lunes, 14 de abril de 2014

RAMIREZ: LOS PRINCIPIOS TRADICIONALES FRENTE A LO CONTINGENTE

LOS  PRINCIPIOS  TRADICIONALES    FRENTE  A  LO  CONTINGENTE


     
    Hoy día se ha distorsionado tanto el sentido superior de la palabra “política” que para el común de las personas significa negociar, buscar el consenso y hacer concesiones, cuando no de actividad deleznable y casi delincuencial, esto último con una base razonable dadas las conductas y actividades de lo se llama la clase dirigente y sus partidos.
     Pero hoy queremos ocuparnos de la primera actitud: la que considera normal que los políticos negocien, sean dúctiles, hábiles y maleables y atiendan a lo que se considera equivocadamente que es la “realidad“.  ¿Pero de qué realidad se habla? En el lenguaje moderno se considera tal a lo material, lo físico, lo corpóreo. Se ignora totalmente el aspecto sutil e invisible de una realidad superior, se ignora lo sobrenatural, lo metafísico y lo religioso, y es expresamente este aspecto superior de la realidad lo que nos recuerda siempre la Tradición.
     Son los principios tradicionales los que deben guiar la gran política, la que a través del Estado Tradicional une el Cielo con la Tierra. Cuando estos principios están ausentes toda referencia apunta a lo contingente, es decir, a lo que no existe por sí mismo sino que depende de otro.
     Vemos así como la política moderna tiene como puntos de referencia  a la economía, el nacionalismo, la raza, la geopolítica. el consumismo y el hipotético bienestar del pueblo a quien se promete poco menos que el paraíso en la tierra. Todos estos puntos de vista son esencialmente naturalistas y por lo tanto contingentes y productos del devenir histórico. Por el contrario la Tradición nos remite a lo que es válido en todo lugar, para todos y para siempre y esto es lo que está ausente en la política del mundo moderno, en una civilización que ha perdido toda visión de lo alto y día a día se sumerge en el caos y el desorden.
     Hoy se alaba al político exitoso, pragmático, maniobrero, que se mueve siempre en la coyuntura, y que no atiende a principio alguno, sometido siempre a lo que él cree que es la realidad. En mi país, la Argentina, tuvimos un político que ha dejado mucha escuela: me refiero al general Perón tres veces electo presidente de la república, que nunca se cansaba de repetir que  “la única verdad es la realidad”. Para él la realidad era el mundo fáctico que lo rodeaba, la guerra fría, la economía y trataba de mantener un equilibrio que llamó tercera posición que de ninguna manera superaba  las falsas alternativas del mundo moderno. Su fracaso fue rotundo puesto que respetaba las pautas generales de la modernidad, pero su repetida frase de que la realidad es la única verdad hizo escuela en sus seguidores y en muchos que no lo eran.
     Hay personas que en principio aceptan las verdades tradicionales pero se enredan con el mundo moderno cuando creen que la democracia, las elecciones y los partidos políticos son un marco de “realidad” insoslayable al cual hay que respetar y someterse. Consciente o inconscientemente transan con la modernidad y pierden tratando  de juntar votos con la creencia de que pueden disputarle al enemigo la voluntad de masas totalmente dominadas por los medios de comunicación y las influencias deletéreas del medio cultural.
       La Tradición nos propone otra cosa. En primer lugar una actitud principista de no transar ni negociar, una dureza bárbara e intransigente contra el espíritu burgués conciliador y femíneo. Muchos  dirán que somos maleducados y fanáticos. Pero eso es lo que necesita el mundo moderno. Gente convencida y no mediocres verborrágicos.

San Carlos de Bariloche, 8 de abril del 2014.


JULIÁN  RAMÍREZ 

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