EVOLA Y LOS JESUITAS
Es de recordar que la obra Imperialismo Pagano, escrita en el período juvenil de Evola cuando
aun no contaba con 30 años, fue publicada con la intención de advertir al
fascismo respecto de los peligros que significaba, en razón de la firma del
Concordato con el Vaticano, dejarse influir por el clero güelfo al que calificaba como una fuerza subversiva.
De manera inmediata y luego del impacto obtenido tras tal
publicación, una serie de revistas católicas, entre las cuales se
hallaba Fe y Razón, a
cargo de quien más tarde sería el papa Paulo VI, arreciaron en sus críticas muy
duras hacia Evola al que se calificara con los epítetos peores, tales como
satanista, masón o teósofo. En su respuesta, alguno de cuyos pasajes publicamos
aquí a continuación, el autor hace notar que aquello de lo que a él se lo acusa es justamente lo que es propio del
catolicismo güelfo y jesuítico, al que reputa como uno de los cánceres
principales de la modernidad, es decir aquello que ha operado en sus mismos
orígenes. Así pues, soslayando aquí la distinción que debe existir entre lo
satánico, que es lo propio de un mundo moderno y degenerado, respecto de lo
luciférico con lo que suele confundirse aquella actitud que significa no querer
estar subordinado a las órdenes del clero (1), el autor se referirá a las
principales acusaciones propaladas en su contra respecto de su pretendida
adhesión al movimiento teosofista y a la institución de la masonería. Al
respecto nos hace notar la confusión que hoy existe en relación a la mención de
estos términos e instituciones. En referencia al teosofismo, si por ello se entiende
su origen etimológico, es decir conocimiento superior o sabiduría (Sofía) de lo divino (theós), ello es sin más no sólo propio
del pensamiento evoliano, sino de toda la gran tradición occidental. Ahora bien,
si en cambio nos remitimos a lo que hoy es el movimiento mal llamado teosofista que se remite a figuras como Madame
Blavatsky, compuesto de una serie de orientaciones pacifistas y sentimentaloides,
ello es más propio del fideísmo güelfo que de una orientación tradicional y
viril como la sustentada por nuestro autor. Más paradojal resulta la denuncia
que se le lanza de pertenecer a la masonería. Nuevamente se trata aquí de una
gran confusión. Si entendemos por masonería lo que fuera en su carácter
originario, nos hallamos aquí con una agrupación de personas abocadas a
practicar una experiencia esotérica e iniciática respecto de la divinidad
diferente de lo que acontece con el común de las personas. Por lo tanto se
trataría de una institución extra política y alejada de todo moralismo o
sentimentalismo como en cambio ha acontecido con la masonería moderna que es
una institución degenerada a partir de la Revolución Francesa en donde se
utilizó su carácter secreto con finalidades profanas y antitradicionales
convirtiendo así a tal institución en uno de los motores propulsores de la
modernidad. Y esto es justamente el aspecto que para Evola es propio también de
lo güelfo y en especial de su expresión jesuítica que representa la vanguardia
de tal corriente disolutoria. Del mismo modo que la Masonería, la Compañía de
Jesús acude a procedimientos arteros y sibilinos para perpetuar sus fines. En
este caso Evola hace notar cómo frente al tema del ocultismo, que es aquello de
lo cual falsamente se acusa a la masonería moderna y al mismo Evola, se acude a
lo que denomina como la técnica de la
absorción que consiste en tratar, cuando a una fuerza enemiga no se la
puede abatir, de disolverla asumiendo de ésta alguno de sus aspectos más
superficiales. Nos recuerda aquí entre otras cosas la movida realizada por la
revista jesuítica Regnabit que
publicara por años artículos de René Guénon con la finalidad de pergeñar un
ocultismo acorde con el catolicismo en el momento en que tal autor manifestara
que el origen de la decadencia moderna en nuestra civilización aconteció cuando
el monarca se sublevara en contra del papa no reconociendo su soberanía, es
decir la tesis güelfa. Tal movida ya había sido efectuada por la Compañía desde
los mismos tiempos de Descartes cuando intentó con su filosofía absorber el
racionalismo moderno dentro de los cánones eclesiásticos o con el jesuita
Teilhard de Chardin que ha tratado de incluir el evolucionismo biológico
también en connivencia con los dogmas cristianos. Y dentro de este mismo
contexto podemos recordar las obras del también jesuita Yves Calvez
reivindicando la figura de Marx y promoviendo el impulso hacia lo que fuera
luego la teología de la liberación que no es sino una absorción del marxismo,
al que no se puede abatir, en el seno del cristianismo. El mismo Evola más tarde recordará en El camino del cinabrio esta misma
técnica jesuítica utilizada respecto del problema de la raza cuando los popes
de tal secta conciliaron con los nazis cientificistas y antimetafísicos con tal
de apartar a una fuerza como la evoliana que compitiera con ella en tal esfera
superior. Así pues nos dice textualmente: “Con habilidad jesuítica dichos
elementos católicos no atacaron frontalmente: pasando por alto lo que los
afectaba sobremanera (es decir una concepción metafísica que no sostuviera que
para salvarse había que subordinarse a los güelfos) ellos le presentaron a
Mussolini otros aspectos de mi concepción que contradecían alguna de las ideas
centrales del fascismo…”.
Tal como vemos Julius Evola tuvo bien en claro el carácter
subversivo reprsentado por el güelfismo como la usina propaladora de la gran
herejía moderna y en especial de su secta operativa principal, con caracteres
muy similares a los de la Masonería moderna, que es la Compañía de Jesús.
