CARLOMAGNO, MERKEL
Y FRANCISCO
En primer lugar digamos qué
nos ha llevado a incluir en forma conjunta los tres nombres que encabezan el título
de esta nota. Ocurre que el pasado 6 de mayo el Papa Francisco ha recibido de
manos de Angela Merkel el premio Carlomagno que se otorga anualmente a quienes
han hecho un gran aporte en favor de la paz, la libertad y la justicia en
Europa, y por su autoridad moral sobresaliente como mediador. Todos estos
calificativos corren por cuenta de las autoridades europeas que entregaron la
distinción y responden a sus puntos de vista, aunque desde el punto de vista
nuestro, que es el tradicional, todos son discutibles, y aún más, son
contrarios a la verdad.
Recordemos un poco de historia. Carlomagno fué el fundador del Sacro
Imperio Romano Germánico. En la Navidad del año 800 fué coronado por el Papa
León III como "Imperator Romanorum" - Emperador de los Romanos - , y
trás la coronación, León III se arrodilló ante él y lo adoró, reconociendo de
esa manera su supremacía.
De esa manera se restauraba
la tradicional idea de Imperio, trás algunos siglos de tiempos revueltos, transcurridos desde la
caída de César Augústulo, último emperador romano, en el año 476.
El Imperio tradicional, en el
cual se unía en una misma persona el
poder político y la autoridad espiritual, volvía a tener vigencia en Europa.
Nacía la civilización occidental y cristiana. El primitivo judeo-cristianismo
de los orígenes, rectificado por el viejo paganismo romano, realizaba una
formidable síntesis que dió así forma a una portentosa civilización. Quedaba
así restablecida la unidad entre el Cielo y la Tierra siendo el Imperio
tradicional el puente entre los dos, y su principal tarea, elevar las almas
hacia lo trascendente.
Este logro superior fué luego
lentamente socavado por la Iglesia que a lo largo de los siglos promovió la
desconsagración del Estado, especialmente en el período que se conoce como el
"conflicto de las investiduras" de los siglos XII y XIII. Es el
triunfo de la concepción católica güelfa sobre la tradición católica gibelina.
Veamos ahora la situación
actual. Un estado laico dedicado exclusivamente a los cuestiones temporales y
una Iglesia convertida en una mera institución dedicada a la asistencia social
y a la caridad pública y cada día más alejada de toda función sagrada, mientras
llora y se lamenta de lo que ocurre en el mundo. ¡Qué lejos estamos de la encíclica
"Quanta cura" - año 1864 - del
papa Pío IX, cuyo apéndice "Syllabus" condenaba los errores y
desviaciones del mundo moderno, tales como el liberalismo, el marxismo, el naturalismo y muchos más!
Todo eso ha sido olvidado y hoy la Iglesia convive alegremente con la
modernidad. Y no sólo eso: Francisco poco a poco va insinuando el futuro papel
de la Iglesia que consistiría en ser una especie de pegamento pseudo-espiritual
integrador de diversas fuerzas de la modernidad, en una especie de
pseudo-religión propia de la decadencia y la disolución de la civilización
occidental, que alguna vez fué cristiana. En la encíclica de Francisco
"Laudato si" es fácil advertir esta tendencia y en algún momento nos
ocuparemos de ella.
Vemos entonces que otorgar al
papa un premio llamado Carlomagno es mancillar la figura de ese Emperador que echó
las bases de la civilización cristiana y que fué todo lo contrario de Francisco
y de los últimos papas que, como Juan Pablo II, también recibió el premio. No
en balde quién o quiénes otorgan el premio son altos representantes del mundo
moderno y miembros conspicuos de la Unión Europea, entidad puramente
economicista carente de toda instancia superior, y en sintonía con Francisco a
juzgar por los discursos. Asistimos pues a una verdadera inversión de polaridad
de orden contratradicional, a la que no vacilamos de calificar como luciférica.
En lo que respecta al
discurso del Papa en esa oportunidad, elogió el pasado de Europa, pero no de la
tradicional sino de la humanista, de la del arte, la de los pintores, escritores y músicos. También alabó a los
"padres fundadores" de la Unión Europea que desde 1950 comenzaron a
edificar ese ente moderno, materialista y
economicista. Tampoco dijo nada que Europa difundió por el mundo todas
las subversiones modernas: racionalismo, humanismo, liberalismo, masonería,
democracia, marxismo, evolucionismo, positivismo, imperialismos y muchos más
"ismos", y hoy día combate a la única manifestación visible de la
Tradición, como es el fundamentalismo islámico. ¡ Cómo iba a hacerlo, si lo que
busca es conciliar con la modernidad !
En conclusión: pera compensar
tanta mentira, vaya nuestro homenaje a Carlomagno, "Imperator
Romanorum".
JULIÁN RAMÍREZ
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