MONJES O POLÍTICOS
Cristina Kirchner, en un reciente discurso, ha dicho que el problema de
la Argentina
sigue siendo y será siempre el conflicto entre quienes, como ella, sostienen el
rol principal del Estado en la economía y los liberales individualistas que
reivindican en cambio la soberanía del mercado. No hizo por supuesto alusión a
las costumbres pues, a pesar de tal discrepancia, en el plano político y
cultural, todos, gobierno y oposición, están de acuerdo además que en la democracia,
en que el despliegue de los libertinajes con que nos convidan los medios
masivos de comunicación dará lugar sin más al bienestar entre los habitantes.
Al respecto digamos que este disco rayado con el cual hemos sido condenados a
vivir en la Argentina
y podría decirse también que en el resto del mundo ya lo hemos escuchado hasta
el cansancio y de la misma manera que en un vodeville en donde los actores van y
vienen por el escenario con maquillajes y disfraces cambiados, pero siendo
siempre en el fondo los mismos, hemos visto en forma sucesiva a un peronismo
liberal y a otro socialista repitiendo cada uno sus sucesivos libretos en
tiempos distintos y en reiterativos fracasos.
Como estamos afuera de toda esta monótona comparsa de gobierno y
‘oposición’, vayamos a lo que es cambio lo importante. Al respecto digamos que
para poder comprender nuestra realidad habría que remontarse a los principios
fundadores de nuestra nación forjada a partir de la concepción moderna que
tomara a los EEUU como su modelo formativo. Fue Juan Bautista Alberdi quien, en
su obra Las Bases, que fuera el
sustento doctrinario de nuestra misma Constitución, criticando nuestro pasado
hispano y medieval, manifestó que para que el país progresara nuestra meta debería
ser tener muchos más ingenieros y economistas que monjes; es decir, más
personas entregadas a lo práctico que a la contemplación de las cosas
espirituales. Y esto no fue más que poner por escrito lo que antes hicieran
otros que lo precedieran, como Rivadavia, con su famosa reforma religiosa por
la cual fueron expulsadas de nuestra patria varias órdenes monacales con la
excusa de ser excesivamente onerosas y contemplativas, como el caso de los
cartujos, hoy inexistentes en nuestro suelo. Se pensaba y se decía que para
obtener una gran nación había que dar prioridad a las profesiones técnicas que
tuviesen que ver directamente con el desarrollo de la economía y apartarnos de
los ocios espirituales que no sirven para llenar el estómago de las personas y que
se encuentran muy lejos de proporcionarnos el bienestar europeo.
Hoy, habiéndose cumplido los postulados de Alberdi y Rivadavia y
transitando ya en la fase crepuscular de los Kirchner tras casi dos siglos de
modernidad en sus formas diferentes y ya encontrándonos casi sin conventos, no
podemos menos que recordarlo a Dostoievky cuando dijera que el grado de
decadencia de un Estado dependía del número de monjes que allí hubiesen, puesto
que éstos resultan esenciales e indispensables para el sostén de una nación. A
diferencia de nuestros políticos, en sus variables sea liberales como
marxistas, es decir los dos bandos falsamente antagónicos de nuestra economía,
los monjes son personas absolutamente desapegadas de las cosas materiales, en
tanto que tal dimensión no es la meta del hombre que formulan. No se trata para
éste de tener, sino de ser. En el universo del monje la economía no representa
el destino y es por lo tanto un mundo no depredado, sin desórdenes ecológicos,
en donde ni los que tienen desean acumular bienes hasta el infinito, ni el que
no tiene vive atrapado por un deseo desaforado por poseer. Un monje vive con
escasez de bienes, nada más que con lo imprescindible, a diferencia de los K. y
ello no porque haya nacido necesariamente pobre, sino porque no tiene
internalizada en sí la necesidad de acumular y ostentar. Por el contrario para
ser monje hay que renunciar absolutamente a todo en función de tal vocación
superior. El Budda dejó un reino próspero, una familia, una vida exitosa en
función de la oración. Ningún político en cambio ha renunciado nunca a nada
para llegar a la función pública, sino por el contrario la misma le ha servido
para multiplicar sus bienes. Alberdi y sus sucesores no han comprendido nunca
que no es ni un partido, ni una cofradía de técnicos, sino una orden lo
indispensable para construir una nación perdurable que también puede llegar a
ser próspera.
Puesto que no todos pueden pertenecer a una orden es imposible una
sociedad compuesta solamente de monjes pues el hombre es desigual y no todos
participan del mismo grado de perfección y renuncia, pero el monje es como un
pararrayos del orden social. Es aquel que por su ejemplo paradigmático de
renuncia ilimitada refrena los apetitos por la economía, del mismo modo que su
castidad oficia de límite para un mundo que ha hecho del sexo el otro destino
solidario del hombre moderno. No es de extrañar al respecto que tanto Marx como
Freud, quienes atenazaran el futuro del hombre sea a la economía como a la
sexualidad desenfrenada, despreciaran a los monjes.
A diferencia exacta de lo formulado por nuestros fundadores de este
gran error que ha sido la Argentina
liberal y marxista, los monjes son indispensables para el futuro del país. Precisamos
con urgencia que se construyan muchos conventos y menos bingos, boliches, shoppings,
prostíbulos, comités y unidades básicas; por supuesto ello si es que queremos
la auténtica revolución, el cambio verdadero, que solamente será moral y
religioso, más que político y económico.
¿Cuándo llegará el momento en que en vez de entristecernos porque ha
disminuido el producto bruto nos alegremos en cambio por ello si significa que
se produce menos y por lo tanto también se consume menos pues se dedica tiempo
a la oración, que nos hemos vuelto frugales y queremos que la producción sirva
para la vida y no nuestra vida para la producción y el consumo?
Marcos Ghio
1 comentario:
Gracias por sus reflexiones siempre profundas y elevadas, Sr. Marcos Ghío. Completamente de acuerdo que la sociedad podría encontrar en una Orden de místicos (y en la presencia de místicos verdaderos, no importa tanto qué corriente tradicional sigan) un baluarte espiritual para los terrible males que la amenazan así como una fuente de inspiración, tan necesaria hoy en día en el aciago páramo espiritual que es el mundo moderno.
Reciba un saludo cordial.
Gustavo R. Carante
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