, pues es una característica propia del mismo crecer y crecer siempre más.’ Y como los sofismas de su interlocutor se hacían cada vez más pronunciados profirió este legendario anatema. ‘Como buen judío que Ud. es, su Estado no es otra cosa que la manifestación del Jehová vengativo en esta etapa histórica. De la misma manera que éste, se convertirá siempre más en un mecanismo totalitario y opresor que sustituirá la explotación de la burguesía por la de una nueva clase de parásitos, todavía peor que la primera’.
Así en medio de tales desavenencias e interminables discusiones fracasó la Comuna de París.
2) De Montmatre a Petrogrado
40 años más tarde entró en escena un coterráneo de Bakunin de nombre Vladimir Illich, alias Lenin, pero de orígenes muy distintos. No era un aristócrata como el primero, sino un resentido en tanto que el zarismo había colgado a su hermano por subversivo y violento. En el exilio reflexionó asiduamente sobre la polémica entre su antepasado ruso y el filósofo germano y trató de encontrarle solución a este entuerto originado a fin de poder hallar la clave para que no volviera a fracasar una vez más la revuelta de la plebe. En una obra que representa un verdadero manual de facinerosos, titulada El Estado y la Revolución, Lenin desmenuza en detalle la polémica suscitada. Dice que tenía razón Bakunin sólo cuando afirmaba que había que destruir el Estado, pero ¿cuál Estado? Allí es donde está el meollo: se trata del Estado burgués el cual debe ser aniquilado totalmente hasta sus mismas raíces. Esto es lo que no entendían los marxistas alemanes de su tiempo seguidores literalmente de su maestro, como Kautsky y Bernstein. Ellos malinterpretando sus dichos pretendían simplemente ocupar el Estado; de lo que se trata en cambio es de destruirlo, pero para construir uno nuevo, la dictadura del proletariado, la cual luego se habría de extinguir. Aquí Lenin hace un claro distingo entre los verbos ‘destruir’ y ‘extinguir’. El Estado burgués es destruido inmediatamente por la violencia revolucionaria. El proletario en cambio ‘se extingue solo’, se autodestruye. ‘Ahora bien, no me pidan que les indique fechas porque es algo difícil de decir, pueden ser años, siglos o aun milenios. Todo depende del día en que logremos acabar con el último burgués que existe en la tierra’. A todo esto en uno de los capítulos finales de su obra, luego de haber expresado con un maquiavelismo inescrupuloso todos los métodos ‘revolucionarios’ para terminar con la burguesía, nos explica la manera cómo se encontrará organizado el nuevo Estado soviético. Toma como ejemplo concreto a la empresa de correos de los EEUU, demostrando así ya en ese entonces la gran afinidad que siempre habría de existir entre el capitalismo yanqui y el comunismo ruso. ‘Tal maravilla de organización y sincronización será el modelo de nuestro nuevo Estado’. En el mismo se suprimirán las diferencias entre el trabajo intelectual y el manual, todos, a la manera de la empresa yanqui, deberán ‘trabajar’ pues ‘el que no trabaja no come’. Aquí se refiere explícitamente a que todos por igual se convertirán en asalariados de esa gran empresa que es el Estado, desapareciendo así cualquier sesgo de libertad que pueda proporcionar la actividad intelectual independiente de un salario o del dinero. Todos los trabajadores tendrán a su vez la misma remuneración de acuerdo a las necesidades establecidas por el Estado. Aunque no se indica cuánto ganarán los jerarcas que compondrán sus estructuras de mando. Faltaba sólo escribir el capítulo relativo a la manera cómo habría de producirse ese último proceso de ‘extinción’ del cual nos hablaba Lenin en el que iba a desembocarse en la sociedad comunista sin clases sociales, esa especie de paraíso terrenal en donde, sin necesidad de coerciones y luego de una terapia de tonificantes dictaduras, gulags y checas, los hombres gozaríamos al fin de un bienestar inacabable sin tener preocupación de ningún tipo.
Pero henos aquí que en ese mismo momento estalla la Revolución de octubre (en realidad de noviembre según nuestro calendario) y Lenin entonces nos pide a todos disculpas por la interrupción obligada ya que tiene que irse a Petrogrado a organizar los soviets aunque casi burlonamente nos indica al final de su obra que ya nos habremos de enterar de lo que iba a pasar finalmente.
