En tiempo cercano se editará en España para el público de tal país una edición de Imperialismo pagano con nuestra traducción. Como anticipo de la misma publicamos aquí la nueva introducción aportada.
Hace 20 años exactamente se editaba por primera vez en nuestra lengua, en la República Argentina, la primera edición de Imperialismo Pagano, texto escrito por Evola en 1927. Hoy, a casi un siglo de su aparición, lo reeditamos, pero esta vez en España, gracias a un esfuerzo especial de Ediciones EAS que ha adquirido los derechos de traducción.
Habiendo transcurrido tanto tiempo desde nuestra primera Introducción y aprovechando este nuevo y fundamental evento, pasaré a reseñar la importancia esencial que vuelve a adquirir como nunca esta obra excepcional.
Imperialismo pagano es un texto clave para comprender la teoría política de corte tradicional. En el mismo se exalta la forma del Imperio como lo contrario exacto de la Democracia, régimen imperante en la modernidad, en donde el poder, en vez de emanar de lo alto como en el primer caso, proviene de lo bajo, del pueblo, y el que gobierna por tal situación se encuentra a su vez limitado en el ejercicio de su libertad y función.
Para la tradición el Estado no es simplemente el organismo que tiene por fin administrar a una nación, esto es, el encargado de asegurar que sus habitantes llenen adecuadamente su vientre y no colisionen entre sí en el contraste entre sus diferentes intereses, tal como concibe la modernidad, sino en cambio se trata de un ente pontifical cuya función es la de transformar al hombre de mero individuo en persona, esto es, de simple sujeto gregario, apegado a los fenómenos vitales y a la búsqueda de la felicidad vacuna, al de ente espiritual proyectado hacia lo que es más que mera vida, es decir propiamente hacia la dimensión metafísica. Se concibe así que la existencia del hombre no está reducida a la simple temporalidad y a la materia, sino que se dirige hacia lo eterno y espiritual, siendo el Estado, en la figura del Emperador, encarnación de lo divino en este mundo, el encargado de dirigirlo hacia tal fin. Por ello era inconcebible suponer que aquel que por su función es más que mero hombre tenga su poder limitado por otros quienes le indican o corrigen en lo que debe hacer, menoscabando así su función divina y celestial, es decir aquello que es propiamente gobernar.
Lamentablemente tal paradigma tradicional de gobierno que existiera en la antigua Roma y fuera recreado luego en el Medioevo con el Sacro Romano Imperio Germano Cristiano, por la decadencia moderna, cayó sucesivamente en una serie de deformaciones de tal idea cuales fueran y son las distintas formas aun vigentes de imperialismo (de allí que Evola se corregirá más tarde por haber elegido como título de esta obra a este último término) que significa el ejercicio de un poder absoluto e ilimitado, tal como aconteciera en el Imperio tradicional, pero desgajado de su fin esencial de pontífice, llegando incluso a tomar el elemento religioso en forma distorsionada y al servicio de apetitos personales de poder por parte de un tirano. Es decir se trata de un poder que del Imperio tan sólo conserva su vestigio exterior y formal pero que carece del carisma espiritual que tuviera en la forma tradicional, convirtiéndose en un modo estereotipado de dominio puramente material, tal la idea del Estado como el que ejerce el monopolio de la fuerza, pero limitada a una esfera puramente física.
El fracaso sucesivo del sistema democrático, tal como percibimos ahora en forma clara y nítida en medio de esta catastrófica pandemia, ha hecho que algunos por primera vez se fijaran en la obra de Julius Evola, como un autor verdaderamente alternativo, de allí la difusión lograda a través de la publicación de sus obras en los últimos tiempos en diferentes lenguas y en especial en la nuestra. Esta peligrosa irrupción, para el moderno y sus mentores, los ha obligado a tomar medidas de contención y defensa ante la posibilidad inminente de su disolución y ante el surgimiento y aceptación de la única doctrina alternativa existente al caos hoy vigente. Fue así que el premier israelí Ariel Sharon, ante la visita que le efectuara un ex lider fascista a fin de hacer las paces con el sionismo, le efectuó a éste la indicación perentoria de combatir con todos los medios a su alcance la herencia de Julius Evola y de su influjo doctrinario. Ante las precisiones solicitadas al respecto, habría indicado que lo esencial es acudir a un proceso de confusión e hibridez, es decir mezclar su doctrina con otras contrarias a fin de hacerla inofensiva y por lo tanto inutilizarla.
Presenciamos así en nuestros días, bajo este signo mentor, la aparición de Evola como filósofo inspirador de distintos movimientos imperialistas, es decir deformadores del ideal imperial y romano, como el del ideólogo Dugin que lo ensalza como inspirador del avance por el mundo del imperialismo ruso, representado hoy por Putin, olvidando así todas las indicaciones precisas que el maestro italiano formulara respecto de tal ideformación que se remontaba más allá del mismo comunismo. En el otro extremo el ideólogo Bannon, promotor a su vez del imperialista Trump en los Estados Unidos y que ha intentado hacer pié, exaltando a la figura de Evola, en territorio europeo y en ambientes mal calificados como de derecha pero que en el fondo no lo son.
Es de esperar que la publicación de esta obra fundamental de Julius Evola ayude a disipar todo intento distorsionador que ha querido hacerse en el afán constante de impedir el retorno del hombre a la normalidad, esto es, a la Tradición lisa y llana en donde quien gobierna es alguien casi como de otra naturaleza y los gobernados son seres capaces de sentir con su presencia el aliento del más allá.
Marcos Ghio
Buenos Aires, 15 de abril de 2021.
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