EVOLIANOS Y NACIONALISTAS II
CARTA ABIERTA AL CORONEL SEINELDIN
Ha llegado el momento para develar ciertos hechos del pasado. Allá por 1985, mientras vivíamos en la Patagonia en donde habíamos constituido un movimiento nacionalista que publicara el mensuario El Fortín, nos conectamos en la ciudad de Buenos Aires con un sacerdote que fungía como jefe espiritual de una logia nacionalista que, de acuerdo a sus dichos, tenía entre sus miembros a varios militares en actividad. Sus palabras fueron aproximadamente las siguientes. “Éste es el segundo round de un combate. El primero lo perdimos en la guerra de Malvinas, ahora es el round de la democracia que nos fue impuesta, pero el tercero es el nuestro. Contamos con el 10% de la oficialidad que nos responde, lo cual es suficiente para que sobrevenga la revolución una vez que el sistema haya agotado sus cartuchos”.
Pasaron dos años de esa reunión cuando en la semana santa de 1987 estalló el primer conato militar con el movimiento carapintada de Aldo Rico el que, si bien terminó entregando las armas, obtuvo por parte del gobierno de ese entonces una serie de concesiones para la corporación militar puesto que la debilidad de la democracia le impedía doblegar a ese movimiento. Más tarde, y debido en gran medida a su acción, el presidente Alfonsín fue derrotado estrepitosamente en una elección en ese mismo año y comenzó entonces el proceso de caída irreversible de ese régimen. Por todo lo cual pensamos que era en verdad cierto lo que se nos había dicho y nos disponíamos a celebrar los nuevos tiempos para la Argentina. Pero henos aquí que, a pesar del desprestigio generalizado de la democracia, en su nueva sublevación en Monte Caseros en enero de 1988, Rico se rinde a las pocas horas de haberse decidido a una nueva acción y para colmo sin haberse disparado un solo tiro, como si acaso hubiese recibido una orden secreta de no actuar. Preocupado por este inesperado fracaso, le pregunté al aludido sacerdote qué era lo que había pasado y entonces se me contestó aproximadamente lo siguiente. “No nos debemos preocupar pues esto ha sido apenas un escarceo, como una prueba para algo más importante que tiene que venir. En Panamá, como agregado militar, se encuentra el coronel Seineldín, un hombre que nos responde totalmente y que es un verdadero caudillo militar. No lo hemos querido hacer intervenir para preservarlo, pero, cuando llegue el momento oportuno, lo hará y ya el round será nuestro definitivamente”. Y así fue como se cumplió también este pronóstico. En diciembre de ese mismo año, cuando el desgaste del régimen de Alfonsín estaba llegando a sus estertores, Seineldín desembarcó en Campo de Mayo y sublevó ese regimiento ante la prácticamente totalidad de apoyo del cuerpo militar. No hubo una sola pueblada en su contra del lado civil, tal como sucediera en cambio en Semana Santa; el camino estaba pues allanado para la conquista del poder. Y así fue como una nutrida columna de tanques marchó por la avenida General Paz encaminándose -se suponía- hacia la Casa Rosada respecto de la cual se comentaba que estaba apenas defendida por unos 40 granaderos. Todos pensamos en ese entonces que se estaba consumando la revolución, pero henos aquí que de repente la columna giró en su dirección y se dirigió en cambio hacia el regimiento de Villa Martelli, en donde el coronel se estacionó y se dijo que era para negociar. Se abrió entonces una vasta expectativa. 'Debemos esperar, se decía, pues se trata aquí de un estratega por la que se intenta actuar con prudencia en una época en la cual los EEUU han amenazado con enviar los marines en caso de que crepite la democracia'.
Unos días más tarde acontecería otro hecho importante. El trotskysta Ejército Revolucionario del Pueblo (bajo el nombre de Movimento todos por la patria) tomaba por asalto un regimiento en la localidad de La Tablada. El mismo fracasó, pero se dijo que era un intento para evitar la revolución nacional e instaurar el socialismo sacando del medio al nuevo Kerensky, Alfonsín. Pero después de esto, que preanunciaba una situación de guerra civil, sucedió algo curioso: todo se terminó de golpe. Ni el nacionalismo militar se plantearía tomar el poder por las armas ni tampoco lo haría más la izquierda revolucionaria. ¿Qué era lo que había pasado? Pues bien en ese año 1989, se había producido en el mundo el inicio de la caída de la Unión Soviética, primero con la derrota de Afganistán en febrero y luego a fin de ese año con la caída del muro de Berlín. El jefe del grupo trotzkysta dirá más tarde: “Si nosotros hubiésemos sabido que la URSS iba a ser derrotada un mes más tarde en Afganistán, no hacíamos lo de La Tablada”, puesto que Moscú era el apoyo esencial que tenía ese grupo. Pero los sectores militares nacionalistas efectuaron también un razonamiento similar. Al haber desaparecido el contrapeso soviético, EEUU se había convertido en la potencia universal con capacidad de imponer su voluntad en todas partes, por lo tanto lo correcto era no contrastar con éste sino buscar su amistad buscando a un político que pudiese ser potable para ambos. Fue sí como se revocó la experiencia revolucionaria y se adoptó abiertamente la salida electoral. Rico fundó un movimiento que sostenía en su plataforma ‘interactuar en el Mundo Uno’, es decir en el mundo gobernado por los EEUU. Y Seineldin quien ya había tomado como mentor doctrinario a un político norteamericano del partido Demócrata, Lyndon Larouche, apostó abiertamente por la candidatura presidencial de Menem a quien calificara de ‘patriota’, mientras que éste como retribución le prometía la jefatura de las Fuerzas armadas y el ascenso a general. Acá recuerdo todavía a ese sacerdote explicándome que en el fondo Menem no era tan malo y que su único defecto era que ‘le gustaban las putas’. A lo cual recuerdo que en su momento le contesté que ése era un inconveniente demasiado grande pues quien vive en función de las mujeres tarde o temprano se termina convirtiendo él también en mujer. Tal como era de imaginar el ‘nacionalismo’ de Menem, bajo el 'amparo' de los norteamericanos y de las putas, se redujo a cuestiones totalmente intrascendentes y formales, como por ejemplo haber traído el cadáver de Rosas al país, pero al mismo tiempo haber manifestado que teníamos que estar en relaciones carnales con los EEUU, aunque desde ya en forma pasiva como la mujer en la cual se había convertido. Era de imaginar que Seineldin, al cual no se lo ascendió a general ni tampoco por supuesto se le otorgó la comandancia en jefe, rompiera el idilio que había establecido con tal gobernante, pero lo curioso fue que lo hizo haciendo declaraciones claramente contrarias a su figura ingresando a un terreno vedado por el reglamento militar por lo cual fue detenido. ¿Se lo imagina alguno de Uds. al gral. Pinochet haciendo declaraciones en contra de Allende antes de dar un golpe de Estado? Bueno esto es lo que hizo el payasesco coronel con la finalidad de engañar respecto de su conversión al antimenemismo. Era indudable que desde una cárcel mal podía ponerse al frente de una sublevación. Pero aun así lo curioso fue que esta intentona -para llamarla de alguna manera- sucedió en 1991 justamente cuando él se encontraba preso. Lo insólito del caso fue que el militar a cargo de la prisión lo dejó en libertad en el momento de producirse dicho ‘golpe’, pero él se negó a salir de la cárcel produciendo de este modo el fracaso de la última intentona militar que hubo en la Argentina a las pocas horas de haberse producido. Nos encontramos pues lisa y llanamente con un traidor que trabajó en forma expresa en contra de los intereses de la nación. Sin embargo esto que fue evidente pudo ser camuflado por la actitud de víctima que el aludido estuvo sosteniendo durante un largo tiempo en tanto pasó prácticamente sus últimos días en prisión. Aunque es bueno resaltar que se trató de una cárcel privilegiada, en un chalet con piscina, que no tiene ninguna correlación con la que hoy padecen muchos militares argentinos condenados por violación a los derechos humanos.
El colmo de los colmos fue que, a pesar de todos sus fracasos, siguió queriendo dar cátedra a los argentinos aprovechando su situación de ‘preso’ y henos aquí que en el 2002 cuando nos encontramos con otra quiebra de la democracia que hubiese sido definitiva de haber habido en ese momento un movimiento cívico militar revolucionario al que había ayudado a destruir el aludido militar, lanzó una proclama invitando entre otras cosas a renovar la democracia y explicando por otro lado lo que ya sabíamos que no quería derrocar al gobierno de Menem cuando se sublevó. Bueno en ese entonces fue que publicamos en El Fortín una carta pública repudiando su figura, la cual a su vez estuvo acompañada por la nota del amigo Julián Ramírez titulada ‘Somos evolianos’ que ya fue reproducida aquí. En la misma fijamos claras y definitivas distancias con el nacionalismo argentino. Esto es lo que ahora volvemos a publicar.
Pasaron dos años de esa reunión cuando en la semana santa de 1987 estalló el primer conato militar con el movimiento carapintada de Aldo Rico el que, si bien terminó entregando las armas, obtuvo por parte del gobierno de ese entonces una serie de concesiones para la corporación militar puesto que la debilidad de la democracia le impedía doblegar a ese movimiento. Más tarde, y debido en gran medida a su acción, el presidente Alfonsín fue derrotado estrepitosamente en una elección en ese mismo año y comenzó entonces el proceso de caída irreversible de ese régimen. Por todo lo cual pensamos que era en verdad cierto lo que se nos había dicho y nos disponíamos a celebrar los nuevos tiempos para la Argentina. Pero henos aquí que, a pesar del desprestigio generalizado de la democracia, en su nueva sublevación en Monte Caseros en enero de 1988, Rico se rinde a las pocas horas de haberse decidido a una nueva acción y para colmo sin haberse disparado un solo tiro, como si acaso hubiese recibido una orden secreta de no actuar. Preocupado por este inesperado fracaso, le pregunté al aludido sacerdote qué era lo que había pasado y entonces se me contestó aproximadamente lo siguiente. “No nos debemos preocupar pues esto ha sido apenas un escarceo, como una prueba para algo más importante que tiene que venir. En Panamá, como agregado militar, se encuentra el coronel Seineldín, un hombre que nos responde totalmente y que es un verdadero caudillo militar. No lo hemos querido hacer intervenir para preservarlo, pero, cuando llegue el momento oportuno, lo hará y ya el round será nuestro definitivamente”. Y así fue como se cumplió también este pronóstico. En diciembre de ese mismo año, cuando el desgaste del régimen de Alfonsín estaba llegando a sus estertores, Seineldín desembarcó en Campo de Mayo y sublevó ese regimiento ante la prácticamente totalidad de apoyo del cuerpo militar. No hubo una sola pueblada en su contra del lado civil, tal como sucediera en cambio en Semana Santa; el camino estaba pues allanado para la conquista del poder. Y así fue como una nutrida columna de tanques marchó por la avenida General Paz encaminándose -se suponía- hacia la Casa Rosada respecto de la cual se comentaba que estaba apenas defendida por unos 40 granaderos. Todos pensamos en ese entonces que se estaba consumando la revolución, pero henos aquí que de repente la columna giró en su dirección y se dirigió en cambio hacia el regimiento de Villa Martelli, en donde el coronel se estacionó y se dijo que era para negociar. Se abrió entonces una vasta expectativa. 'Debemos esperar, se decía, pues se trata aquí de un estratega por la que se intenta actuar con prudencia en una época en la cual los EEUU han amenazado con enviar los marines en caso de que crepite la democracia'.
Unos días más tarde acontecería otro hecho importante. El trotskysta Ejército Revolucionario del Pueblo (bajo el nombre de Movimento todos por la patria) tomaba por asalto un regimiento en la localidad de La Tablada. El mismo fracasó, pero se dijo que era un intento para evitar la revolución nacional e instaurar el socialismo sacando del medio al nuevo Kerensky, Alfonsín. Pero después de esto, que preanunciaba una situación de guerra civil, sucedió algo curioso: todo se terminó de golpe. Ni el nacionalismo militar se plantearía tomar el poder por las armas ni tampoco lo haría más la izquierda revolucionaria. ¿Qué era lo que había pasado? Pues bien en ese año 1989, se había producido en el mundo el inicio de la caída de la Unión Soviética, primero con la derrota de Afganistán en febrero y luego a fin de ese año con la caída del muro de Berlín. El jefe del grupo trotzkysta dirá más tarde: “Si nosotros hubiésemos sabido que la URSS iba a ser derrotada un mes más tarde en Afganistán, no hacíamos lo de La Tablada”, puesto que Moscú era el apoyo esencial que tenía ese grupo. Pero los sectores militares nacionalistas efectuaron también un razonamiento similar. Al haber desaparecido el contrapeso soviético, EEUU se había convertido en la potencia universal con capacidad de imponer su voluntad en todas partes, por lo tanto lo correcto era no contrastar con éste sino buscar su amistad buscando a un político que pudiese ser potable para ambos. Fue sí como se revocó la experiencia revolucionaria y se adoptó abiertamente la salida electoral. Rico fundó un movimiento que sostenía en su plataforma ‘interactuar en el Mundo Uno’, es decir en el mundo gobernado por los EEUU. Y Seineldin quien ya había tomado como mentor doctrinario a un político norteamericano del partido Demócrata, Lyndon Larouche, apostó abiertamente por la candidatura presidencial de Menem a quien calificara de ‘patriota’, mientras que éste como retribución le prometía la jefatura de las Fuerzas armadas y el ascenso a general. Acá recuerdo todavía a ese sacerdote explicándome que en el fondo Menem no era tan malo y que su único defecto era que ‘le gustaban las putas’. A lo cual recuerdo que en su momento le contesté que ése era un inconveniente demasiado grande pues quien vive en función de las mujeres tarde o temprano se termina convirtiendo él también en mujer. Tal como era de imaginar el ‘nacionalismo’ de Menem, bajo el 'amparo' de los norteamericanos y de las putas, se redujo a cuestiones totalmente intrascendentes y formales, como por ejemplo haber traído el cadáver de Rosas al país, pero al mismo tiempo haber manifestado que teníamos que estar en relaciones carnales con los EEUU, aunque desde ya en forma pasiva como la mujer en la cual se había convertido. Era de imaginar que Seineldin, al cual no se lo ascendió a general ni tampoco por supuesto se le otorgó la comandancia en jefe, rompiera el idilio que había establecido con tal gobernante, pero lo curioso fue que lo hizo haciendo declaraciones claramente contrarias a su figura ingresando a un terreno vedado por el reglamento militar por lo cual fue detenido. ¿Se lo imagina alguno de Uds. al gral. Pinochet haciendo declaraciones en contra de Allende antes de dar un golpe de Estado? Bueno esto es lo que hizo el payasesco coronel con la finalidad de engañar respecto de su conversión al antimenemismo. Era indudable que desde una cárcel mal podía ponerse al frente de una sublevación. Pero aun así lo curioso fue que esta intentona -para llamarla de alguna manera- sucedió en 1991 justamente cuando él se encontraba preso. Lo insólito del caso fue que el militar a cargo de la prisión lo dejó en libertad en el momento de producirse dicho ‘golpe’, pero él se negó a salir de la cárcel produciendo de este modo el fracaso de la última intentona militar que hubo en la Argentina a las pocas horas de haberse producido. Nos encontramos pues lisa y llanamente con un traidor que trabajó en forma expresa en contra de los intereses de la nación. Sin embargo esto que fue evidente pudo ser camuflado por la actitud de víctima que el aludido estuvo sosteniendo durante un largo tiempo en tanto pasó prácticamente sus últimos días en prisión. Aunque es bueno resaltar que se trató de una cárcel privilegiada, en un chalet con piscina, que no tiene ninguna correlación con la que hoy padecen muchos militares argentinos condenados por violación a los derechos humanos.
El colmo de los colmos fue que, a pesar de todos sus fracasos, siguió queriendo dar cátedra a los argentinos aprovechando su situación de ‘preso’ y henos aquí que en el 2002 cuando nos encontramos con otra quiebra de la democracia que hubiese sido definitiva de haber habido en ese momento un movimiento cívico militar revolucionario al que había ayudado a destruir el aludido militar, lanzó una proclama invitando entre otras cosas a renovar la democracia y explicando por otro lado lo que ya sabíamos que no quería derrocar al gobierno de Menem cuando se sublevó. Bueno en ese entonces fue que publicamos en El Fortín una carta pública repudiando su figura, la cual a su vez estuvo acompañada por la nota del amigo Julián Ramírez titulada ‘Somos evolianos’ que ya fue reproducida aquí. En la misma fijamos claras y definitivas distancias con el nacionalismo argentino. Esto es lo que ahora volvemos a publicar.
Sr.
Coronel:
Habiendo recibido en mi
casilla de e-mail el facsímil de una carta de su redacción dirigida al actual
presidente Duhalde y con un pedido de opinión y eventual adhesión a los
contenidos de la misma, procedo seguida a formularle mis puntos de vista.
Ud., como todos nosotros, se sensibiliza
con la crisis que padece actualmente la nación argentina y alerta también sobre
la existencia de un severo peligro de disgregación en nuestras propias puertas,
promovido por el poder financiero internacional. Este diagnóstico, que
indudablemente es cierto, sin embargo encuentra de su parte un conjunto de
soluciones que, lejos de evitar el mal del cual nos avisa, por el contrario
agudizan el problema y son las que permiten verdaderamente su ejecución en las
etapas finales en las que nos encontramos.
Ud. nos efectúa una crítica del sistema
democrático representativo que oprime a los argentinos, pero sin embargo en
todo su escrito hay un esfuerzo permanente en querer demostrarnos que, a pesar
de todo lo que pueda decirse en su contra, está con la democracia y que se
diferencia sustancialmente de los militares golpistas de 1976. Incluso en
varias oportunidades menciona las palabras elite y dictadura como desvalores a
ser evitados y combatidos. Así nos hallamos con que Ud. sostiene no la
sustitución de la actual democracia, sino su perfeccionamiento por otra de carácter
directo y no partidista, basada en el ‘pueblo’, el cacerolazo y las asambleas
populares, no diferenciándose al respecto su análisis de lo formulado por
representantes de la izquierda como Zamora y Carrió (al parecer no casualmente
Ud. manifestó en público simpatías por esta última).
Al respecto quiero decirle que se equivoca
sustancialmente, concordando manifiestamente en esto con el papa Wojtyla y con
la dirigencia política en general, en su creencia de que la democracia se cura
con más democracia. Cuando la realidad ha demostrado hasta el hartazgo que ha
sido justamente dicha forma de gobierno el instrumento utilizado por el poder
mundial para someternos, desarticulando nuestro sistema político, sembrando en
la comunidad el sofisma y el engaño consistente en hacerle creer que las
simples mayorías circunstanciales pueden ser soberanas y dadoras de legitimidad
a los diferentes gobiernos, como si la verdad tuviese que ver con el mero
factor cuantitativo.
Por otra parte quiero hacerle notar que no
es declarándose democrático como Ud. logra, como militar, hacerse creer ante la
opinión pública como contrario ante el tristemente célebre gobierno instaurado
por su misma corporación en 1976. Todo lo contrario, si Ud. presta atención a
cuáles fueron los objetivos últimos que impulsaron dicha revolución militar, verá
que el principal de ellos era el de instaurar en el país “una democracia sana y
estable”, es decir lo mismo que Ud. nos plantea ahora, pues los militares de
aquella época pensaban también que una democracia enferma puede curarse con una
sana, lo cual es una incongruencia porque es dicho sistema una anomalía en
tanto el pueblo (el demos) nunca
puede ser sujeto de gobierno. Por lo tanto Alfonsín, Menem y De la Rúa no fueron lo opuesto del
Proceso, sino la consecuencia del mismo, de la misma manera que su pensamiento
democrático no se opone en su sustancia al de los actuales políticos que dice
combatir.
No es casual al respecto que Ud. que tuvo en
sus manos el privilegio del cual carece la mayoría de nosotros, la posesión del
poder de fuego, encabezó sublevaciones militares tan sólo para hacerlo llegar a
Menem al poder y luego para consolidarlo. Así pues, cuando éste pactaba con Ud.
y le prometía nombrarlo al frente del ejército, Ud. lo calificaba como ‘un
argentino que piensa patrióticamente’ y ordenó a sus seguidores que lo votaran
en las elecciones. Luego cuando se dio cuenta de lo que casi todos ya sabíamos,
aun sin haber estado en las primeras planas de la política, se sublevó en su
contra tras haber transcurrido el primer año de su gobierno. Pero henos aquí que,
de su puño y letra, nos enteramos ahora de que dicha sublevación no era para
nada ‘un golpe de estado antidemocrático’, es decir que una vez más nos
manifiesta que no se sublevó para derrocarlo
a Menem, lo cual podría haberlo absuelto del duro juicio de la historia y haber
dado justificación a su movimiento, sino tan sólo para cambiar la cúpula de
su ejército, e decir para que dicho gobernante lo tuviera a Ud. o a alguno afín
como a su comandante en jefe, tal como le había prometido. Pero lo más grave es
que Ud. al rendirse rápidamente a las pocas horas de haberse iniciado dicha
fallida y farsesca sublevación, ayudó así a consolidar a dicho gobierno, por lo
cual no ha sido errado considerarlo como el Tejero argentino, con la diferencia
de que este último siempre sostuvo un ideario antidemocrático y Ud. en cambio –tal
es como se define a sí mismo- es nada más que un militar democrático.
Y ya que entramos a hablar de su fallida
intentona del 3 de diciembre, debo también decirle que me ha causado una
profunda indignación que Ud. reprochara el fracaso de la misma a personas
vinculadas a su ex camarada Aldo Rico, quienes le habían prometido liberarlo de
la prisión en la que Ud. se encontraba en ese entonces y que, al no haber ido,
hicieron fallar la intentona. Sin querer defenderlo a este último, respecto del
cual nos hallamos en las antípodas pues se trata también de un militar demócrata,
aunque a diferencia de Ud. en actividad, debo decir que esto que nos dice ahora
no es lo que manifestara en el relato testimonial que figura en el libro
escrito por su colaborador, el mayor Abete, que nos diera hace años y que Ud.
nunca desmintiera. Allí reconoce que, en el momento de estallar la sublevación,
fue dejado en libertad por el comandante militar de la prisión en que se
hallaba y que al no haberlo ido a buscar esas personas a las que alude,
entonces decidió volverse a la prisión. Tal como verá, el relato es muy
distinto y sólo encuentra explicación en su deschave demócrata. Tal como muy
bien nos afirma, nunca quiso poner en
peligro las instituciones democráticas. Si Ud. hubiera sido un militar verdaderamente
revolucionario se habría venido aunque sea en ómnibus a Buenos Aires y se
hubiera puesto a la cabeza de la rebelión sin haberse rendido sin siquiera
combatir como hizo, lo que pretende ahora camuflar achacándole la culpa a
otros.
Resumiendo, Sr. Coronel, por todo lo que he
dicho no solamente rechazo uno por uno los conceptos vertidos por su carta a
Duhalde, sino también opino que el mejor beneficio que puede hacerle al país es
seguir estando preso en su confortable ‘celda’ con piscina. Ya defraudó a unos
cuantos, como para que siga haciéndolo con otros menos avisados y más crédulos.
Su mítica figura, ese lamentable hecho con el que debemos toparnos cotidianamente,
sólo encuentra explicación en las profundas causas del fracaso argentino.
Porque lamentablemente a Ud. lo apoyan todavía personas con formación
suficiente como para darse cuenta de su nefasta y fallida actuación. La funesta
influencia del catolicismo güelfo, del cual Ud. calurosamente participa en sus
enfáticos apoyos al papa Wojtyla, ha generado en aquellos que deberían tener la
capacidad para entender un fideísmo pasivo y obtuso, por el que se cree siempre
a pesar de todo. Así como hubo personas que en la época de Alfonsín creyeron
que la Argentina
se salvaba cuando a Ud. lo hubiesen ascendido a general, hoy las hay aquellas
que creen más modestamente que todo va a cambiar cuando Ud. salga de la prisión.
Prisión que por otra parte Ud. mismo se buscó con declaraciones intempestivas
por las que pudiese estar preso y con las excusas que ahora esgrime para no haberse
puesto al frente de una sublevación que Ud. mismo convocara. Y por más que se
esfuerce en que lo percibamos como diferente de los militares del Proceso, Ud.,
a pesar de todo, siegue siendo el emblema de esa paralizante fe en lo militar
que ha acompañado en su fracaso a los diferentes procesos argentinos del siglo
pasado, lo cual ha tenido a su vez como correlato el fenómeno de civiles
adulones y obsecuentes que fueron siempre los preferidos de los gobiernos
militares.
Atentamente.
Marcos Ghio
Buenos
Aires, 18/03/02
Estoy de acuerdo con la nota. Seineldín es una farsa, yo estuve con el en una cena de nacionalistas, apenas asumido Kischner, y cuando le pedí públicamente que hablara del montonero tuerto, se hizo olímpicamente el boludo y se acabó la cena.El y Rico fueron dos fantoches disfrazados de nacionales, los dos al final se subordinaron cobardemente al kischnerismo
ResponderEliminar