viernes, 22 de marzo de 2019

EVOLA Y LOS JESUITAS


EVOLA Y LOS JESUITAS

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Es de recordar que la obra Imperialismo Pagano, escrita en el período juvenil de Evola cuando aun no contaba con 30 años, fue publicada con la intención de advertir al fascismo respecto de los peligros que significaba, en razón de la firma del Concordato con el Vaticano, dejarse influir por el clero güelfo al que calificaba como una fuerza subversiva.
De manera inmediata y luego del impacto obtenido tras tal publicación, una serie de revistas católicas, entre las cuales se hallaba  Fe y Razón, a cargo de quien más tarde sería el papa Paulo VI, arreciaron en sus críticas muy duras hacia Evola al que se calificara con los epítetos peores, tales como satanista, masón o teósofo. En su respuesta, alguno de cuyos pasajes publicamos aquí a continuación, el autor hace notar que aquello de lo que a él se lo acusa es justamente lo que es propio del catolicismo güelfo y jesuítico, al que reputa como uno de los cánceres principales de la modernidad, es decir aquello que ha operado en sus mismos orígenes. Así pues, soslayando aquí la distinción que debe existir entre lo satánico, que es lo propio de un mundo moderno y degenerado, respecto de lo luciférico con lo que suele confundirse aquella actitud que significa no querer estar subordinado a las órdenes del clero (1), el autor se referirá a las principales acusaciones propaladas en su contra respecto de su pretendida adhesión al movimiento teosofista y a la institución de la masonería. Al respecto nos hace notar la confusión que hoy existe en relación a la mención de estos términos e instituciones. En referencia al teosofismo, si por ello se entiende su origen etimológico, es decir conocimiento superior o sabiduría (Sofía) de lo divino (theós), ello es sin más no sólo propio del pensamiento evoliano, sino de toda la gran tradición occidental. Ahora bien, si en cambio nos remitimos a lo que hoy es el movimiento mal llamado teosofista que se remite a figuras como Madame Blavatsky, compuesto de una serie de orientaciones pacifistas y sentimentaloides, ello es más propio del fideísmo güelfo que de una orientación tradicional y viril como la sustentada por nuestro autor. Más paradojal resulta la denuncia que se le lanza de pertenecer a la masonería. Nuevamente se trata aquí de una gran confusión. Si entendemos por masonería lo que fuera en su carácter originario, nos hallamos aquí con una agrupación de personas abocadas a practicar una experiencia esotérica e iniciática respecto de la divinidad diferente de lo que acontece con el común de las personas. Por lo tanto se trataría de una institución extra política y alejada de todo moralismo o sentimentalismo como en cambio ha acontecido con la masonería moderna que es una institución degenerada a partir de la Revolución Francesa en donde se utilizó su carácter secreto con finalidades profanas y antitradicionales convirtiendo así a tal institución en uno de los motores propulsores de la modernidad. Y esto es justamente el aspecto que para Evola es propio también de lo güelfo y en especial de su expresión jesuítica que representa la vanguardia de tal corriente disolutoria. Del mismo modo que la Masonería, la Compañía de Jesús acude a procedimientos arteros y sibilinos para perpetuar sus fines. En este caso Evola hace notar cómo frente al tema del ocultismo, que es aquello de lo cual falsamente se acusa a la masonería moderna y al mismo Evola, se acude a lo que denomina como la técnica de la absorción que consiste en tratar, cuando a una fuerza enemiga no se la puede abatir, de disolverla asumiendo de ésta alguno de sus aspectos más superficiales. Nos recuerda aquí entre otras cosas la movida realizada por la revista jesuítica Regnabit que publicara por años artículos de René Guénon con la finalidad de pergeñar un ocultismo acorde con el catolicismo en el momento en que tal autor manifestara que el origen de la decadencia moderna en nuestra civilización aconteció cuando el monarca se sublevara en contra del papa no reconociendo su soberanía, es decir la tesis güelfa. Tal movida ya había sido efectuada por la Compañía desde los mismos tiempos de Descartes cuando intentó con su filosofía absorber el racionalismo moderno dentro de los cánones eclesiásticos o con el jesuita Teilhard de Chardin que ha tratado de incluir el evolucionismo biológico también en connivencia con los dogmas cristianos. Y dentro de este mismo contexto podemos recordar las obras del también jesuita Yves Calvez reivindicando la figura de Marx y promoviendo el impulso hacia lo que fuera luego la teología de la liberación que no es sino una absorción del marxismo, al que no se puede abatir, en el seno del cristianismo.  El mismo Evola más tarde recordará en El camino del cinabrio esta misma técnica jesuítica utilizada respecto del problema de la raza cuando los popes de tal secta conciliaron con los nazis cientificistas y antimetafísicos con tal de apartar a una fuerza como la evoliana que compitiera con ella en tal esfera superior. Así pues nos dice textualmente: “Con habilidad jesuítica dichos elementos católicos no atacaron frontalmente: pasando por alto lo que los afectaba sobremanera (es decir una concepción metafísica que no sostuviera que para salvarse había que subordinarse a los güelfos) ellos le presentaron a Mussolini otros aspectos de mi concepción que contradecían alguna de las ideas centrales del fascismo…”.
Tal como vemos Julius Evola tuvo bien en claro el carácter subversivo reprsentado por el güelfismo como la usina propaladora de la gran herejía moderna y en especial de su secta operativa principal, con caracteres muy similares a los de la Masonería moderna, que es la Compañía de Jesús.
Seguidamente reproducimos algunos pasajes significativos de la réplica de Evola formulada a tales figuras y publicada a la manera de Apéndice en la edición italiana de Imperialismo pagano (2).
1-    No somos teósofos ni masones

