ACERCA DEL ENCUENTRO BUSH-KIRCHNER
“NO SE PREOCUPE, SOY PERONISTA”
La reciente y amistosa visita del presidente Kirchner a los Estados Unidos y su tranquilizadora respuesta a Bush en el sentido de que no se preocupara por el izquierdismo que él vislumbra en nuestro Continente, con los progresistas Lula, Lagos y el populista Chávez en el poder, ya que en su caso él era por sobre todas las cosas un peronista, debería llamarnos a más de una reflexión.
Esta circunstancia me recuerda cuando años atrás, hallándome en España y ante la sorpresa de algunos respecto de por qué Menem, que era peronista podía haberlo privatizado todo y además haber dicho que se encontraba en relaciones carnales con los Estados Unidos, contesté que ello no era para nada sorprendente, sino que justamente porque él era peronista esas cosas sucedían. Y aquí hay que resaltar también que cuando el peronismo se manifiesta, tal como lo hace ahora, como un movimiento que no es ni de izquierdas ni de derechas, está diciendo estrictamente lo correcto. Nos está manifestando no solamente que se trata de un nucleamiento político que se encuentra por encima de las ideologías, sino más aun, de los mismos principios y en función en cambio de meros intereses. Desde tal perspectiva las ideologías y plataformas programáticas sirven y son utilizables sólo en la medida en que cumplen con el interés buscado. Perón por ejemplo, cuando quiso alzarse con el poder, no tuvo escrúpulo alguno en armar una guerrilla izquierdista, la que posteriormente habría de generar tanta violencia en el país, que casi hasta da cuenta de su misma vida. De la misma manera que a Menem no le preocupó en lo más mínimo aliarse con Norteamérica en contra de Irak y hasta mandar tropas al país invadido, a pesar de que en la plataforma de su movimiento figuraba como principio la “Tercera Posición”. Es decir que en todos los casos de lo que prioritariamente se trata es de alcanzar el éxito político, conquistar el poder, más allá del cumplimiento o no de cualquier principio que trascienda la mera circunstancia. Este fenómeno, que no es exclusivo de este movimiento, ha recibido a lo largo de la historia diferentes denominaciones, tales como pragmatismo, maquiavelismo o más vulgarmente, oportunismo, sin embargo ha sido una constante en el peronismo en sus más diferentes manifestaciones y todas las veces en que le ha tocado gobernar. Pero sería errado tanto atribuírselo exclusivamente a los peronistas, así como excluir del mismo al fundador de tal movimiento y sostener, como dicen neciamente algunos, que ha sido meramente un vicio de sus seguidores que han desvirtuado el mensaje sustancialmente nacionalista de su fundador. En este último caso creemos que vale aquí la misma actitud que manifestara años atrás Solzhyenitzin al referirse al comunismo ruso. Era para él errado detener las críticas meramente en la figura de Stalin, había que llegar hasta Lenin y Trotsky, y hasta el mismo Marx, es decir a los fundadores de tal movimiento. Sólo de esta manera era posible combatirlo con éxito develando su carácter de anomalía histórica porque resultaba inútil y hasta contraproducente luchar contra los efectos si no somos capaces de remontarnos a las causas. Así pues cuando por ejemplo Perón sostiene el famoso apotegma de que “la realidad es la única verdad” está sentando las bases del oportunismo político que tendrá su movimiento a lo largo de toda su historia y que todos sus distintos exponentes han ido desarrollando en mayor o menor medida. Él con esta simple frase nos está queriendo decir que hay que marchar al ritmo de las circunstancias, que debemos subordinar cualquier principio al devenir histórico, que no existe verdad alguna que se encuentre afuera del mismo. Justamente lo mismo que hacía Menem cuando predicaba las relaciones carnales con el que había ganado la batalla en 1989, pues representaba la única manera de como nos iba a ir bien.
En segundo lugar digamos también que esto no ha sido un invento tampoco de Perón en nuestra política vernácula, sino que representa el desarrollo y plasmación de una línea de pensamiento de viejo alcance. Los defensores a ultranza del peronismo no se han cansado de indicarnos que el mismo se trata de un nacionalismo. Digamos que también ello es cierto, ya que consideramos que no todo nacionalismo es bueno. Recordemos que el nacionalismo recibió un severo impulso y sustento con la Revolución Francesa e informó a todos los movimientos antitradicionales habidos en el Occidente que subordinaban los principios de tal civilización a los intereses de la propia nación, permitiendo así disolver la unidad espiritual de aquella. Dicho nacionalismo es pues burgués, relativista y oportunista y rechaza a Norteamérica y a Inglaterra, no por los principios que los mismos sustentan, sino simplemente porque han sido las naciones ganadoras y exitosas en lugar nuestro. Por lo cual el mismo sostiene que lejos de oponernos a ellas en sus fundamentos, por el contrario, habría que imitarlas en su conducta. El historiador Julio Irazusta, de extracción nacionalista, por ejemplo solía citar aquella famosa frase de un ministro británico cuando afirmaba que “en materia de política internacional, Inglaterra no tiene principios, sino simplemente intereses”, pero no se refería a ella porque estuviera mal, sino porque no habíamos sido nosotros capaces de hacerlo. Y al respecto criticaba la conducta asumida por Argentina en la guerra del Pacífico entre Chile y Perú, cuando nuestra nación, en aras de sostener principios éticos superiores, postergaba su discusión con el primer país por cuestiones limítrofes hasta que se terminara la guerra, “por no querer aprovecharse de las circunstancias”. Decía al respecto dicho autor que de esta forma, en aras de un principio abstracto, se subordinaba la defensa del interés nacional y concreto. Es decir, tal como sostiene el actual peronismo, por encima de los principios se encuentran los intereses y la conveniencia de la propia nación y movimiento.
Irazusta también hacía notar como los ingleses utilizaban las ideologías con una finalidad oportunista. Así pues, mientras que ellos promovían la libertad de comercio en los países sometidos, en el propio en cambio practicaban el proteccionismo. Es decir una vez más la ideología sirve en función de un interés. Es como una cobertura que se utiliza para engañar y hacer triunfar la propia perspectiva. En el fondo Bush, conocedor de este estilo, debe haber recordado cómo Menem que se declaraba en idilio con su nación imperial, sin embargo había cedido su petróleo y servicios públicos a empresas europeas, quitándole a Norteamérica las posibilidades de participar de los “negocios” en la Argentina. El “montonero” Kirchner, sin hablarnos de carnalidad y hasta repudiando tal concepto, ha maltratado a los empresarios europeos y en cambio ha ensalzado a los inversionistas norteamericanos. Admirado pues por la prestancia peronista del nuevo presidente argentino, Bush le habría preguntado qué planes tenía para paralizar a la izquierda en sus afanes “antiimperialistas”, justo en momentos en que se acercan las “negociaciones con el Fondo”. Al respecto Kirchner le habría contestado recordándole la famosa “teoría de los anticuerpos”, aprendida de su maestro. Utilizar las ideologías para que se entretengan entre sí en una lucha interna desgastante y así se las inutiliza respecto de lo esencial. Para ello se hará alharaca respecto de los procesos y extradiciones a militares septuagenarios por “delitos” cometidos hace 30 años, para de esta manera tener a la opinión pública perfectamente distraída.
Pero convengamos que las amplias sonrisas de Bush aparecidas en las fotos también lo eran porque ese mismo día le habían confirmado que sus soldados habían logrado matar a los hijos de Saddam, quienes antes de rendirse, lucharon hasta morir. Los hijos de Perón en cambio son otra cosa.
Buenos Aires, 27-07-03
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