¡SEAMOS BÁRBAROS!
Este título quizá confunda a algunos y parezca una invitación grosera y
de mal gusto, pero permítasenos aclararlo y se verá que no es así. Para la cultura moderna los bárbaros
serían personas que actúan fuera de las normas de cultura. La barbarie sería
una falta de educación y de instrucción, de pautas contrarias a las convenidas
y aceptadas dentro de una comunidad. El filósofo Kant consideró a la barbarie
como lo contrario de la filosofía de la Ilustración, en general, lo que para
una cultura es bárbaro, para otra puede no serlo.
Julius Evola nos dice que
"a los griegos y a los mismos etruscos, los romanos se les aparecieron
casi como bárbaros". A su turno los romanos del decadente Bajo Imperio
calificaron de bárbaros a los pueblos germanos invasores, que junto con el
cristianismo construyeron una nueva civilización. También la "leyenda negra", que
lo anglosajones construyeron en torno a la actuación de los españoles en
América, calificó a éstos como bárbaros.
Lo mismo pensaron los decadentes griegos de la civilización cristiana
ortodoxa de los integrantes de las Cruzadas.
En nuestro país, la Argentina,
en el siglo XIX, el político, escritor, liberal masón y considerado gran
educador y que llegó a presidente de la república, Domingo F. Sarmiento,
consideró en su libro "Facundo,
Civilización o Barbarie", que
los civilizados eran los que adherían a la cultura francesa y al liberalismo
británico, y habitaban en las ciudades; por el contrario, los bárbaros eran la
gente de los campos, los gauchos, los
apegados a las tradiciones heredadas del Imperio Hispánico y al catolicismo.
Esa clase de gente lo único útil que tenían era la sangre. que servía de buen
abono para la tierra. Otro pensador e
intelectual contemporáneo de Sarmiento, nos referimos a Juan Bautista Alberdi,
expresó, que con la usurpación de las islas Malvinas por parte de los ingleses,
la civilización comenzaba a acercarse a estas tierras.
Y para no abundar en más
ejemplos, en nuestros días, vemos como se califica al fundamentalismo islámico
de bárbaro, en razón de ciertos hechos, usos y costumbres que no coinciden con
los del mundo moderno, al que se considera como el portador de la civilización.
Esta visión moderna de
civilización o barbarie carece de toda profundidad, es banal y superficial y es
incapaz de ir al fondo de las cosas. Y
es propio del hombre moderno ignorar lo esencial y entretenerse con lo contingente,
con los fenómenos visibles, con lo que captan los sentidos, y no ver lo que hay
detrás de ellos: una lucha entre concepciones opuestas del mundo y de la vida,
lo que los tradicionalistas evolianos llamamos la guerra de civilizaciones, el
enfrentamiento entre el espíritu tradicional y el mundo moderno.
Lo que destaca a los ejemplos
de bárbaros que hemos mencionado es su estilo, heroico, viril y trascendente de
la vida. Por el contrario las civilizaciones en estado de decadencia, y la
moderna en estado de desintegración, es su tendencia femínea, hedonista,
consumista, servil y su inclinación hacia lo promiscuo a través de la
democracia.
Por eso el hombre calificado
de bárbaro aparece como rudo, sin apego por las formalidades de la vida cotidiana,
quizá algo grosero y brutal, pero portador de una visión superior del mundo y
de la vida. El hombre moderno se
presenta como educado, amable, cuidadoso de su aspecto exterior, preocupado por
su físico, por su belleza sin ahorrar el uso de cosméticos y perfumes. Todo
esto nos indica claramente una tendencia femínea, puesto que están en la
naturaleza de la mujer esas inclinaciones.
Nos ha llamado la atención en
estos días, mirando por TV algunos partido de fútbol de la Copa de América, los
peinados y cortes más estrafalarios que usan muchos futbolistas, lo que debe
llevarles tiempo y preocupaciones más propias de mujeres que de varones. Todo
un signo de los tiempos.
Frente a este panorama
debemos preguntarnos si seremos civilizados o mejor, bárbaros. Nosotros ya
elegimos.
San Carlos de Bariloche, 20 de junio del 2016.
JULIÁN RAMÍREZ
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