1-    No somos teósofos.
Por más que se nos critique de ‘adorador del Asia’ y de teósofo queremos recordar aquí que tenemos manera de demostrar cómo nos hemos puesto varias veces en contra de la teosofía, en contra de Shuré, de Annie Besant y compañía. Aunque a decir verdad todas estas personas se encuentran mucho más cerca de los distintos residuos sentimentaloides, supersticiosos, místicamente estetizantes que frecuentan las distintas sacristías y cenáculos católicos-cristianos, hallándose en cambio mucho más lejos de nosotros en tanto defensores de una fría, positiva, dura ciencia y potencia de la iniciación, de la magia, de la realización pagana que profesamos y defendemos…
Todo esto si es que se presupone que con la teosofía se quiera decir “Theosophical Society”, es decir teosofismo; puesto que si en vez se tomase el sentido que la teosofía tiene en nuestras antiguas tradiciones, comprendiendo por ella la ciencia (Sofía) de lo divino (theos), por contraposición a todo vano ‘creer’ en Dios, por cierto que no hesitaríamos en declararnos teósofos, y no teniendo para nada que avergonzarnos por ello, al estar en una misma línea con Apolonia de Thiana, de Plotino, de Eckhart, de Böhme, etc.
2-    No somos masones.
La jugada empleada es como siempre la de que no se puede atacar a la Iglesia sin ser necesariamente masones, en modo tal que todos los subordinados a la Compañía de Jesús, agitando el tabú de la masonería, creen que en tal modo han hecho buena letra con el fascismo.
A tal respecto queremos acotar aquí que la acusación de sociedad secreta e internacional lanzado en contra de la masonería también debería abarcar y con igual intensidad a quienes han agudizado el conflicto del fascismo en contra de la misma masonería, es decir la antes mencionada Compañía de Jesús y no es necesario ser gibelinos o paganos para darse cuenta de esto y de cómo los Jesuitas han en su momento sustentado un internacionalismo antifascista.
La revista Fe y Razón me acusa de ser uno de los jefes de la secta teosófica orientalista y practicante de la masonería… Pero la realidad es ésta. Las ciencias esotéricas e iniciáticas se remiten a una tradición idéntica (por lo tanto no específicamente oriental u occidental) cuyos orígenes se confunden con los de la misma historia. A través del hermetismo y de un simbolismo en parte evangélico y en parte romano, la tradición esotérica en una de sus formas particulares ha sido asumida por la masonería, la cual hasta el período anterior a la Revolución Francesa, tuvo un carácter de institución espiritual, hermética, totalmente extrapolítica. En contra de tal masonería sería absurdo que el fascismo combatiese… Pero cuando la masonería tomó un carácter de asociación política, influida, vaya casualidad, por ideologías social cristianas y jacobinas, la misma comenzó a perder gradualmente su aspecto iniciático. Y es en contra de ésta que el fascismo se ha enfrentado.
Pero además de todo en su mala fe e incultura nuestros adversarios güelfos parecieran ignorar cuántos símbolos, fórmulas y ritos de carácter primitivamente iniciático y mistérico conserve el mismo catolicismo. Incluso la famosa escuadra y compás se encuentran en la figura de los cuatro Santos coronados que aparece en la iglesia de San Miguel en Florencia. En materia de ciencias de las religiones se trata de un lugar común.
Pero por otro lado nos hallamos con la siguiente paradoja. Junto a los habituales ataques en contra de la masonería encontramos también una corriente, justamente del lado jesuítico, que pretende rescatar aspectos del ocultismo. Así pues el jesuita G. Bilchmair, tras haber afirmado que “no es más serio ni prudente para la apologética católica descuidar las corrientes ocultistas modernas” afirma también que “el sacerdote católico debe volver consciente el carácter esotérico (sic) de sus ritos y de sus símbolos” (Okkultismus und Seelsorge, Insbruck 1926, pg. 127). A su vez la revista también jesuita Regnabit publica en forma regular desde hace años artículos de un notorio ocultista, René Guénon, quien se esmera por revelar el aspecto esotérico e iniciático… Resulta aquí evidente que entra en juego el famoso dicho evangélico de que “no sepa la mano derecha lo que hace la izquierda”.
Se trata aquí de la usual táctica de absorción utilizada por la Iglesia cada vez que se encuentra ante una importante corriente espiritual que no logra abatir. Y a tal respecto el ocultismo se tiene que dar cuenta de tal peligro. La contaminación resulta mucho peor que la oposición. Por tal razón nosotros mucho más que contra el teosofismo anglo-hindú, nos hemos nucleado en contra de la antropología steineriana y en contra de las corrientes martinistas, que representan intentos de cristianizar el ocultismo.


(1) Respecto de la diferencia entre satanismo y luciferismo puede consultarse nuestro texto.
2) Imperialismo pagano, Edizioni Ar 1978. Ediciones Heracles publicó en cambio la edición alemana retraducida al italiano, la diferencia es que esta última carece de la vetas polémicas que aparecen aquí.

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