PENSAMIENTO TRADICIONAL
Si el pensamiento tradicional quiere alcanzar su más plena coherencia
debe hoy en día librar la batalla esencial en contra de la metafísica de René
Guénon cuya esencia es fundamentalmente discrepante con lo sostenido por Julius
Evola. Al respecto y antes de comenzar a enumerar los puntos de vista contrastantes
entre ambos señalaremos que este texto se encuentra en sintonía con una obra
juvenil del mismo Julius Evola que editaremos en tiempo cercano en ocasión de rememorarse
los 40 años de su fallecimiento. La misma contiene las críticas que el mismo
efectuara a Guénon en 1925, cuando apenas contaba con 27 años de edad y que
luego, por circunstancias que se señalarán oportunamente, quedara trunca en su
desarrollo ante una serie de reconvenciones efectuadas por nuestro autor. A
continuación señalaremos tales puntos esenciales de discrepancia.
1)
¿Qué es lo moderno en Evola y en Guénon?
De acuerdo a la doctrina evoliana del dualismo de civilizaciones,
moderno y tradicional son dos modos distintos de ser por parte del hombre, los
cuales pueden encontrarse en todos los tiempos pudiendo arribar a constituir
dos tipos de civilizaciones en tanto que sea uno u otro el que tome primacía.
Sin duda alguna que en la era actual nos encontramos viviendo en el seno de una
civilización moderna y, de acuerdo a esta última constatación, a primera vista
pueden concordar los dos autores en tanto aceptan ambos en sostener que
mientras que la moderna es una civilización decadente e involutiva en tanto ha
puesto su centro en el devenir, la tradicional en cambio lo ha ubicado en el
ser y en lo que no cambia.
Sin embargo, si ahondamos en los pensamientos de ambos, notamos la
existencia de una diferencia esencial que estriba en que para Guénon el mundo
del ser y del devenir, el moderno y el tradicional, no discrepan en el fondo entre
sí sustancialmente en tanto que ambos
forman parte de momentos necesarios y fatales de la manifestación cósmica
por lo cual los mismos escapan totalmente a la voluntad y libertad del hombre. Este
fatalismo se basa a su vez en un monismo
metafísico cuando no panteísmo por parte de Guénon. Para éste, a diferencia
de Evola, los fenómenos históricos, en tanto no son sustancialmente diferentes
del proceso cósmico en su conjunto, acontecen en forma repetitiva e
irreversible. En tanto no existe por lo tanto en la historia novedad, los
hechos que acontecen en la misma son cíclicos en modo tal que se desarrollan
siempre de acuerdo al mismo ritmo cuaternario con que acontecen los sucesos de
la naturaleza física e incluso pueden ser también previstos en cuanto a su
perentoriedad. Tal como hemos señalado en otra ocasión, en su obra Formas tradicionales y ciclos cósmicos, en
coherencia con tal forma de pensar, Guénon anticipa con suma exactitud el final
de un ciclo en tanto considera que la historia, de la misma manera que en la
naturaleza física, es un fenómeno reiterativo. Por tal motivo mundo tradicional, edad de oro, y mundo moderno, edad
del hierro, no son antitéticos en el fondo, sino que forman parte todos ellos de
un mismo proceso fatal y necesario.
2)
El hombre y Dios de acuerdo a Evola y Guénon
De acuerdo a la metafísica guénoniana, que se funda en el Vedanta hindú, el hombre propiamente
como tal no existe, sino que es real en tanto comprendido en la misma esencia
de Dios o Brahma; afuera del cual todo
lo que existe es ilusorio. Evola, que había escrito un texto filosófico
esencial denominado Teoría y
fenomenología del individuo absoluto, objeta esta postura y, sin apartarse
del pensamiento hindú, encuentra en el Tantra
una objeción a tal aserto recordando las oportunas argumentaciones efectuadas.
El único que podría decir que el mundo es ilusorio es Brahma mismo y no el
hombre, en este caso Guénon, pues de ser así también sería ilusoria tal
manifestación. A no ser que el maestro francés se crea ser el mismo Brahma para
decir tal cosa y aquí entraríamos en un burdo autoritarismo que le achaca
insistentemente a Guénon al cual acusa de escabullirse incesantemente del
debate amparándose en tal postura formulada en manera dogmática.
Pero a pesar de todo su carácter rimbombante este aserto guénoniano
encierra un vicio que es en el fondo lo propio de la modernidad a la cual en
última instancia el autor francés, no obstante todas sus críticas, no ha sido
capaz de superar. Subsumir la individualidad humana a la esencia de una
realidad concebida como algo superior que la comprende, en este caso Brahma, es
lo propio de la mentalidad moderna que para Evola tiene su origen en el Matriarcado.
