NOSOTROS, LOS MACHISTAS
Dentro del régimen de
desórdenes a los que hemos sido condenados a vivir, en un proceso de
aceleración que no conoce ya límites, nos hemos encontrado en estos días, a
partir de una gran manifestación en contra de lo que ha dado en llamarse la
violencia de género, con la pululación de una nueva forma de feminismo
camuflada detrás de un modo muy novedoso de subvertir un poco más nuestro
lenguaje.
Resultaría ser que
para la misma el género y el sexo serían dos cosas diferentes, es decir que la
posesión de un cierto sexo no implicaría necesariamente la pertenencia a un
género determinado, sino que mientras
que lo primero es algo con lo cual se nace y que no hemos elegido, lo segundo
en cambio sería una cosa a construir a lo largo de nuestra vida y que no tiene
por qué ser acorde o determinado por la naturaleza que se tiene, la cual no nos
estaría señalando nada, sino que sería apenas el ámbito desde el cual pueden
efectuarse una multiplicidad de elecciones acordes a nuestra propia voluntad.
Por ejemplo, si nacemos con sexo masculino o femenino no estaríamos por ello
obligados a actuar como varones o mujeres, sino que tenemos ante nosotros una
amplia gama de posibilidades. Además de la convencional heterosexualidad que se
nos ha venido imponiendo durante siglos, una manera de ser diferentes y por lo
tanto superiores en el ejercicio de nuestra libertad es llegar a formar parte
de grupos distintos como el de los homosexuales, bisexuales, onanistas,
hermafroditas, zoofílicos, necrofílicos, sadomasoquistas, etc. Todos los cuales
constituyen ‘géneros’ que agrupan a personas que también habrían elegido de un
modo similar a nosotros, los cuales podrían llegar a constituir un sindicato o
hasta un partido político con representación parlamentaria. Y a su vez como
nuestra naturaleza es libre y ‘creadora’, en materia de sexualidad podríamos
inventar siempre algo nuevo y destacarnos respecto del resto en modo tal de que
no se puede hablar de categorías estancas y definitivas pues siempre existiría
la posibilidad de una forma diferente de ejercerla. Demás está decir que todos
los géneros gozarían de los mismos derechos en tanto que se arribaría a una verdadera
y propia democracia absoluta. El género pues sería el factor determinante sobre
el sexo el cual fungiría como una simple materia maleable a ser utilizada por
nosotros a voluntad y sin límite alguno, salvo aquel que en manera liberal
interfiera con la libertad del otro. Como ejemplo de lo aquí dicho, días atrás
un filósofo de apellido impronunciable por la televisión le explicaba en un
sketch a su hija lesbiana que no tenía necesidad de operarse sexualmente pues
podía lo mismo ejercer funciones activas mediante la utilización inteligente
del cuerpo que hemos recibido. Y agreguemos también que tal filosofía de género
es lo que ha a su vez justificado el matrimonio homosexual en la medida que no
habría géneros con privilegios y en un mañana también será posible entre un
hombre y un animal en tanto recientemente un juez, en un caso que ha tenido
resonancia mundial en relación a la situación padecida por un orangután de un
zoológico en la Argentina ,
ha determinado que un animal es también una persona. Por lo tanto de
profundizarse la filosofía de género podría también tener el ‘derecho’ a
casarse.
Por supuesto que lo
que está en contra de esta novedosa forma de democracia extrema es el fachismo,
el cual a nivel sexual ha recibido el nombre de machismo, en tanto rima y todo
con la ideología mala y represora antes mentada. El machismo consiste en
considerar formas de género unívocas y estancas: habría solamente dos como en
nuestra gramática. Para el mismo sexo y género serían una misma cosa y todas
las demás formas de ‘creatividad’ humana expresarían en cambio modos
patológicos respecto de la sexualidad. El machista, a diferencia del ideólogo
de género, que en lo sucesivo calificaremos simplemente de gay por economía de
lenguaje, considera que no es verdad que haya sido una mera casualidad que
hayamos nacido hombre o mujer. Que no somos la mera consecuencia azarosa de un
abrazo nocturno, ni de un accidente no querido y repentino por el que se nos
trajo hasta aquí, del mismo modo que tampoco el universo fue el simple producto
de una gran explosión acontecida en tiempos remotos y que por una muy curiosa
casualidad nos encuentra aquí platicando. Que ser libre y creativo no es el
accionar caprichoso y mecánico de marionetas agitadas, ansiosas por ser
originales y llamar la atención. El sexo, la raza y en otras épocas las castas
indicaban una naturaleza propia que debíamos seguir. Y ser libre era justamente
eso, ser capaces de actuar de acuerdo a la misma y no desviarse de ésta, tal
como sucede actualmente con el cinismo increíble de llamar a tales estados
patológicos y compulsivos como libertad. Por ello siempre existieron dos vías
en nuestra especie, la de la derecha y la de la izquierda. Ser de derecha era
actuar de acuerdo a lo que se era desde antes de nuestra misma existencia, y
reconocerse como tal. En cambio ser de izquierda significaba rebelarse contra
uno mismo, desviarse del camino que se había elegido y por lo tanto
extraviarse. Solamente una época de anormalidad como la que hoy vivimos ha
privilegiado a la izquierda sobre la derecha y no sólo eso, sino que ha
convertido a lo anormal en normal en modo tal que hoy en día nadie quiere
calificarse como de derecha y en un mañana no muy lejano ser heterosexuales
deberá ser manifestado casi en secreto y con vergüenza. Acotemos a su vez que
tal término antes no se usaba en tanto los gays no nos habían aun obligado a
dejar de decir sexualidad normal, y no estábamos rodeados de sujetos ansiosos
por inventar géneros cada vez más novedosos que los convirtieran en originales
llamando así nuestra atención.