Seguidamente reproducimos algunos pasajes significativos de la
réplica de Evola formulada a tales figuras y publicada a la manera de Apéndice
en la edición italiana de Imperialismo
pagano (2).
1- No somos teósofos ni masones
1- No somos teósofos.
Por más que se nos critique
de ‘adorador del Asia’ y de teósofo queremos recordar aquí que tenemos manera
de demostrar cómo nos hemos puesto varias veces en contra de la teosofía, en
contra de Shuré, de Annie Besant y compañía. Aunque a decir verdad todas estas
personas se encuentran mucho más cerca de los distintos residuos
sentimentaloides, supersticiosos, místicamente estetizantes que frecuentan las
distintas sacristías y cenáculos católicos-cristianos, hallándose en cambio
mucho más lejos de nosotros en tanto defensores de una fría, positiva, dura
ciencia y potencia de la iniciación, de la magia, de la realización pagana que
profesamos y defendemos…
Todo esto si es que se
presupone que con la teosofía se quiera decir “Theosophical Society”, es decir teosofismo; puesto que si en vez se tomase el sentido
que la teosofía tiene en nuestras antiguas tradiciones, comprendiendo por ella
la ciencia (Sofía) de lo divino (theos), por contraposición a todo vano ‘creer’ en
Dios, por cierto que no hesitaríamos en declararnos teósofos, y no teniendo
para nada que avergonzarnos por ello, al estar en una misma línea con Apolonia
de Thiana, de Plotino, de Eckhart, de Böhme, etc.
2- No somos masones.
La jugada empleada es
como siempre la de que no se puede atacar a la Iglesia sin ser necesariamente
masones, en modo tal que todos los subordinados a la Compañía de Jesús, agitando
el tabú de la masonería, creen que en tal modo han hecho buena letra con el
fascismo.
A tal respecto queremos
acotar aquí que la acusación de sociedad
secreta e internacional lanzado en contra de la masonería también debería
abarcar y con igual intensidad a quienes han agudizado el conflicto del
fascismo en contra de la misma masonería, es decir la antes mencionada Compañía
de Jesús y no es necesario ser gibelinos o paganos para darse cuenta
de esto y de cómo los Jesuitas han en su momento sustentado un
internacionalismo antifascista.
La revista Fe y Razón me acusa de ser uno de los jefes de la secta teosófica
orientalista y practicante de la masonería… Pero la realidad es ésta. Las
ciencias esotéricas e iniciáticas se remiten a una tradición idéntica (por lo
tanto no específicamente oriental u occidental) cuyos orígenes se confunden con
los de la misma historia. A través del hermetismo y de un simbolismo en parte
evangélico y en parte romano, la tradición esotérica en una de sus formas
particulares ha sido asumida por la masonería, la cual hasta el período
anterior a la Revolución Francesa, tuvo un carácter de institución espiritual,
hermética, totalmente extrapolítica. En contra de tal masonería sería absurdo
que el fascismo combatiese… Pero cuando la masonería tomó un carácter de
asociación política, influida, vaya casualidad, por ideologías social
cristianas y jacobinas, la misma comenzó a perder gradualmente su aspecto iniciático.
Y es en contra de ésta que el fascismo se ha enfrentado.
Pero además de todo en
su mala fe e incultura nuestros adversarios güelfos parecieran ignorar cuántos
símbolos, fórmulas y ritos de carácter primitivamente iniciático y mistérico
conserve el mismo catolicismo. Incluso la famosa escuadra y compás se
encuentran en la figura de los cuatro Santos coronados que aparece en la
iglesia de San Miguel en Florencia. En materia de ciencias de las religiones se
trata de un lugar común.
Pero por otro lado nos hallamos
con la siguiente paradoja. Junto a los habituales ataques en contra de la
masonería encontramos también una corriente, justamente del lado jesuítico, que
pretende rescatar aspectos del ocultismo. Así pues el jesuita G. Bilchmair,
tras haber afirmado que “no es más serio ni prudente para la apologética
católica descuidar las corrientes ocultistas modernas” afirma también que “el
sacerdote católico debe volver consciente el carácter esotérico (sic) de sus
ritos y de sus símbolos” (Okkultismus und Seelsorge, Insbruck
1926, pg. 127). A su vez la revista también jesuita Regnabit publica en forma regular desde hace
años artículos de un notorio ocultista, René Guénon, quien se esmera por
revelar el aspecto esotérico e iniciático… Resulta aquí evidente que entra en
juego el famoso dicho evangélico de que “no sepa la mano derecha lo que hace la
izquierda”.
Se trata aquí de la
usual táctica de absorción utilizada
por la Iglesia cada vez que se encuentra ante una importante corriente
espiritual que no logra abatir. Y a tal respecto el ocultismo se tiene que dar
cuenta de tal peligro. La contaminación resulta mucho peor que la oposición.
Por tal razón nosotros mucho más que contra el teosofismo anglo-hindú, nos
hemos nucleado en contra de la antropología steineriana y en contra de las
corrientes martinistas, que representan intentos de cristianizar el ocultismo.
(1) Respecto de la diferencia entre
satanismo y luciferismo puede consultarse nuestro texto.
2) Imperialismo pagano, Edizioni Ar
1978. Ediciones Heracles publicó en cambio la edición alemana retraducida al
italiano, la diferencia es que esta última carece de la vetas polémicas que
aparecen aquí.
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