LA SECESIÓN DE CATALUÑA Y LOS 'ALTERNATIVOS'
Un tema que debería no pasar desapercibido, en especial ahora que Cataluña ha declarado su independencia respecto de España, es el hecho de que muchas personas que se han reputado a sí mismas como herederas del nacional socialismo han al mismo tiempo adherido a posturas secesionistas con respecto a las regiones en las cuales viven. Tal el caso notorio del catalán Ramón Bau quien funge desde hace tiempo como uno de los principales ideólogos de tal postura en España. Al respecto queremos transcribir aquí un texto en donde tratamos este tema como parte de un debate que tuviéramos con un grupo de personas de tal ideología que criticaban el pensamiento de Evola en curiosa coincidencia con sectores católicos güelfos uno de cuyos textos críticos hacia tal autor ellos reproducían. Quien quera ver la totalidad del debate puede ingresar al siguiente sitio http://www.juliusevola.com.ar/El_Fortin/31_5.htm
Ramón Bau y el verdulero de Hegel
Luego de estas inverosímiles notas nos tropezamos seguidamente con el escrito “brillante” que, según los aludidos anónimos, nos eximiría de los adefesios anteriores. Acá afortunadamente no nos topamos con un pseudónimo sino con un catalán dicharachero y simpático que conociéramos personalmente en Barcelona en una conferencia nuestra. El mismo nos escribe ahora un largo texto en el que, sin citarnos, entrecomilla en forma abundante pasajes de una ponencia que diéramos el pasado año titulada La superación del racismo: Evola y Günther y aprovecha la misma para achacarnos una serie de cosas que nunca nos manifestó en nuestra conversación.
Para aquellos muchos que no saben quién es Bau expliquémoslo a partir de lo que él mismo nos manifiesta en su escrito aludido. En su firma él se nos califica como un “ex CEDADE”. Efectivamente recordemos que tal grupo fue una importante expresión del nacional socialismo español de fines del pasado siglo y con ramificaciones en la Argentina. Ahora bien, alguno pensará que el aditamento “ex” fue puesto porque se trata de un nucleamiento que ya no existe más. De ninguna manera ello es así. Lo que ha pasado es que Bau es “ex” en tanto dejó de pertenecer al mismo en la década del ochenta por sostener una postura anti-española y catalanista por la que defendía abiertamente la independencia de su región, Cataluña, con la incorporación de otras aledañas como la de Valencia. Es decir ostentaba una actitud de secesionismo muy semejante a la que sostiene la ETA en relación a los provincias vascongadas, lo cual en manera alguna podía ser compartido por un grupo de personas que se calificaran como nacionalistas. Es interesante recordar este hecho porque las razones que Bau nos da para sostener la independencia respecto de España son muy parecidas a las que nos esgrime en el texto aludido para negar la existencia de una raza del espíritu y por lo tanto para expresar su adhesión incondicional al nazismo biológico. En ambos casos, España y la realidad espiritual, se trata para él de fetiches que existen exclusivamente en la imaginación y cuya entidad debe ser sin más descartada para ser suplantada por las “realidades demostrables”, las que, en el caso aquí mencionado, serían las regiones, las cuales deberían confederarse entre sí en una unidad más comprensiva que la de la convencional y arbitraria España. La actual Comunidad Europea sería según Bau la nueva entidad que confirmaría su proyecto, por ello los sectores afines a él han llamado a votar a favor de su Constitución en las últimas elecciones (ya vimos cómo les fue). Su argumento para rechazar la realidad de entidades metafísicas, es decir de entidades que están por encima de la mera inmanencia, representada en su caso por las regiones, es parecido al que nos daba el verdulero que discutía con Hegel cuando le negaba al filósofo que existiera la fruta pues en sus mostradores sólo había peras, manzanas, etc., pero no un estante con “fruta”. Así pues cuando Bau observa el mapa de España inmediatamente nos dice, del mismo modo que el verdulero de Hegel, que tal entelequia no existe, sino sólo Cataluña, Galicia, Castilla, etc, pero no un lugar que se llame España. A lo que el filósofo le hubiera