LA PIROTECNIA
VERBAL
Vivimos en medio de un tremendo desborde de
las palabras. Todos los dias caen sobre nosotros cataratas de palabras con las
cuales nos aturden sin cesar. Los medios de comunicación están a la cabeza. Se
excita constantemente al consumismo de las cosas más superfluas junto con la
increíble cacofonía de lo que se llama, de alguna manera, música.
Políticos, politólogos, periodistas, locutores deportivos, críticos
artísticos, “culturosos”, divulgadores, informadores que no informan de nada
serio, chismosos de la farándula, cientificistas que no saben ciencias,
programas religiosos vaya uno a saber de qué religión o pseudoreligión y la
consabida transmisión de eventos deportivos especialmente de fútbol. En nuestro
país, la Argentina, hay un programa especial denominado “fútbol para todos “
que casi a diario nos regala, y a cargo de locutores chabacanos y de bajo nivel
cultural, algún partido que ayuda a
sostener el moderno circo romano.
El
culto a la palabra con poco contenido se ha enseñoreado de la sociedad moderna.
Es precisamente en las democracias donde predomina la oratoria, y de la peor,
el lugar por excelencia de los abogados, Los grandes oradores de la Atenas clásica
coincidieron con el comienzo de la decadencia griega. Y otra cosa fuera si las palabras reflejaran
lo que se piensa. Ocurre todo lo contrario: sirven para disimular, para engañar
y para mentir.
El
abuso de las palabras nace con la democracia. No en balde Juan Donoso Cortés
calificó a la burguesía de “clase discutidora”: Desde entonces nacen y
proliferan los parlamentos, los congresos, las asambleas y cuerpos
deliberativos de todo orden. Hoy dia se
impone reunirse, buscar el consenso, negociar y transar para ser un buen
democrático. En última instancia se vota y el que obtiene la mitad más uno
gana. Es decir, se impone la ley de la cantidad en desmedro de la calidad.
Todo
este abuso de la palabra tiene causas muy profundas. La pérdida de los valores
tradicionales provocó una feminización de la sociedad. El legítimo predominio
de la virilidad espiritual provocó el avance de la naturaleza femínea. En
términos de una filosofía de extremo oriente, el “yang” comenzó a ser
desplazado por el “yin”, y la democracia y el abuso de la palabra son “yin”.
La
locuacidad de la mujer tiene su causa en que la fémina por naturaleza propia
busca siempre un apoyo y un sostén y usa la palabra para ello, aparte su
debilidad física con respecto al varón le hace usar la palabra para disimular y
engañar. Estas características propias
de la naturaleza femenina adquieren preponderancia en un mundo en el cual están
ausentes los principios tradicionales, varoniles y guerreros.
Democracia, Pueblo, Parlamentarismo, tienen naturaleza femenina y están
consubstanciados con la palabra.
En
un mundo pletórico de palabras ocurren hechos que dan al traste con el “flatus
vocis”. Un ejemplo de ello fue el 11-9-2001 con el derrumbe de las Torres
Gemelas. Allí se acabaron las teorías en
torno al fin de la historia, y a la globalización en base a la democracia y el
liberalismo. Muchos discursos también van a terminar acerca del eurosiatismo y
de la geopolítica. Ambos acontecimientos son hechos contundentes frente a los
cuales los verborrágicos no tienen palabras valederas, y la Tradición vuelve
por sus fueros.
Hay
que volver al adagio romano: “res non verba” y al laconismo espartano, signos
claros de civilizaciones tradicionales, viriles y guerreras, en donde la acción superior y trascendente
deje de lado la flatulencia verbal.
San Carlos de Bariloche, 11 de marzo del
2014.
JULIÁN
RAMÍREZ
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