Se trata de la civilización de la madre que se caracteriza por comprender al
hombre como una parte de un todo al cual debe subsumirse, siendo en este caso
el sujeto reducido a la especie de la que proviene y participa a través de los
procesos reproductivos. Y a tal respecto el matriarcalismo moderno, cambiando
habitualmente de nombres, tiene varias expresiones. La Especie en cuanto todo
superior al individuo al que determina ha pasado a ser Brahma en Guénon, pero
si en vez de Brahma, decimos Idea, lo tenemos a Hegel, si decimos Economía o clase social, lo tenemos a Marx, si decimos
Inconciente colectivo lo tenemos a Freud y al psicoanálisis en su conjunto, si
decimos Raza lo tenemos a Rosenberg, etc. En esto pues estriba lo moderno en su
esencia, a pesar de todas las terminologías discrepantes empleadas.
En concordancia pues con el existencialismo cuyo origen verdadero debe
hallarse en Nietzsche, aunque, tal como viéramos en su momento, superándolos
ampliamente, Evola sostiene que el hombre es libre por esencia y lo divino es
una cosa que éste debe realizar en sí y por sí. No existe nada superior a él
mismo que lo determine en sus acciones ni que lo comprenda. Yo mismo, pero en
tanto me he elevado a la condición de Yo superior y espiritual, soy el dueño y
señor de mi destino. Por lo tanto retornando atrás a los procesos históricos
antes mentados, en tanto Yo soy el sujeto que realiza la historia, no ha sido
fatal que la humanidad incurriera en la
Edad del Hierro, de la misma manera que no lo será tampoco
que sobrevenga una Edad dorada. No es cierto que el Kaliyuga tenga un tiempo
anticipado de finalización; soy yo mismo el que resuelve cuándo y cómo se
concluirá o se iniciará un ciclo nuevo.
Se entiende entonces que si todo es Brahma y el mundo moderno en última
instancia una ilusión, de poco y nada vale la acción rectificadora en el seno
del mismo. Queda así en claro porqué para Guénon la contemplación tiene
primacía sobre la acción, el Brahman sobre el Kshatriya. ¿De qué vale la acción
si todo ya ha sido escrito antes? Se trata simplemente de identificarnos con la
esencia superior para salir justamente de tal ilusión y poder así entender y
anticipar los hechos que ya están escritos en la conciencia de Brahma; para
ello debemos alejarnos de los embates inútiles del devenir.
Exactamente al revés opina Evola. El mundo del devenir no es lo opuesto
al mundo del ser en tanto sea ilusorio, sino que debe comprenderse como aquella
esfera de la realidad en donde se produce la positiva manifestación del
absoluto a través de una acción de doblegamiento del mismo. Desde dicha óptica
Evola y cristianismo no entran en contraste entre sí. El dios que se hace
hombre es también el que rectifica la historia. Cuando éste irrumpe en ella ésta
deja de ser un proceso fatal y necesario. En tanto positiva manifestación de
Dios y ámbito en el cual se desarrollan sus planes, el devenir histórico es
diferente del que acontece en cambio en la mera naturaleza física. Cosmos e
Historia son dos cosas distintas, del mismo modo que Hombre y Dios aunque los
mismos pueden y deben colaborar entre sí. Yo no soy una ilusión de Brahma sino un
colaborador de éste. Hombre y Dios no quedan anulados ni comprendidos el uno en
el otro, sino que se solicitan y necesitan recíprocamente. Dualismo y no
monismo metafísico es lo que caracteriza al pensamiento evoliano.
3)
Secuelas de lo guénoniano
Como expresión de lo moderno pero llevado a un plano propio del
pensamiento tradicional en donde éste queda confundido y disuelto, el
guénonismo ha tenido varias manifestaciones en los tiempos actuales las cuales
terminaron profundizando aquellas diferencias que tuvieran en vida los dos
grandes Maestros de la Tradición. Adeptos
guénonianos a la masonería insisten en considerar que si el hombre no recibe
una iniciación, en este caso la que ellos proporcionan, el mismo está condenado
a la nada o al mundo de la ilusión, cuando no al mismo satanismo; de allí sus
duros embates en contra de Evola que negaba tales prácticas burocráticas. Sin
llegar a tales extremos, pero siguiendo una idea similar de dependencia,
tenemos hoy en día a un movimiento que se califica como euroasiático y que dice reivindicar también la Tradición. Pero
incurre una vez más en el determinismo, en este caso de la geografía. Sin la
adhesión a algún ‘espacio’ o potencia política, que es para ellos Rusia, el
hombre no es tampoco nada. Y si no se llega al extremo de usar la palabra
satanismo para denostarlo, se incurre en un procedimiento similar al
considerárselo agente forzoso de una fuerza enemiga. Una vez más está presente
el espíritu moderno. No existe el ser humano en la historia, sino los grandes
procesos fatales y necesarios. La voluntad ha quedado aniquilada por alguna
deidad superior que le ofrece comprenderla y confortarla en tanto que afuera de
la cual se encuentra amenazada con la nada, el infierno o la ilusión.
Marcos Ghio
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