contestado de la misma manera que a su verdulero amigo que, si fuera coherente con la argumentación, tampoco podría decir que existen las peras o las manzanas, sino simplemente estas peras y estas manzanas; del mismo modo que si se lo fuera hasta el final con el relativismo de Bau habría que decir que tampoco Cataluña existe, sino las comunidades que la componen y si seguimos descendiendo llegaríamos a las unidades más inferiores de todas que son los individuos singulares, los únicos verdaderamente “demostrables” en su entidad. Es curioso que Bau, un verdadero relativista y por lo tanto individualista que niega la existencia de realidades universales, como España y el espíritu, nos califique en cambio a nosotros como tales, demostrando hacer él lo mismo que sus anónimos amigos cuando atribuían a Evola lo que ellos en realidad eran. En verdad el verdadero individualista es él. Por supuesto que su relativismo, del mismo modo que el del simpático verdulero, no es absoluto, pues en vez de descender en su reflexión hasta el mero individuo se detiene en un género superior que son las comunidades (no nacionales, sino regionales como la de Cataluña), y ello es hecho en detrimento de su coherencia. Si su razonamiento llegara hasta las últimas consecuencias vería que no está muy lejos ni del liberalismo ni del marxismo que son dos maneras también de relativismo como la suya. Por lo tanto no es casual que de la misma manera que ellos él considere, y lo expresa textualmente, que, en tanto no existen realidades universales superiores a la relativa por él aceptada como instancia última y verdadera, el Estado debe estar subordinado a la comunidad. Es decir que él también cree en la democracia y en el dogma de la soberanía popular, lo mismo que las dos ideologías modernas antes mentadas. Es el pueblo, representado por su comunidad, lo que para él implica la instancia última de lo verdadero. En cuanto a su pretendida manifestación en contrario de que rechaza el dogma de la igualdad y que sostiene el desigualitarismo, ello tampoco es así totalmente. Porque si bien manifiesta que las comunidades son desiguales entre sí racial y culturalmente, en el seno de las mismas él en cambio acepta el principio de la igualdad. Es justamente en su concepción democrática de un Estado que se subordina a una determinada comunidad en donde se encuentra su adhesión al igualitarismo. No existen para él jerarquías, no hay aristocracias que deban mandar en razón de una superioridad espiritual que así lo determine, ya que como veremos para él el espíritu no existe, sino que todos los integrantes “sanos” de la comunidad terminan formando el Estado y poseyendo así los mismos derechos. Claro que alguno podrá decir que la idea de nación-Estado es moderna y que en la Edad Media no existieron naciones como España superpuestas a las diferentes nacionalidades. Ello es cierto pero tan sólo porque había una entidad superpuesta, más espiritual, metafísica, que estaba por encima de las nacionalidades, que era el Imperio. Institución en nada aceptada por Bau, pues de la misma manera que nuestros demócratas republicanos (uno de sus movimientos afines casualmente lleva ese nombre) sostienen un mero acuerdo entre diferentes comunidades, el que puede ser disuelto en cualquier momento, no siendo en nada diferente en el fondo del contrato social rousseauniano, lo único que lo distingue es que la palabra individuo queda aquí suplantada por otros particulares que son las diferentes comunidades, las que por una especie de milagrosa armonía preestablecida se autogobernarían a sí mismas. Es decir se sostiene aquí un federalismo sin Imperio y por lo tanto sin Estado, muy similar al que intenta implantarse actualmente en Europa. Resulta además curioso que él nos achaque estar con el sistema porque nos declaramos en contra de la democracia. Su argumento es infantil al respecto. Nos dice que porque hoy en día la verdadera democracia no existe deberíamos estar contentos y hallarnos afines con el sistema vigente. Más bien lo contrario es lo verdadero. La democracia no existe no porque no quiera aplicarse, sino simplemente porque es una utopía tan irrealizable como la del fracasado comunismo.
