A CONFESIÓN
DE PARTE RELEVO
DE PRUEBA
En Europa Press del 24 de
mayo pasado se recogen declaraciones efectuadas a la cadena CNN por el
Secretario de Defensa de los EE.UU., Ashton Carter, que nos merecen algún
análisis por provenir de un alto funcionario del gobierno yanqui, y ser
difundidas por medios adictos a las fuerzas en lucha contra el fundamentalismo
islámico y por lo tanto inobjetables.
Dice la información que
Carter acusó a las fuerzas iraquíes de Ramadi de dejar en manos del Estado
Islámico la ciudad de Ramadi al demostrar una total falta de voluntad de lucha.
Y agrega Carter: “Podemos entrenarlos,
podemos darles equipamiento, pero lo que no podemos hacer es inculcarles la
voluntad de lucha, nunca estuvieron en inferioridad numérica…”
Y nosotros agregamos: huyeron
aterrorizados como conejos asustados sabiendo lo que les esperaba si caían
prisioneros. Lo que no dice Carter pero no dudamos, es que estarán muy bien
pagos.
Esta es la moral de los
peleles que la formidable coalición encabezada por los EE.UU. pretende
organizar contra el Estado Islámico.
En esta guerra, y en otras
en curso contra la modernidad, no solamente se enfrentan dos concepciones
antitéticas del mundo y de la vida, sino también dos morales distintas.
Nietzsche ya nos había hablado de una moral de señores y de una moral de
esclavos. La moral de señores es patrimonio de los yihadistas y de los
mujahidines: sentido heroico y trascendente, prestos al sacrificio y a la
entrega total, la muerte física como nacimiento a la verdadera vida. La moral
de esclavos pertenece a los amantes de la vida física, al bienestar material,
al confort, al consumismo y a las diversiones pasajeras con que la modernidad
corrompe al hombre moderno. Y esta moral de esclavos no solamente pertenece a
los que en el terreno enfrentan al Estado Islámico, sino también a las masas
que pululan en nuestras sociedades y tiemblan de solo pensar en una guerra,
siendo felices de pastorear en el corral en que se encuentran encerradas y
satisfechas.
Este miedo es el que está
difundiéndose en Europa y en EE.UU. y se manifiesta en la oposición a enviar
tropas terrestres para combatir al Estado Islámico y a las otras corrientes
fundamentalistas. No les queda otra que recurrir impunemente a los cobardes
ataques aéreos a cargo de miserables que saben que no tienen oposición en el
aire o a controladores de los drones que sin riesgo alguno operan desde cómodas
oficinas y dan órdenes desde sus despachos.
Esos mercenarios que huyen
despavoridos no son nada más que el último eslabón de la cadena del miedo en
que crecientemente se hunde el mundo moderno.
A este tipo de hombres se
refería un político argentino, Arturo Jauretche, a los que denominaba “batallón de
empujadores” porque decían: “¡Animémonos y vayan!”.
El mismo día 24 de mayo un
despacho de la agencia imperialista Reuters titulaba: “Las tropas iraquíes
ganan terreno en su contraofensiva para recuperar Ramadi”. Y agregaba
declaraciones de un jefe tribal adicto al gobierno títere de Irak que decía:
“La moral de los combatientes es elevada…”.
¿Ud. lector a quién le cree,
al Secretario de Defensa de los EE.UU. o al mercenario irresponsable?
De todas maneras agradecemos
al Sr. Carter su sinceridad que habrá caído como un balde de agua fría sobre
los miedosos.
Entre estos últimos contamos
también a todos esos euroasiáticos, identitarios, nacionalistas, neofascistas,
que temerosos buscan cobijarse bajo el amparo del oso ruso.
San Carlos de Bariloche, 25 de mayo del 2015.
JULIÁN RAMÍREZ
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