HISPANOAMÉRICA Y
LA GUERRA DE
CIVILIZACIONES
Estamos
en pleno desarrollo de la tercera guerra mundial cuyo claro inicio fue la
acción de guerra que destruyó las Torres Gemelas el 11-9-01. Desde entonces la
lucha entre el espíritu tradicional y el mundo moderno se manifestó
visiblemente en la civilización islámica cuyos guerreros siguen ampliando su
acción en diversos teatros de operaciones dentro de los países y regiones de
religión y cultura islamista.
Dentro
de este panorama, ¿qué papel nos cabe a los hispanoamericanos? ¿Debemos
limitarnos a mirar, observar y conversar sobre esto, o por el contrario,
iniciar el camino a partir de nuestro propio ámbito religioso, cultural e
histórico y así sumarnos a la guerra de civilizaciones del lado de la Tradición
y contra la modernidad?
A
esta cuestión trataremos de dar respuesta aunque nos queden más interrogantes
que afirmaciones.
Hay dos regiones en el mundo que constituían grandes imperios, el Islam
y el Hispánico. Ambos fueron desintegrados por propia decadencia interna y por
las agresiones del mundo moderno. El islámico está reaccionando, y eso lo vemos
a diario, pero el hispanoamericano está dormido, y de lo que se trata es de
despertarlo y reconstruir el Imperio, versión occidental del Califato en el
Islam.
El
Imperio es una entidad de carácter espiritual intermediario entre el cielo y la
tierra, es supranacional, no nacionalista. Agrupa nacionalidades, no
estados-nación. Así era el Imperio Hispánico, una unidad superior, vinculada a
una dimensión espiritual. Su destrucción lo despedazó en una veintena de
republiquitas dominadas por el colonialismo anglosajón, la masonería y las
oligarquías locales. Hoy se habla mucho de la unidad “latinoamericana” por boca
de ideólogos de claro signo progresista y neomarxista, pero su propuesta es
mentirosa puesto que no supera el marco económico, y a lo sumo no irá más allá
de lo que intentan los europeos con su falso mensaje totalmente de orden
material, económico y financiero.
Hay están el Mercosur, la Unasur, la Celac, el Alba y otras entidades
que pese a su demagogia antiimperialista lo que se busca en el fondo es integrarse
al orden mundial de las finanzas y la usura. Todo esto es la negación de la
idea de Imperio. El Imperio debe estar presidido por una idea espiritual que
informe a todo el cuerpo social, y esto es precisamente lo que está ausente en
todas las iniciativas de los gobiernos
hispanoamericanos y de la burocracia internacional que han creado.
Ahora bien, si hablamos de una idea espiritual lo primero que viene a
nuestra mente es la religión, y en nuestro caso hispanoamericano, el
catolicismo. Pero es impresionante la caída de nivel a que ha llegado la
Iglesia Católica, hasta un punto que ya es irrecuperable, totalmente compenetrada
con el mundo moderno, propagandista de las grandes subversiones de la
democracia y los derechos humanos, con una prédica pacifista y femínea y
contraria a todo lo viril, heroico y guerrero.
¿Cuál
debe ser pues la actitud del hombre que ha comprendido la existencia de una
realidad sobrenatural y que sabe que lo que verdaderamente es vida viene
después de la muerte, y que estamos en este mundo para lograrlo?
La
respuesta nos la da Julius Evola en “Orientaciones”. Allí nos dice: “Pero tal
como están las cosas, es decir, dado el nivel mediocre y, en el fondo burgués y
mezquino, al que ha descendido hoy prácticamente todo lo que es religión, para
nuestros hombres podrá bastar la pura referencia al espíritu…para infundir
fuerza a nuestra fuerza, para presentir que nuestra lucha no es solo una lucha
política, para atraer una invisible consagración sobre un nuevo mundo de
hombres y de jefes de hombres.”
San Carlos de Bariloche, 29 de junio del
2015.
JULIÁN
RAMÍREZ
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