Bau en su larga exposición, si bien nos dice que rechaza la metafísica, ello sin embargo no le impide efectuar una serie de disquisiciones sobre la existencia de la realidad, lo cual es también de alguna manera hacer metafísica. Al respecto digamos que en el contexto de la misma él adhiere a una escuela determinada que es la del realismo vulgar que consiste en sostener que la única realidad “demostrable” es la que captan nuestros sentidos externos, esto es la perteneciente a la dimensión espacio temporal. Por lo tanto la forma de conocimiento válida es la que posee el común de las personas, demostrando también en esto su adhesión a los postulados democráticos propios de la ciencia moderna que sostiene que son válidos únicamente aquellos conocimientos a los cuales todo el mundo puede llegar. Digamos al respecto que esta forma de conocer la realidad ha existido siempre porque en todo momento ha habido personas cuyas posibilidades estaban enmarcadas exclusivamente en la esfera sensitiva y carecían, como en cambio era factible que aconteciese en modo eminente tan sólo en algunos, de la posibilidad de elevarse hacia una dimensión superior de carácter espiritual. Era justamente esta diferencia entre seres que podían conocer las causas a través de los efectos y aquellos que en cambio podían conocer los efectos a través de las causas lo que explicaba la existencia del Estado y por lo tanto el verdadero principio de la desigualdad que es en cambio ignorado olímpicamente por Bau. Aquel que expresaba tal superioridad espiritual tenía no solamente el derecho, sino principalmente el deber de gobernar y orientar a aquellos que eran carentes e imperfectos debido a tal tipo de forma de conocimiento inferior. Por lo tanto debía ser el Estado, compuesto por una verdadera aristocracia espiritual, el encargado de gobernar y ejercer la soberanía y ello era una necesidad expresada y reconocida principalmente por quienes eran inferiores. La anomalía moderna ha consistido en cambio en considerar que esta forma más baja de conocimiento, que está presente en las mayorías, y que era lo que justificaba por parte del que era inferior una necesidad de ser conducido, que ahora en cambio se la repute como el estado normal y propio de todo el mundo, negándose así cualquier jerarquía, y queriendo en cambio imponerle en forma intolerante a todos, y en especial al que es superior, esta forma inferior de conocimiento: esto es propiamente la esencia de la democracia.
Esta misma actitud invasiva y prepotente la vemos con las actitudes que asume Bau cuando se refiere a quienes tienen intuiciones metafísicas, esto es que captan realidades superiores inespaciales, a-temporales y universales, es decir diferentes a las que tenía el verdulero de Hegel. Respecto de ellos él nos dice socarronamente que se trata de enfermos que duplican esquizofrénicamente la realidad imaginando mundos en los cuales necesariamente el bien triunfa sobre el mal fabricándose utopías y quimeras que les permitirían de esta manera apoltronarse y “no hacer nada” sin “ponerse la pistola en el cinto”, etc. Digámosle al respecto que él comete una gran confusión. A diferencia de lo que acontece en el ámbito de la naturaleza física, lo que es propio del espíritu es la libertad y no la necesidad, por lo que queda siempre indeterminado saber si es el bien o el mal lo que habrá de triunfar con independencia de lo que uno haga. Y por tal razón, en la medida en que las cosas no se encuentran resueltas, de manera alguna como nos sugiere Bau, hacer triunfar la propia idea especialmente en un mundo que adhiere en lo esencial a los postulados democráticos que él también comparte, representa un enorme compromiso mucho mayor que el suyo.
A su vez acudiendo a las más burdas argumentaciones cientificistas propias del siglo XIX refuta la existencia de una raza espiritual simplemente porque el pequeño movimiento de una célula del cerebro o de un átomo travieso puede generar el colapso mental de una persona, lo que según él conllevaría también la desaparición del espíritu. Lo cual nos recuerda a ese cirujano entusiasta que orgullosamente exhibía el bisturí que nunca se había topado con un alma inmortal, o al cosmonauta Titov satisfecho por no haber visto ángeles en el cielo. Seguramente a Bau, quien debe estar tratando desde hace años de pesar el aire con la balanza de su cocina, sería bueno recordarle que cada cosa tiene su instrumento propio de conocimiento. No puede un ojo sensible, ni un instrumento material y extenso captar de manera directa una realidad espiritual y por lo tanto inespacial e inextensa. Se precisan para ello otros ojos, otros oídos, otras intuiciones diferentes de las de nuestra sensibilidad. Sucede que algunos las poseen y otros no. Pero no porque sean muchos los que no la tengan tenemos que decir que no existen. De lo contrario estamos de lleno en la democracia y el igualitarismo, su terreno propio, en donde sólo es válido lo que la mayoría hace o resuelve. Nosotros opinamos diferente.
