SIN ENEMIGOS
A LA IZQUIERDA
La reciente visita del Papa Francisco a
Ecuador, Bolivia y Paraguay da lugar a algunas reflexiones acerca de la moderna
orientación de la Iglesia Católica. Dentro de todas sus manifestaciones nos
detendremos a analizar la que nos pareció la más clara y contundente: su
alocución ante el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares en Santa Cruz
de la Sierra el pasado 10 de julio, convocatoria hecha por el mismo Papa, como
también lo fue el primer encuentro celebrado en Roma el pasado 28 de octubre
del 2014.
En
ambos encuentros y en la alocución de Francisco se ponen de manifiesto el
alineamiento de la Iglesia con claras tendencias del mundo moderno: el
privilegio y exclusivo tratamiento que se da a las cuestiones económicas y
sociales en perjuicio de los principios tradicionales y de una concepción
sobrenatural del mundo y de la vida.
No
ignoramos las injusticias materiales que el predominio de la modernidad y el
liberalismo cometen en nuestra Hispanoamérica: indigencia, salarios de mera
subsistencia, falta de viviendas dignas y de asistencia médica, carencias
materiales de todo orden y de la mínima educación, y junto con ello el saqueo
generalizado de nuestros recursos materiales, usura, narcotráfico y una pseudocultura
que conduce a la degradación del hombre, y como si fuera poco el reinado de su
majestad la democracia. Pero otra cosa muy distinta es caer en el moderno
neomarxismo y aferrarse a puras cuestiones economicistas, cuando sabemos muy
bien que esos reales problemas no podrán ser resueltos con otro programa
económico, sino a través de una política orientada e iluminada desde lo alto,
es decir por la Tradición.
Para el Papa hay que desarrollar los movimientos populares, que según él
expresan “la necesidad urgente de revitalizar nuestra democracia tantas veces
secuestrada.” En ellos habría que buscar una alternativa. “Los verdaderos
protagonistas son los humildes, los
explotados, los pobres y los excluidos”, dice el Papa, reiterando así los
contenidos populistas, neomarxistas y demagógicos tan frecuentes entre nosotros
por obra de los gobiernos democráticos que tenemos que sufrir, y que nunca
resuelven ningún problema.
Mientras por un lado la Iglesia no tiene una “receta” - dice Francisco-
alienta el protagonismo de esos movimientos populares, multitudinarios y
confusos, carentes de una elite superior y organizada compenetrada de una
visión de lo sobrenatural. “El futuro está en manos de los pueblos” asegura
Francisco. Algo así como decir “animémonos y vayan”, cosa bastante
irresponsable, y propia del batallón de empujadores.
Tampoco estuvo ausente la prédica pacifista y antibelicista, y así nos
dice: “Hoy vemos con espanto como en medio oriente se persigue, se tortura y se
asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús.” El Papa “olvida” que
esos perseguidos lo son por su complicidad con las agresiones del mundo
moderno, a quién en el fondo adhiere Francisco, y no por sus creencias
religiosas.
No
faltaron tampoco los pedidos de perdón por los “crímenes contra los pueblos
indígenas durante la llamada conquista de América” tergiversando así la
historia, desconociendo la realidad imperial de Hispanoamérica, y fomentando el
indigenismo de claro cuño marxista.
Como no todos son palos reconozcamos nuestro acuerdo con dos dichos del
Papa; el primero es que “este sistema no se aguanta”, y el segundo, estamos en
la “tercera guerra mundial en cuotas”. En relación a esto último convendría
aclarar que Francisco se encuentra en el bando de la modernidad y contrario a
los luchadores por la Tradición como es el fundamentalismo islámico.
De
todas maneras queda claro que con estas actuaciones la Iglesia no tiene
enemigos a la izquierda, y no en balde muchos exponentes del marxismo y del
progresismo han alabado al obispo de
Roma.
San
Carlos de Bariloche, 13 de julio del 2015.
JULIÁN RAMÍREZ
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