SIGNOS DE
NACIONALIDAD
La realidad sensible nos brinda a diario signos de los tiempos que
vivimos. Así en esta época de decadencia, desintegración y disolución de toda
presencia de valores tradicionales, de triunfo de la democracia, de los pseudo
valores humanos, de mediocridad, de igualitarismo, de pensamiento único y de lo
politícamente correcto, hemos presenciado un leve sismo, un ligero temblor de
otros signos de significado diferente a los primeros.
Ocurre que en nuestro país,
la Argentina, se celebró el 200º aniversario de la independencia del 9 de Julio
de 1816. Las autoridades de turno prepararon una serie de actos, desfiles y
celebraciones del caso, en la forma burocrática acostumbrada. Nuestra posición
con respecto a lo que de destructiva del Imperio Hispánico tuvo nuestra supuesta
independencia, y que fue un proceso subversivo en contra de los valores
tradicionales, ya es conocida por los oyentes de esta radio, y así lo hemos
expuesto en nuestra nota de la audición del pasado 5/7. Pero en las
celebraciones del 9 y 10 de Julio hemos observado ciertos aspectos que se
aparten de los signos negativos que a diario nos abruman.
En primer lugar hemos visto
la manifiesta presencia de las fuerzas armadas en los desfiles, cosa que no
ocurría con esa magnitud desde hace muchos años, durante los cuales los
gobiernos de la progresía y de la democracia las despreciaron, y las desvalorizaron, con la intención de
destruirlas, con una política de desprestigio a través de los medios, de la
partidocracia y del recorte substancial de los medios materiales, lo que pone
al país en una incapacidad total para atender a lo más elemental de la defensa
nacional.
En segundo lugar, los
desfiles masivos de veteranos
ex-combatientes de la guerra de Malvinas; acontecimientos de tal magnitud nunca
vistos desde el restablecimiento de la perversidad democrática en 1983. Los
ex-combatientes fueron reiteradamente tratados como que no existían, denigrados
por la subversión neo-marxista y progresista, o tratados como pobres chicos
víctimas de los militares.
En tercer lugar el desfile masivo e inacabable de jinetes gauchos,
rememorando una tradición telúrica y patriótica de las antiguas montoneras, tan
despreciadas y exterminadas por el régimen liberal triunfante luego de la
batalla de Caseros de 1853.
Lo notable del caso es que
estos tres hechos fueron aclamados y victoreados en forma entusiasta por las
multitudes asistentes a los desfiles, tanto en Tucumán como en Buenos Aires, lo
que habrá sido una sorpresa tanto para las autoridades de turno, que a los
siete meses de asumir están llegando a un nivel notable de desprestigio, como a
progresistas, neo-marxistas y democráticos, tal como si avisoraran algún
fantasma.
Ahora cabe preguntarnos qué
significan estos hechos vistos desde el punto de vista tradicional.
El maestro Julius Evola ha
enseñado la distinción que hay entre nacionalidad y nacionalismo. La
nacionalidad es legítima y sana. Es la forma que tiene un pueblo para elevarse
desde la abstracta humanidad, la indiferenciación, lo colectivo y lo promiscuo
hacia un nivel superior que facilita la comprensión de principios
tradicionales. El nacionalismo es la parte enferma, egoista y sectaria,
producto de la modernidad y destructor de imperios tradicionales.
La nacionalidad es cultura,
entendiendo por cultura la adhesión a principios superiores, y es un nivel
intermedio entre el universalismo, que es lo superior, y el colectivismo, que
es lo inferior. El mundo moderno conduce hacia el colectivismo, hacia la manada
y lo indiferenciado, nivela y destruye lo superior en beneficio de lo bajo. Los
pueblos legítimamente tienen que defender su nacionalidad, su religión, su
idioma, su arte, su música, sus usos y
costumbres para evitar caer en el amontonamiento colectivista y en la oscuridad
en donde todos los gatos son negros.
Somos contrarios a la mezcla
de razas, de religiones, de culturas y de arte. Tenemos que saber guardar
distancia y no caer en la promiscuidad, pero ello no quita coincidir en lo
superior con otros pueblos; de ahí nuestro apoyo al fundamentalismo islámico,
en el cual no defendemos lo musulmán sino lo que tiene de tradicional. Con
respecto a los movimientos identitarios y nacionalistas europeos los comprendemos, pero también vemos sus
limitaciones en el hecho que no se avisora en ellos nada que conduzca
ulteriormente a los tradicional, y se mueven totalmente en la modernidad sin
alcanzar un nivel superior. La nacionalidad debe facilitar el acceso a la
Tradición, de lo contrario fracasará.
Las manifestaciones relatadas
en el caso argentino tienen la posibilidad de facilitar un camino ulterior a
algo superior, que sean algo más que un lejano eco y se transformen en un rumor
de restauración. San Carlos de
Bariloche, 11 de Julio del 2016.
JULIÁN RAMÍREZ
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