Con respecto al racismo que le achaca a Evola demuestra una absoluta incomprensión, tan grande como la que manifiesta en relación a su pretendido nacionalsocialismo. No es verdad que nuestro autor haya rechazado la existencia de una raza del cuerpo. Basta leer los vastos capítulos que le dedica a tal tema en La raza del espíritu, traducida al castellano y al alcance de quien lo quiera. ¿Por qué no se toma el trabajo de leerlo, o es que le hace caso a Cretiné y a San Trece? Por otro lado no es verdad tampoco que manifieste que el espíritu en el hombre no se expresa a través del cuerpo y que por lo tanto es “como el sexo de los ángeles”. Con el perdón de la palabra ¡qué ejemplo más estúpido que nos ha dado! Es exactamente lo contrario, el cuerpo es el medio de expresión del espíritu. Pero así como la vestimenta que utilizamos no agota a nuestra persona, es falso reducirlo a la condición de mera manifestación corporal y negar por lo tanto su trascendencia como hace el nazismo biológico en concordancia con todo el movimiento cientificista del siglo XIX. Si bien no todos tienen la posibilidad de captarlo directamente, como los ascetas y los héroes, existen múltiples expresiones en el hombre, en especial las que son libres y no necesarias, que demuestran fehacientemente la existencia de tal realidad superior que la mayoría puede al menos captar en manera indirecta.
Volvemos así al ejemplo anterior: ¿cómo se expresa principalmente el judaísmo? No por cierto a través del cuerpo, aunque por supuesto existe un biotipo judaico, sino principalmente a través del espíritu, es decir por una libre decisión efectuada por uno mismo entre diferentes tendencias. Es un espíritu judaico reputar que el hombre se encuentra en un estado de pasividad y fatalismo ante la realidad, llámese ésta economía, sexo o raza como el caso específico de cierto racismo. Es judaico también el materialismo, considerar que sólo existe la realidad demostrable por los sentidos externos y el rechazo rebelde por aquello que “no se ve”, descartando que en cambio existan otros que puedan hacerlo. El espíritu ario es en cambio lo contrario: libertad, antideterminismo, antifatalismo.
Por último digamos que Bau, como buen demócrata y moderno que es, no solamente es regresivo en cuanto a su nacional socialismo en relación a su asunción fanática de una vertiente degradada del mismo, el nazismo biológico, sino también en el hecho que de manera necia rechaza la rectificación efectuada en 1934 con la tendencia nacional-comunista. Por lo que sabemos en la actualidad él adhiere también a tal corriente pro-rusa y esto nos explica mucho su diferencia con el líder de su movimiento. Pero lo más gracioso es que quiera reducir aquel conflicto que Hitler tuviera con las camisas pardas de las SA, no a una manera diferente de concebir la doctrina, no al hecho de que aquellas quisiesen sustituir al ejército por milicias populares como en Rusia, sino a una mera puja entre homo y heterosexuales. Esto, más allá de lo descabellado, nos permite establecer un vínculo nuevo con nuestros anteriores nazis anónimos. En verdad hay nuevamente aquí un fenómeno psicológico de transferencia. Lo que él le achaca a Evola de reducir el tema de la raza del espíritu a una cuestión sexual él lo hace en cambio en relación a su caracterización del nacional socialismo. Por más que se repute como antijudío en el fondo concuerda con el judío Freud al considerar que es el sexo lo que gobernaría a las personas.
3 comentarios:
Razas: Entre el Espíritu y la Biología Por Ramón Bau
https://www.stormfront.org/forum/t283560/
MM.
Sobrer el federalismo hispano, hay que decir que gran sinsentido es pretender federar lo que ya está unido. La federación solo puede darse entre estados independientes que deciden asociarse libremente, lo que no es el caso de Cataluña, que nunca ha sido un estado independiente, sino una serie de condados medievales de corte feudal dependiente de los Condes de Toulouse, unidos posteriormente a la Corona de Aragón por un matrimonio.
Lo mismo que le pasa a R. Bau le acontece a mucho ex nazi pululante, son personajes modernistas que desconfían del espiritu y se autolimitan en los sentidos y la materia, creen como si fueran marxistas que son los hombres quienes crean los dioses. De ahí a levantar la badera roja y cantar la marsellesa, no hay distancia. Es su liberal-marxismo "racial" y "biológico".
También un matrimonio les unió a Castilla.. vaya argumento.
http://desmemoria.eldiario.es/cargos-en-democracia/
Publicar un comentario