ACLARANDO
LAS PALABRAS
Alguien ha dicho que las
palabras sirven para engañar, y algo de verdad encierra esta afirmación. Las
más profundas realidades no se pueden expresar con palabras, para ello es
necesaria una facultad superior que está más allá de la razón y del discurso,
se trata de la intuición intelectual, la “intelectuallis intuitio” de las
doctrinas tradicionales.
Un clásico también ha dicho
“que de la confusión de las palabras nació la confusión en la ciudad”. En el
mundo moderno el significado de las palabras se ve constantemente transformado
y cada día con mayor aceleración. El simbolismo de la torre de Babel se repite,
aquella vez para humillar la soberbia de los hombres, ahora para distraerlos
del final catastrófico del Kaliyuga.
Pese a todo ello la palabra
sigue siendo un medio de comunicación necesario para expresarnos con nuestros
semejantes, pero para ello tiene que haber un acuerdo en su significado. Hoy
día escuchamos expresiones tales como la palabra “fascismo” para referirse a
todo aquello que contradice a las concepciones modernas.
Hemos escuchado usar las
palabras “islamofascismo” y “nazislamismo” para referirse en general a los
movimientos fundamentalistas islámicos con lo cual aumenta la confusión, El punto
de vista tradicional no parte de
consideraciones relativas a tiempo y lugar, es un punto de entre vista metahistórico porque así es la tradición.
El islamismo se ha desarrollado a partir de determinada circunstancia de tiempo
y lugar por lo cual es totalmente inapropiado vincularlo con los fascismos
europeos que se desarrollaron entre las dos guerras mundiales. No negamos la
existencia de correspondencias entre ambas corrientes porque en ellas existen y
existieron indudables aspectos tradicionales, pero la vinculación de los
fascismos con la tradición es distinta a la del fundamentalismo islámico,
especialmente en lo que respecta a la religión.
Los fascismos ya pasaron, su restauración es imposible y quedan librados a los
nostálgicos, sus limitaciones los llevaron a la derrota. Distinto es el caso
del fundamentalismo islámico que pone en
primer lugar a la religión y cuya lucha
se encuentra vigente y presente, pese a sus limitaciones.
El que esto escribe es
hombre de montaña. Ha practicado desde su juventud el andinismo – lo que los
europeos llaman alpinismo -, y la montaña le ha enseñado que más importante que
llegar a la cumbre es luchar por hacerlo, esa lucha es la que nos transforma y
nos transfigura.
La lucha de los yihadistas
cualquiera sea su futuro ya es victoriosa, porque como dice el “Baghavad Gita”,
“si triunfas ganarás la tierra, si eres derrotado ganarás el cielo, es decir, que de todas maneras triunfarás.”
No somos musulmanes somos
cristianos, y más allá de ello Tradicionalistas Evolianos, pero rescatamos lo
que de tradicional tiene la yihad, que es la única manifestación actual y
visible, aunque sea en forma parcial, de la Tradición Eterna.
Muchas otras palabras deben
ser aclaradas, tales como “derecha”, “reaccionario”, “retrógrado”, “medieval”,
“obscurantista” y otras por el estilo que los modernos marxistas y progresistas
aplican a todos los enfrentamos sin concesiones al mundo moderno, pero la
brevedad de la nota nos obliga para dejar la cuestión para futuras oportunidades,
San Carlos de Bariloche, 7 de diciembre del 2015.
JULIÁN RAMÍREZ
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