EL NACIONALISMO PROYANQUI
El nacionalismo católico argentino ha
sido una corriente que ha influido en diferentes sectores de nuestra sociedad,
si bien desde un punto de vista superficial y público no haya tenido una mayor
participación directa en la vida pública. Ha actuado como corriente subterránea
con importantes vínculos con sectores del clero y de las Fuerzas Armadas y a
nivel político en especial en el seno del peronismo y de cierto sindicalismo.
En esta nota, aparecida en el nº 17 de El Fortín en Diciembre de 2001, analizamos
un importante aspecto de su evolución doctrinaria. Luego de una oscilación
entre una postura alternativa y otra atlantista, a partir de los atentados de
las Torres Gemelas tomó un rumbo abiertamente favorable a los EEUU de condena
de los atentados. El mismo ya se había insinuado unos meses antes cuando
algunas prominentes figuras del mismo manifestaron incluso públicamente su
apoyo a la candidatura republicana de George Bush en contra del demócrata Al
Gore. Hoy en día tal nacionalismo, ante la escasa fiabilidad representada por
Obama, se ha manifestado a favor del ruso Putin quien expresaría esa misma
postura conservadora y por lo tanto no tradicionalista y antievoliana. No sería
de extrañar que se produjera una nueva voltereta ante la salida de escena del
ruso en razón de sus ostensibles fracasos militares y políticos y la presencia
de otro líder conservador en la figura de G. Trump. Tal como puede verse en
esta primera nota, el nacionalismo en sus diferentes variantes es un fenómeno
perteneciente al régimen moderno que se combate.
Hace
unos dos años reapareció la revista Cabildo, publicación que fuera pionera del
nacionalismo argentino. La misma, con diferentes altibajos, se había editado en
su primera etapa desde la época de 1973 hasta bien adentrada la democracia de
Alfonsín y Menem, habiendo cumplido en su momento con una importante función
formativa de la conciencia de todas aquellas personas que rechazaban el sistema
liberal partidocrático sin por ello caer en las críticas formuladas por la
izquierda. Si algo positivo caracterizaba a tal publicación era que, a
diferencia de otras, sabía hacer un distingo esencial entre el Occidente
tradicional, representado por la civilización que tuviera su cuna en Grecia, en
Roma y en el Catolicismo y que nos fuera transmitida por España y esa
caricatura distorsionada que se manifiesta hoy en día arquetípicamente a través
de los Estados Unidos. Lejos se estaba en ese entonces de sostener posturas
conservadoras y conformistas que se redujeran meramente a aceptar hechos
consumados y el pretendido ‘mal menor’, buscando el ‘amparo’ en alguno de los
sectores del régimen, soslayando la existencia de profundas contradicciones con
el mismo. Desde tal óptica se consideraba que los Estados Unidos no son en modo alguno la expresión contemporánea que
asume el Occidente, sino que en tal territorio se ha fundado una nueva
civilización la cual, debido a su especial singularidad, es además
diametralmente opuesta no sólo a nuestra tradición, sino también a cualquier
otra que funde sus principios en valores espirituales y no de carácter material
y consumista, como es lo que sucede en cambio en Norteamérica.
Así
pues tal revista, al referirse al pretendido antagonismo que en ese entonces
dividía al planeta, por el que se contraponían la sociedad capitalista
representada por los EEUU y la comunista por la Unión Soviética , pudo decir que
ambas, USA y URSS, eran en el fondo metafísicamente iguales y que
consecuentemente representaban una falsa disyuntiva y que, más aun, si había
que calificar por grados a estas dos civilizaciones gemelas, en el fondo los EEUU eran peores. Se
consideraba allí que, a pesar de tratarse en los dos casos de culturas materialistas
y por lo tanto contrarias al principio último que informa a cualquier
civilización sana y normal, la diferencia estribaba en que, mientras en el
segundo el materialismo se imponía de manera coercitiva, con cárceles y checas,
dando así cabida al menos a una oposición de catacumbas, en el primero en
cambio el mismo terminaba brotando espontáneamente del alma del norteamericano
por ser ésta una sociedad en la cual desde sus mismos orígenes y por
generaciones enteras el culto del trabajo y del dinero se había adentrado tanto
en las costumbres de tal pueblo que hacían por lo tanto prácticamente imposible
una verdadera reacción en su seno. E decir que la diferencia esencial estribaba
en que, mientras que la URSS
representaba una anomalía y un desvío respecto de la civilización ruso
bizantina originaria y de carácter tradicional, USA en cambio manifestaba una
plena continuidad y coherencia en su devenir desde su misma constitución como
confederación de Estados independientes (1), De la misma manera, en otro
artículo salido en tal período se reivindicaba al fundamentalismo obviándose el
hecho de que se hubiese manifestado en otra forma religiosa distinta de la
nuestra y rescatándose de éste la circunstancia de que sostuviese una postura
de ortodoxia y retorno a los principios raigales de la propia tradición,
rechazando esa gran herejía que significaba el mundo moderno, del cual los EEUU
eran su principal exponente. Se agregaba también que en nuestro país, si bien
el fundamentalismo a formarse debía ser católico, en tanto manifestación
reivindicatoria de nuestra tradición histórica y cultural, siendo la religión
el alma de la misma, tenía sin embargo afinidades estrechas con otros que, a
pesar de su pertenencia a culturas diferentes, coincidían con el nuestro en la
reivindicación de valores espirituales y en su rechazo del materialismo de la
sociedad moderna (2).
Es
cierto sin embargo que en algunos casos la revista sostuvo una posición
contraria. Por ejemplo en la declaración de principios del Movimiento
Nacionalista de Restauración, un fallido intento de constituir una corriente
política no partidista (posiblemente fracasado por las incoherencias que se
verán a continuación), se sostenía un apoyo pleno y enfático a los Estados
Unidos en su lucha en contra del comunismo, sin resaltarse en modo alguno que
tal postura sólo podía tener significado si se la concebía como una simple
táctica circunstancial elaborada tan
sólo en función de preservar la existencia física de quienes, con escasez de
medios, luchaban por los valores de la Tradición en una época oscura ante un régimen
totalitario que reprimía con gulags a quienes pensaban diferente, pero que ello
no nos menoscababa en lo más mínimo respecto de nuestra posición esencialmente
antinorteamericana. Esta indudable discrepancia podía también tener una
explicación en el carácter contradictorio que poseía el director de tal
revista, el finado Ricardo Curutchet, quien, a pesar de ciertas vetas de
carácter conservador y regiminoso como la indicada, era capaz, a diferencia de
alguno de sus colaboradores, de manifestar un espíritu más abierto, lo que se
trasuntaba en su pluma en donde podían verse citados, además de conocidos
clásicos del nacionalismo católico, a autores heterodoxo como un Cioran o un
Jünger.
