PRÉDICA FEMÍNEA
De la reciente visita del Papa Francisco a
Brasil se pueden extraer varias conclusiones. No vamos a entrar en las
superficialidades y vulgaridades de cómo los medios de comunicación
consideraron el tema, todos ellos han tratado de colgarse de la sotana papal
con mayor o menor éxito, lo mismo que los políticos prestos a conseguir votos,
impresionados por las multitudes que innegablemente acompañaron la visita.
Tampoco haremos hincapié en las
expresiones antirreligiosas y anticlericales de los grupos ateos y marxistas,
cosa que no nos asombra. Queremos
referirnos a algo mucho más profundo, al tono general y predominante de la
visita.
No
vacilamos en calificarla de prédica femínea, porque las expresiones del Papa
fueron coherentes con la naturaleza femenina. Discursear hasta el extremo en
torno a la paz, al amor al prójimo, a evitar conflictos, a ser humildes y
tolerantes, en encontrar la felicidad en darse a otro, en la exaltación de la juventud, no dejan de
ser facetas de la naturaleza femenina, en contra de la virilidad espiritual,
guerrera, heroica y que permanece de pie frente a las contingencias de la vida.
El mensaje papal destiló una fraseología abstracta sin referirse a cuestiones
concretas y de verdadero compromiso con la realidad del mundo que nos
rodea. Ni una palabra sobre las guerras
que aumentan día a día en varias partes del mundo, ni sobre la dictadura mundial de la usura y
las finanzas, ni sobre la alianza planetaria que combate a los únicos que de
pié en nombre de la Tradición luchan contra el mundo moderno.
Hay hechos que son un signo de todo un acontecimiento. Durante las
concentraciones populares se escuchaba una cancioncita coreada por la multitud,
muy en boga en nuestro país y en Hispanoamérica en general, y cuyos versos
dicen así: “Solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente, es un
monstruo grande y pisa fuerte…”. Es
decir una composición de neto corte pacifista, de rendición y de humillación,
cuando la actitud tradicional es de combate, de permanecer de pié y sentir en
las entrañas la alegría de la batalla. No puede menos que venirnos a la memoria
la visita de Juan Pablo II cuando en junio de 1982, días antes de la vergonzosa
rendición de las FF.AA. argentinas en Malvinas, una multitud azuzada por
sacerdotes y monjas gritaba : “ ¡ Queremos la paz ¡ “
Ese tono mujeril fue el que predominó durante toda la visita papal. El
no querer ver la confrontación entre el espíritu tradicional y el mundo
moderno. El ignorar aquello de los antiguos romanos, “ si quieres la paz prepárate para la
guerra”.
Pero
hay algo peor. Todas esas lindas palabrotas del Papa, consciente o
inconscientemente apuntan a desarrollar fuerzas contrarias a la Tradición tratando de socavar los esfuerzos bélicos que
heroicamente sostienen los fundamentalistas islámicos. Hoy día la paz mundial
significaría nada menos que la situación siguiera igual y que el mundo moderno
avanzara hasta sus últimos límites. Este es el mensaje subliminar que nos trasmite Francisco.
San Carlos de Bariloche, 30 de julio del
2013.
JULIÁN
RAMÍREZ
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