lunes, 28 de abril de 2014

GHIO: EVOLA O GUÉNON

PENSAMIENTO TRADICIONAL
EVOLA O GUÉNON (en disyunción exclusiva)









Si el pensamiento tradicional quiere alcanzar su más plena coherencia debe hoy en día librar la batalla esencial en contra de la metafísica de René Guénon cuya esencia es fundamentalmente discrepante con lo sostenido por Julius Evola. Al respecto y antes de comenzar a enumerar los puntos de vista contrastantes entre ambos señalaremos que este texto se encuentra en sintonía con una obra juvenil del mismo Julius Evola que editaremos en tiempo cercano en ocasión de rememorarse los 40 años de su fallecimiento. La misma contiene las críticas que el mismo efectuara a Guénon en 1925, cuando apenas contaba con 27 años de edad y que luego, por circunstancias que se señalarán oportunamente, quedara trunca en su desarrollo ante una serie de reconvenciones efectuadas por nuestro autor. A continuación señalaremos tales puntos esenciales de discrepancia.

1)    ¿Qué es lo moderno en Evola y en Guénon?

De acuerdo a la doctrina evoliana del dualismo de civilizaciones, moderno y tradicional son dos modos distintos de ser por parte del hombre, los cuales pueden encontrarse en todos los tiempos pudiendo arribar a constituir dos tipos de civilizaciones en tanto que sea uno u otro el que tome primacía. Sin duda alguna que en la era actual nos encontramos viviendo en el seno de una civilización moderna y, de acuerdo a esta última constatación, a primera vista pueden concordar los dos autores en tanto aceptan ambos en sostener que mientras que la moderna es una civilización decadente e involutiva en tanto ha puesto su centro en el devenir, la tradicional en cambio lo ha ubicado en el ser y en lo que no cambia.
Sin embargo, si ahondamos en los pensamientos de ambos, notamos la existencia de una diferencia esencial que estriba en que para Guénon el mundo del ser y del devenir, el moderno y el tradicional, no discrepan en el fondo entre sí sustancialmente en tanto que ambos forman parte de momentos necesarios y fatales de la manifestación cósmica por lo cual los mismos escapan totalmente a la voluntad y libertad del hombre. Este fatalismo se basa a su vez en un monismo metafísico cuando no panteísmo por parte de Guénon. Para éste, a diferencia de Evola, los fenómenos históricos, en tanto no son sustancialmente diferentes del proceso cósmico en su conjunto, acontecen en forma repetitiva e irreversible. En tanto no existe por lo tanto en la historia novedad, los hechos que acontecen en la misma son cíclicos en modo tal que se desarrollan siempre de acuerdo al mismo ritmo cuaternario con que acontecen los sucesos de la naturaleza física e incluso pueden ser también previstos en cuanto a su perentoriedad. Tal como hemos señalado en otra ocasión, en su obra Formas tradicionales y ciclos cósmicos, en coherencia con tal forma de pensar, Guénon anticipa con suma exactitud el final de un ciclo en tanto considera que la historia, de la misma manera que en la naturaleza física, es un fenómeno reiterativo. Por tal motivo mundo tradicional, edad de oro, y mundo moderno, edad del hierro, no son antitéticos en el fondo, sino que forman parte todos ellos de un mismo proceso fatal y necesario.

