INTEGRACIÓN Y DESINTEGRACIÓN DEL MUNDO MODERNO
En relación con los últimos
acontecimientos producidos en torno al "Brexit" - salida de Gran
Bretaña de la Unión Europea - se observan en el mundo moderno dos procesos, uno
de integración y otro de desintegración.
El primero de ellos, el de
integración, venía marchando en forma arrolladora en pos de un gobierno mundial
presidido por un orden material, economicista, financiero, y digámoslo en forma
clara: usurero. Esta tendencia pasaba por sobre todo: soberanía de los estados,
instituciones, formas de gobierno, cultura, religiones y nacionalismos,
sobordinando todo al omnipotente poder del dinero y erigiendo como gobernantes
a los parias sin clase social ni ideologías.
Con el "Brexit"
aparece por el contrario un proceso de desintegración. Esa formidable
construcción que es la Unión Europea, que fue avanzando durante décadas en base
a un proyecto económico ha rercibido un duro golpe. El gigante, como el
simbolismo bíblico, tiene los pies de barro; una piedra ha rodado y a dañado
sus fundamentos materiales. Carente de todo soporte espiritual amenaza con
derrumbarse, puesto que el ejemplo del "Brexit" puede transmitirse a
otras naciones europeas. Gran Bretaña aporta el 15% del PBI de la Unión Europea
y, si otros países optan por la salida, la desaparición de esa construcción
está a la vista.
Analicemos ahora qué pasa con
la otra tendencia, la desintegradora, que se da mezclada con la integradora, puesto que esta última
seguirá existiendo y dará batalla sin duda alguna.
El inició de la
desintegración ya se venía anunciando en los movimientos identitarios,
nacionalistas y anti-inmigratorios que se están desarrollando en Europa. Son
movimientos de neto corte moderno, no hay en ellos nada de tradicional, no hay
ninguna preocupación por lo trascendente, metafísico o religioso, no superan el
plano naturalista, pero en su protesta hay elementos que no se sujetan
totalmente a la economía tal colmo lo plantea la tendencia integradora. Y
entramos aquí a la cuestión de las nacionalidades, que no debe ser confundida con los
nacionalismos, siendo estos últimos la parte degenerada y distorsionadora de
todo principio tradicional. Las nacionalidades son legítimas, si bien forman
parte de lo natural son una protección contra la abstracción del concepto de
humanidad, de igualdad y de fraternidad, principios todos ellos derivados de la
nefasta Revolución Francesa. Así nos lo dice el gran maestro Julius Evola en su
obra "Los Hombres y las Ruinas" de la cual transcribimos este
párrafo: "...afirmar el derecho de la nación para hacer valer un principio
elemental y natural de diferencia en lo referente a un determinado grupo humano
en contra de todas las formas de disgregación individualista, de mezcla
internacionalista, de proletarización y, sobre todo, frente al mundo de las
masas y de la pura economía, representa algo positivo y legítimo." (pág.
53 ob. cit. Ediciones Heracles ). Esto es lo que hay en el fondo de la
tendencia a la disgregación. Lo mismo se observa en el surgimiento de la
candidatura de Trump en los EE.UU. y se lo puede rastrear en el
"Brexit".
Pero aquí cabe hacer una
fundamental advertencia. Todas estas tendencias disgregadoras carecen de toda
perspectiva tradicional, trascendente, espiritual y religiosa; se mueven
totalmente en el plano del mundo moderno, y por lo tanto son enemigas de
quiénes sostenemos los principios tradicionales. Sin embargo consideramos que
son positivas porque dividen, caotizan y
anarquizan a la modernidad y la debilitan, y por lo tanto facilitan el
desarrollo de una alternativa Superior.
No olvidemos que todos ellos
se reúnen para combatir al fundamentalismo islámico, la única tendencia visible
y manifiesta en el mundo de hoy de la unidad entre lo tradicional y los
derechos de las nacionalidades.
San Carlos de Bariloche, 27 de junio del 2016.
JULIÁN RAMÍREZ
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