LA IGLESIA Y LA CIENCIA MODERNA
Profanaciones que vienen de lejos.
Los
progresos de la ciencia no conocen ya límites y ha sido así que, en este
período de cuaresma de la nuevamente católica Roma, nos ha sucedido tener que
asistir a una muy edificante conferencia en donde se nos hizo ver al cuerpo de
Jesucristo sobre la tétrica mesa anatómica de una morgue.
Ni más
ni menos: tal la conferencia dictada por un tal profesor La Cava efectuada (y
esto es ya el colmo) en los locales parroquiales de una iglesia romana sobre La pasión y la muerte de Jesucristo. Por
supuesto que en el prólogo de la misma se difundió una prudente advertencia, la
de que se estaba considerando tan sólo el aspecto perfectamente humano de
Jesús; pero luego de ello, nos encontramos con la carga a fondo de los
rutilantes esclarecimientos efectuados por la medicina legal y por los
disecadores de cadáveres. El origen anatómico fisiológico del sudor y de la sangre
esparcida en el Getsemaní nos resultó sumamente claro; del mismo modo que todo
aquello que mecánicamente ha acontecido en la estática y en la dinámica de los
órganos internos y en las funciones de los principales órganos corporales
durante la crucifixión. Nos enteramos así que Jesús murió muy rápidamente a
causa de un notorio estado de insuficiencia cardíaca. El orador luego se detuvo
en una brillante exposición respecto de la emisión de sangre y agua del cuerpo
del crucificado: no, eso no se debió a… una pleuritis que lo habría afectado a
Jesús: se trató en cambio de la penetración de la lanza en la tercera costilla
derecha que produjo una tensión torácica por la dilatación del mismo espacio
bajo el estado de una respiración forzada: en el espesor de la pared la lanza
tropezó con la cavidad pléurica dando lugar al ‘hidrotórax: continuo exivit sanguis et acqua’. Como corolario de tales
soberanas estupideces el auditorio estalló en un vibrante aplauso.
Este
muy sagrado modo de tratar temas de tal tipo no nos parece que obligue a un
comentario ulterior. Sirve solamente como barómetro de los tiempos y de la ‘evolución’.
Podría ser que en un mañana, remitiendo el ‘mecanismo’ de la pasión y de la
muerte de Jesús no meramente al del primer cuerpo humano que nos caiga entre
manos, sino incluso al de una bestia, se
pueda llegar a saber algo aun más ‘positivo’ y ‘edificante’.
Un
comentario tan sólo. Il Messagiero (8
de abril 1930) refiere un amplio resumen elogioso de la conferencia del ‘ilustre
profesor’. Nos consta por lo demás que este diario, apenas escucha el nombre de
nuestro director se hace la señal de la cruz y evita de cualquier manera citarlo
aun críticamente. Ahora bien, esto nos parece un ejemplo adecuado para resaltar
cómo Evola, por más pagano que sea, podría enseñar de manera abundante a tales
fervientes católicos, la actitud diferente que debería imponerse ante tales
profanaciones de la propia religión.
Julius Evola, La Torre Nº 6, Abril de 1930.
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