2)    El hombre y Dios de acuerdo a Evola y Guénon

De acuerdo a la metafísica guénoniana, que se funda en el Vedanta hindú, el hombre propiamente como tal no existe, sino que es real en tanto comprendido en la misma esencia de Dios o Brahma; afuera del cual  todo lo que existe es ilusorio. Evola, que había escrito un texto filosófico esencial denominado Teoría y fenomenología del individuo absoluto, objeta esta postura y, sin apartarse del pensamiento hindú, encuentra en el Tantra una objeción a tal aserto recordando las oportunas argumentaciones efectuadas. El único que podría decir que el mundo es ilusorio es Brahma mismo y no el hombre, en este caso Guénon, pues de ser así también sería ilusoria tal manifestación. A no ser que el maestro francés se crea ser el mismo Brahma para decir tal cosa y aquí entraríamos en un burdo autoritarismo que le achaca insistentemente a Guénon al cual acusa de escabullirse incesantemente del debate amparándose en tal postura formulada en manera dogmática.
Pero a pesar de todo su carácter rimbombante este aserto guénoniano encierra un vicio que es en el fondo lo propio de la modernidad a la cual en última instancia el autor francés, no obstante todas sus críticas, no ha sido capaz de superar. Subsumir la individualidad humana a la esencia de una realidad concebida como algo superior que la comprende, en este caso Brahma, es lo propio de la mentalidad moderna que para Evola tiene su origen en el Matriarcado. Se trata de la civilización de la madre que se caracteriza por comprender al hombre como una parte de un todo al cual debe subsumirse, siendo en este caso el sujeto reducido a la especie de la que proviene y participa a través de los procesos reproductivos. Y a tal respecto el matriarcalismo moderno, cambiando habitualmente de nombres, tiene varias expresiones. La Especie en cuanto todo superior al individuo al que determina ha pasado a ser Brahma en Guénon, pero si en vez de Brahma, decimos Idea, lo tenemos a Hegel, si decimos Economía  o clase social, lo tenemos a Marx, si decimos Inconciente colectivo lo tenemos a Freud y al psicoanálisis en su conjunto, si decimos Raza lo tenemos a Rosenberg, etc. En esto pues estriba lo moderno en su esencia, a pesar de todas las terminologías discrepantes empleadas.
En concordancia pues con el existencialismo cuyo origen verdadero debe hallarse en Nietzsche, aunque, tal como viéramos en su momento, superándolos ampliamente, Evola sostiene que el hombre es libre por esencia y lo divino es una cosa que éste debe realizar en sí y por sí. No existe nada superior a él mismo que lo determine en sus acciones ni que lo comprenda. Yo mismo, pero en tanto me he elevado a la condición de Yo superior y espiritual, soy el dueño y señor de mi destino. Por lo tanto retornando atrás a los procesos históricos antes mentados, en tanto Yo soy el sujeto que realiza la historia, no ha sido fatal que la humanidad incurriera en la Edad del Hierro, de la misma manera que no lo será tampoco que sobrevenga una Edad dorada. No es cierto que el Kaliyuga tenga un tiempo anticipado de finalización; soy yo mismo el que resuelve cuándo y cómo se concluirá o se iniciará un ciclo nuevo.
Se entiende entonces que si todo es Brahma y el mundo moderno en última instancia una ilusión, de poco y nada vale la acción rectificadora en el seno del mismo. Queda así en claro porqué para Guénon la contemplación tiene primacía sobre la acción, el Brahman sobre el Kshatriya. ¿De qué vale la acción si todo ya ha sido escrito antes? Se trata simplemente de identificarnos con la esencia superior para salir justamente de tal ilusión y poder así entender y anticipar los hechos que ya están escritos en la conciencia de Brahma; para ello debemos alejarnos de los embates inútiles del devenir.
Exactamente al revés opina Evola. El mundo del devenir no es lo opuesto al mundo del ser en tanto sea ilusorio, sino que debe comprenderse como aquella esfera de la realidad en donde se produce la positiva manifestación del absoluto a través de una acción de doblegamiento del mismo. Desde dicha óptica Evola y cristianismo no entran en contraste entre sí. El dios que se hace hombre es también el que rectifica la historia. Cuando éste irrumpe en ella ésta deja de ser un proceso fatal y necesario. En tanto positiva manifestación de Dios y ámbito en el cual se desarrollan sus planes, el devenir histórico es diferente del que acontece en cambio en la mera naturaleza física. Cosmos e Historia son dos cosas distintas, del mismo modo que Hombre y Dios aunque los mismos pueden y deben colaborar entre sí. Yo no soy una ilusión de Brahma sino un colaborador de éste. Hombre y Dios no quedan anulados ni comprendidos el uno en el otro, sino que se solicitan y necesitan recíprocamente. Dualismo y no monismo metafísico es lo que caracteriza al pensamiento evoliano.

3)    Secuelas de lo guénoniano

Como expresión de lo moderno pero llevado a un plano propio del pensamiento tradicional en donde éste queda confundido y disuelto, el guénonismo ha tenido varias manifestaciones en los tiempos actuales las cuales terminaron profundizando aquellas diferencias que tuvieran en vida los dos grandes Maestros de la Tradición. Adeptos guénonianos a la masonería insisten en considerar que si el hombre no recibe una iniciación, en este caso la que ellos proporcionan, el mismo está condenado a la nada o al mundo de la ilusión, cuando no al mismo satanismo; de allí sus duros embates en contra de Evola que negaba tales prácticas burocráticas. Sin llegar a tales extremos, pero siguiendo una idea similar de dependencia, tenemos hoy en día a un movimiento que se califica como euroasiático y que dice reivindicar también la Tradición. Pero incurre una vez más en el determinismo, en este caso de la geografía. Sin la adhesión a algún ‘espacio’ o potencia política, que es para ellos Rusia, el hombre no es tampoco nada. Y si no se llega al extremo de usar la palabra satanismo para denostarlo, se incurre en un procedimiento similar al considerárselo agente forzoso de una fuerza enemiga. Una vez más está presente el espíritu moderno. No existe el ser humano en la historia, sino los grandes procesos fatales y necesarios. La voluntad ha quedado aniquilada por alguna deidad superior que le ofrece comprenderla y confortarla en tanto que afuera de la cual se encuentra amenazada con la nada, el infierno o la ilusión.


Marcos Ghio

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