lunes, 12 de mayo de 2014

GHIO: UCRANIA, EL SÍNDROME TFP

GUERRA EN UCRANIA

EL SÍNDROME TFP
                                      Evitar la trampa del enemigo

Hemos denominado de tal manera un viejo síndrome existente en nuestro medio, que se manifestara por primera vez allá por la época de la guerra de Malvinas. El mismo pasará luego a formar parte de una de las tácticas preferidas de nuestro enemigo, la de confundir las causas con los efectos, o también la de reducir la magnitud de un mal en una sola de sus manifestaciones.
Era la organización Tradición, Familia y Propiedad (TFP) un grupo originado en el Brasil, poseedor de una gran cantidad de medios económicos de propaganda, el cual, en nombre de la sustentación de valores cristianos tradicionales, había hecho del comunismo bolchevique el enemigo principal y excluyente, por lo cual cualquier política que se hubiese de asumir siempre debía formularse a contrario sensu de lo efectuado por aquél. Y a través de tal actitud se sostenía que, como los rivales de la URSS eran en ese entonces los EEUU e Inglaterra, por tal razón nos debíamos siempre ubicar del lado de estas potencias. Fue así que al haberse desencadenado la guerra de Malvinas y a pesar de que en ese entonces las banderas que se levantaron durante ese período fueron de lucha incondicional en contra del protestantismo anglosajón y su consecuente civilización materialista y anticristiana, por el mero hecho de que Rusia y Cuba en ese entonces se hubiesen planteado ponerse del lado de la Argentina en razón de sus propias conveniencias, de acuerdo a  dicho grupo, tal cosa sin más terminaba descalificando totalmente dicha causa convirtiéndola en un peligroso instrumento del avance del comunismo en el planeta. Nosotros en ese entonces formulamos el siguiente razonamiento. Rusia y los EEUU son por igual naciones materialistas y partes integrantes de un mismo mal que afecta al planeta, que es el mundo moderno. Pero afortunadamente están divididas entre sí y se combaten muchas veces con dureza. ¿Por qué no aprovechar de tales antagonismos y disidencias de la misma manera que el enemigo lo hace con las que existen en nuestras filas? Es indudable que en aquella guerra, desde el punto de vista militar, la superioridad británica, armada a su vez por su aliado, los EEUU, era en ese entonces aplastante, Rusia nos hubiera podido haber dado una mano en su intención de debilitar el poder norteamericano en tal región. Aceptar su ayuda no significaba de ninguna manera habernos hecho comunistas, y hoy diríamos euroasiáticos en caso de que se repitiera una circunstancia similar.
Lamentablemente este debate no pudo continuar por la triste circunstancia de la rendición argentina en donde su fuerza militar, en ese entonces en el gobierno y no debiendo estar condicionada aun por la sociedad civil, evitó continuar motu propio y en forma inexplicable con la guerra y este debate con la TFP no pudo continuarse. Sin embargo en simultaneidad con ello tuvimos una interesante enseñanza que podía servirnos de contraste. En el Oriente, el movimiento de los Mujaidines afganos, integrado en ese entonces por Bin Laden, nos daba una excelente lección para curarnos de tal síndrome. Si bien las circunstancias eran diferentes, la situación resultaba similar. A diferencia de nosotros que nos encontramos bajo la influencia angloyanqui, el enemigo para ellos era la otra pinza del mal moderno, la misma URSS que nos ofrecía armas a nosotros, pero que en su caso era la fuerza invasora. Entonces dicho movimiento, aun sin ser pronorteamericano y prooccidental, tal como lo demostró luego abiertamente, aceptó las armas norteamericanas para contrastar la fuerza militar rusa y así ganó. Una excelente lección también para la táctica empleada por el finado Hitler. Así como resultaría un error tremendo renunciar a nuestros principios para subordinarnos por miedo a una de las partes del mal moderno, también lo resultaría no ser capaces de percibir sus diferencias y no evitar siempre confrontar con los dos al mismo tiempo.
El síndrome de la TFP hoy se repite pero al revés. En Europa el pueblo ucranio, en una revolución virulenta, logró desplazar del poder a un régimen colonial de Moscú. Rusia se ha mostrado dispuesta a enviar tropas a fin de reimplantarlo en el poder, tal como hiciera en situaciones similares en Hungría, en Checoeslovaquia y recientemente en Georgia. Una vez más y siguiendo con la misma liturgia, el Occidente protesta, y como siempre, respetuoso aun de Yalta, ni siquiera insinúa con intervenir militarmente, aunque no queda excluida para nada la ayuda militar. Del mismo modo que en el caso de Malvinas, resulta a todas luces correcto aceptarla, tal como en este caso lo ha sostenido también el Pravy Sektor, la vanguardia de tal revolución. Pues si en una revuelta callejera se puede acudir a bombas molotov y a catapultas medievales, en una guerra de invasión se necesitan en cambio armas sofisticadas. Y como siempre ya han salido a la palestra nuevos émulos afectados por el síndrome TFP en tanto sostienen, de la misma manera que en la época de nuestra epopeya malvinense, que solamente bajo el regazo de alguna de las dos potencias antagónicas, en este caso Rusia, es posible orientarnos en el escenario mundial. Que si perturbamos alguno de sus intereses nos convertiríamos sin más en agentes peligrosos e instrumentos de la OTAN y el sionismo, de la misma manera con que antes se nos acusaba como criptocomunistas o agentes de tal potencia maléfica y excluyente, todo por querer ser personas libres.  Desde nuestro punto de vista una vez más sostenemos que resultaría absurdo y pertenecería al género idiota pensar que, para no ser tachados de proyanquis por los nuevos émulos de la TFP, el Pravy Sektor y el pueblo ucranio tengan que renunciar a defenderse. Más aun en tanto que dicho movimiento ha manifestado, del mismo modo que otrora Bin Laden en la guerra afgana, que de ninguna manera aceptar esa ayuda significaría convertirse en secuaz del Occidente, sino por el contrario, una vez que se haya terminado con un enemigo, se habrá de organizar la lucha en contra del otro.


Marcos Ghio

No hay comentarios:

Publicar un comentario