Pero no nos
resignemos, los machistas, a padecer tales estados compulsivos definitivamente.
Días pasados un gay muy notorio manifestó que se oponía al matrimonio
igualitario pues decía que de esta manera el homosexual se aburguesaba y
entraba a formar parte del común de los mortales, dejando así de ser su
conducta una señal de rebeldía. Sin saberlo daba en la tecla de lo que lo
diferenciaba respecto de nosotros. Los machistas no nos rebelamos en contra del
orden natural en tanto lo consideramos y lo hemos reconocido como nuestro y
como el producto de una elección trascendental, en cambio Uds. los gays son
como el eterno rebelde de las Escrituras. Como para Uds la vida lo es todo, son
incapaces de estar en ella como aquel que sabe estar transitando por una
epopeya trascendente. Se desesperan por encontrar un sentido y al no hallarlo
pretenden ensordecernos con vuestros aturdimientos. Pero no lograrán hacerlo.
Adelante pues con
vuestras marchas, con vuestros shows y peleas mediáticas, con vuestros sofismas,
mohines y doctrinas novedosas, con vuestros despliegues democráticos. La fosa debe ser colmada y se precisa de mucho
estiércol para el nuevo árbol que brotará de vuestro final.
Menuda empanada mental tiene quien sea el que haya escrito esta entrada. Empieza mentando la violencia de género y al final se hace la picha un lio terminológico y acaba saliendo por los cerros de Úbeda...
ResponderEliminarPara empezar, no existe la "ideología de género", lo que sí existe es la TEORÍA DE GÉNERO, que es algo que está en la humanidad desde mucho antes de que le pusiera nombre. La supuesta "ideología de género" es un término despectivo acuñado por quienes se niegan a aceptar la "TEORÍA DE GÉNERO", que sí es un hecho científicamente demostrado, que nada tiene que ver con la "violencia de género", y que -resumiendo- viene a decir que la identidad sexual de las personas no tiene por qué coincidir con los genitales que tenemos de nacimiento, o más resumido aun: que el sexo está en el cerebro, no en los genitales.
La siguiente cagada es llamar "gay" a los "ideólogos de género", cuando "Gay" (cómo hasta los niños del kinder saben) es un modo coloquial que significa "homosexual", mientras que "ideólogo de género", teniendo en cuenta que el término del que se deriva es un invento de los negacionistas de la "TEORÍA DE GÉNERO", pues es como rizar el rizo de lo esperpéntico, y más de quien quiere presumir de ser riguroso en el análisis, poco favor se hace a sí mismo descolgándose con estas perlas si este es el nivel que aplica a todo lo que escribe, o es que a lo mejor se piensa que nos hemos caído de una higuera (vamos, que somos memos). Si lo ha hecho conscientemente, malo; y si fue inconscientemente, peor, pues es seña de que el fanatismo ciega más que el glaucoma.
De todas las recomendaciones que nos da nuestro anónimo contradictor (Qué lastima que no se identifique) nos remitiremos solamente a aquella en la cual afirma que 'el sexo está en el cerebro, no en los genitales'. Para el aquí aludido debemos aceptar dogmáticamente que no existe un orden natural, que el hecho de estar en un determinado cuerpo resultaría una circunstancia accidental, no elegida y respecto de la cual su 'cerebro' debe construir una determinada sexualidad que puede estar en disonancia con la propia genitalidad. En pocas palabra que el propio cuerpo no nos indicaría ningún camino a seguir ni una naturaleza propia, se trataría entonces una genitalidad que no sería tal pues nunca supimos que los gay se puedan reproducir salvo por supuesto acudiendo a procedimientos artificales. Marcos Ghio
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