3) Chernobil
Se ha creído erradamente hasta nuestros mismos días en dos profundas falsedades. La primera de ellas es que el comunismo se terminó con la caída del muro de Berlín, la segunda, en función del primer error, es la de considerar por lo tanto que luego de tal caída ha comenzado en Rusia a constituirse un régimen ‘normal’. Ninguna de las dos cosas ha sucedido. En 1989 no se terminó el comunismo no solamente por el hecho de que éste nunca ha llegado a existir, sino porque lo único que ha verdaderamente acontecido es que se ha hecho público un fenómeno que ya se sabía pero solamente entre unos pocos. Que en realidad nunca existió allí verdaderamente un Estado obrero (lo cual por otra parte representa una verdadera utopía), sino de multimillonarios a los que se ha denominado sucesivamente como burocracia, ‘nueva clase’, nomenklatura, etc. pero que en realidad se trata de personas con un nivel de vida que supera holgadamente al de los capitalistas más adinerados. Pero la diferencia entre el comunismo de antes del 89’ y el actual es parecida al fenómeno que hoy se vive por ejemplo en nuestro sindicalismo. Antes los dirigentes gremiales se enriquecían pero cuando iban a las reuniones con sus afiliados dejaban estacionado su vehículo último modelo a 10 cuadras del sindicato para llegar allí en colectivo. Ahora ostentan abiertamente pues, como estamos en una sociedad consumista, los otros simplemente envidian esperando en algún momento llegar a ser como ellos. Ha pasado lo mismo en Rusia: antes la nomenklatura soviética ocultaba sus riquezas ante el gran público sea propio, como del mundo entero, ahora en cambio las ostenta. Entre los varios casos conocidos tenemos el del multimillonario ruso Abramovich, dueño de un club de futbol inglés y regalador de castillos europeos a sus distintas amantes. Esto obviamente no pasaba en la época de la Cortina de Hierro simplemente porque se ocultaba.
Pero resulta obvio hasta para el más lego en cuestiones de la economía que este despilfarro de riquezas debe tener consecuencias forzosas en el resto del país. La destrucción del reactor atómico de Chernobil con su consecuente contaminación del medio ambiente, debido a un simple problema de falta de mantenimiento, cosa inexplicable e imperdonable en una planta de tantos riesgos potenciales para la humanidad toda, representa un claro ejemplo de un Estado ocupado por una clase depredadora que se desentiende de los problemas cruciales de la población en función del propio enriquecimiento. Es de recordar al respecto que tal estallido, acontecido en 1986, significó el equivalente a 500 bombas atómicas de Hiroshima.
4) Conclusión
La verdadera caída del Estado burocrático y depredador inaugurado por Lenin en 1917 no aconteció en 1989 tras la glasnost de Gorbachov y la caída del muro. Ha comenzado primero con Chernobil y se ha acrecentado en estos últimos meses con los incendios forestales que han puesto en evidencia la existencia de un Estado al borde de su extinción. Tal como lo viene informando en exclusividad en nuestra lengua la Agencia de noticias Kali-yuga, reproduciendo lo que en otros lados, en Rusia especialmente, se viene difundiendo a través de distintos blogs independientes, Rusia se encuentra en virtual estado de colapso debido a una serie de incontrolables incendios forestales producidos es verdad en gran medida por los cambios climáticos generados por la polución del medio ambiente (1). Pero a esto se ha asociado la ineficiencia de un gobierno que ni siquiera tenía en condiciones motobombas para apagar los incendios y ni un solo avión para combatirlos. Los resultados han sido algo nunca visto en otras partes. La misma ciudad de Moscú hoy está envuelta en una neblina tóxica que produce según cifras oficiales unas 700 muertes diarias. Pero el problema no se termina aquí, los fuegos incontenibles amenazan ya las mismas plantas nucleares y lo que ya es un hecho los bosques que circundan a Chernobil, depósitos obligados de sustancias tóxicas radiactivas producidas por el estallido de la represa, ya están incendiándose y sus partículas no solamente contaminarán territorio ruso y ucraniano, sino que ya se acercan al de la misma Unión Europea. Alemania ya ha dado la voz de alerta, pero por supuesto se evita alarmar al gran público para evitar escenas de pánico. Es que el Estado ruso creado por Lenin y hoy a cargo de un ex coronel de la KGB, la policía secreta de tal tiranía, hoy sí se está cayendo en pedazos.
Te hemos al fin entendido, Vladimir Illich, habría de extinguirse de esta forma…
(1) Debemos también resaltar, a título de curiosidad, que el problema de la contaminación ambiental producto de la desidia de los distintos Estados modernos y principalmente de las diferentes concepciones materialistas que lo informan, no es solamente un fenómeno ruso. El reciente desastre ecológico del golfo de Nueva Méjico producido por el derrame incontenible de un pozo petrolero en alta mar es el resultado de un sistema que, en función de satisfacer necesidades ilimitadas de consumo, no tiene reparos en hacer perforaciones en zonas de altísimo riesgo, tal como hemos visto con este derrame que no tiene comparación alguna con otros que han sucedido hasta ahora en cuanto a su intensidad y duración en el tiempo. Como dato risueño hemos visto que también el gobierno de EEUU, del mismo modo que el de su par ruso en el caso de los incendios forrestales, tiende a disimular sus efectos ante la opinión pública. Así en esta semana al presidente Obama junto a su hija más pequeña ha estado bañándose en las aguas contaminadas queriendo indicar así que no hay peligro para la población y que todo está bajo control. Tenemos que acotar al respecto dos cosas: que en la foto los aludidos no aparecen con las cabezas mojadas por el agua por lo que muy seguramente se cuidaron de sumergirse y en segundo lugar que la gran sabiduría del pueblo norteamericano de haber elegido a un presidente negro le ha permitido también que, en razón de tal tizne en su piel, no se pudiesen percibir en las fotos las manchas de petróleo que con seguridad deben haber quedado diseminadas por todo su cuerpo.
Marcos Ghio
22/08/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario