LA PATOLOGÍA
DEL ECONOMICISMO
Una grave enfermedad se ha
apoderado de la modernidad: se trata del economicismo. El Estado, las
instituciones, la legislación, la política, la vida cotidiana y cada una de las
personas se encuentran infectadas con este virus. Cada día va desplazando toda
otra preocupación, todo otro interés, todo se va concentrando en la economía,
todo lo demás no importa, el "homo sapiens" se transforma en el
"homo economicus" que ha asumido lo económico como una verdadera
naturaleza. Esta cuestión se ha apoderado totalmente de la actividad principal
de los Estados. es el tema principal de todas las preocupaciones, la cuestión
económica está presente en las reuniones internacionales, en los tratados, en
la geopolítica, es decisiva en las elecciones y en la suerte de los gobiernos
cuyo éxito o fracaso depende del estado del bolsillo de los votantes.
Recordemos la frase del presidente yanqui Clinton cuando dijo, contestando a un
crítico: "¡Es la economía estúpido!"
El marxismo clásico ha hecho
de la economía el tema central de su política. Lenin sintetizó bien la
cuestión: "La economía es nuestro destino", sentenció, y a partir del
"Manifiesto comunista" los marxistas interpretaron a la historia como
el desarrollo de la lucha de clases, hasta el extremo fracasado de llevar a la
cuarta casta, la de los trabajadores al poder del Estado. Pero ese frustrado
intento no ha disminuido la presencia absorbente de la economía en la vida
diaria. El hombre moderno, que es unidimensional, busca toda explicación, de
muchas cosas que ocurren, en el factor económico y se llega a la tontería de
considerar que las actuales guerras en varias partes del mundo, en especial en
medio oriente, son fruto de obscuras conjuras por apoderarse de las fuentes de
petróleo y de otras materias primas, sin sospechar siquiera en el origen religioso y cultural de ellas, algo
muy superior a las pueriles preocupaciones economicistas.
La era burguesa es pues una
era economicista. La burguesía, cuya razón de ser es la de un sector social dominado
por el lucro y el afán de riqueza, ha impuesto esta forma de ser al mundo
moderno. La casta de los trabajadores ha seguido estas pautas, y disputa a la
burguesía el reparto de los bienes. De ahí el enfrentamiento entre gobiernos
populistas y gobiernos oligarcas que se alternan en el poder estatal.
La desaparición de las castas
cuya razón de ser no era la economía, casta guerrera y casta sacerdotal, ha
conducido a este desorden. Si la humanidad tiene la posibilidad de restaurar
una sociedad normal en la cual la economía esté sometida a principios
superiores y tradicionales, de orden metafísico y religioso, ése es el gran
tema de la actualidad.
No negamos la relativa importancia de los
problemas económicos, pero debemos ubicarlos en su justa dimensión. Ya en 1850
el tradicionalista español Juan Donoso Cortés advirtió que si bien para el
Estado las cuestiones económicas son importantes, de ningún modo son las más
importantes.
En tiempos más recientes,
Julius Evola expresó más contundentemente que "la instancia política se
legitima con valores espirituales y supraindividuales", o sea que siendo
la instancia económica inferior un Estado dedicado casi totalmente a la economía
pierde toda legitimidad, y ésta es la situación actual.
Ahora consideremos: ¿Qué cabe
hacer a los que tenemos el punto de vista tradicional, especialmente en los
países iberoamericanos, siempre sujetos a los vaivenes de los movimientos
políticos economicistas? En primer lugar tener siempre presentes los principios
de la Tradición y no dejarse arrastrar por las falsas alternativas que
inevitablemente surgirán en países como Argentina, Brasil y Venezuela, sea lado
marxista, progresista o nacionalista y frente a la ola de neoliberalismo que se
implanta en la región.
Pero esto no significa mirar hacia otro lado y mantenerse como simples
observadores de la situación. Al mismo tiempo hay que ser convidados de piedra
pero presentes en el banquete, y con nuestra presencia incidir en los mejores y
marcar la posibilidad de una superación de las falsas alternativas que
ofrecerán los movimientos puramente economicistas. Será como andar por el filo
de una montaña, con precipicios a cada lado, pero siempre arriba.
San Carlos de Bariloche, 16 de mayo del 2016.
JULIÁN RAMÍREZ
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