Pero
tras la muerte del distinguido director y luego de la reaparición tardía de la
revista hace un par de años, esas inflexiones del pensamiento han desaparecido
totalmente dando cabida a la manifestación más cruda de tal tendencia negativa
antes mentada. Es así como ahora nos hallamos abiertamente con un
‘nacionalismo’ pronorteamericano el que ha recrudecido hasta llegar a límites
realmente inverosímiles que harían enrojecer de envidia hasta al mismo
presidente Bush. Todo este verdadero deschave doctrinario ha podido
desencadenarse gracias a los últimos acontecimientos conocidos como los
atentados de las Torres Gemelas, los que entre otras cosas han tenido el gran
valor de permitir poner, definitivamente y con neta claridad, ciertas cartas
sobre la mesa. Aquí la revista Cabildo se declara abiertamente ‘en contra del
terrorismo islámico’ (como si Norteamérica no fuera un Estado terrorista), ya
que para ellos el Islam es un enemigo declarado que representa una terrible
herejía que ha ocasionado varias víctimas a las naciones cristianas. Como si
acaso no hubieran sido ‘cristianos’ aquellos libaneses que, en connivencia con
el Estado de Israel, masacraron a miles de palestinos en los campos de
refugiados de Sabra y Chatila. Lo único que lamenta es que Norteamérica
pretenda nuestro apoyo cuando no lo hizo como correspondía en la guerra que
sostuvimos en contra de la subversión marxista; como si tal ideología y el
fundamentalismo islámico fueran cosas similares. Ellos parecieran no percibir,
en su sectarismo y cerrazón, las diferencias esenciales entre ambos
‘terrorismos’, resultándoles totalmente secundario el hecho de que el marxismo
es un ateísmo y un materialismo, mientras que el Islam es en cambio una
concepción teísta y espiritual, por lo tanto con más afinidades con la religión
cristiana, en tanto que ambos sostienen un concepto de trascendencia que en
cambio no es hallable por igual ni en el marxismo ni en Norteamérica. Y es ésta
justamente la verdadera explicación respecto del por qué este país no nos apoyó
en la lucha en contra de la subversión marxista, en tanto que, tal como se
afirmaba con claridad en la primera etapa de la revista, ambas eran concepciones
gemelas y bien le convenía y le convino a USA el triunfo de tal ideología, al
menos en el plano cultura, tal como ha sucedido luego de la derrota de la Argentina en la guerra
de Malvinas. Por último nos agregan que nuestro país no debería integrar una
fuerza conjunta para castigar a los ejecutores de tan ‘condenable atentado’,
tal como lo hiciera antes en la guerra del Golfo meramente porque nuestras
Fuerzas Armadas se encuentran desintegradas y a los Estados Unidos con lo que
tiene le alcanza y sobra (hasta
en esto se equivocaron pues no les alcanzó ni les sobró con las guerras
efectuadas en estos últimos 15 años alentadas por esta gente). Lo cual
nos permitiría pensar que, si las circunstancias fuesen distintas, entonces sí
habría que intervenir militarmente.
Pero
no solamente Cabildo se ha enrolado en tal perspectiva sectaria y
pronorteamericana. La otra publicación más modesta del nacionalismo católico
güelfo, y también con menos pretensiones doctrinarias pero con mayor
continuidad en sus ediciones, la en otras circunstancias por nosotros
mencionada Patria Argentina, que ahora ha cambiado de director siendo hoy en
día capitaneada por un ex teniente coronel carapintada, ha asumido una postura
muy similar. En este caso lo hace aplicando el viejo método de la
interpretación conspirativa de los acontecimientos, dando por sentado que fue
Norteamérica misma la que se hizo estallar las Torres Gemelas, posiblemente
para justificar la acciones punitivas que emprendería más tarde por todo el
mundo, soslayando la desproporción existente en tal caso entre los fines y los
medios empleados, como si para matar a una mosca (en este caso Afganistán) se
necesitara un rayo láser. Digamos al respecto dos cosas. En primer lugar que resulta
una vieja modalidad de tal publicación la de querer achacar cualquier atentado
exitoso en contra del stablishment a las mismas víctimas que lo han padecido.
Ello, a pesar del aparente tenor descalificatorio y incriminante que
pretendería tener tal aseveración, lo cual puede confundir al incauto respecto
del objetivo último que aquí se persigue, tiende por el contrario a beneficiar
a tal poder pues lo cubre con un verdadero manto de inmunidad. Quien lee las
explicaciones de Patria Argentina termina pensando que son tan poderosos los
EEUU e Israel por lo que se haría inútil cualquier acción en su contra pues son
capaces de capitalizar a su favor todo, aun lo que en apariencias los
perjudicaría. Pero lo más risible del caso son las explicaciones que pretende
dar el medio en relación a tal hecho con la finalidad de abonar su tesis. Lo
que resulta para ellos ‘sospechoso’ del atentado sería que los ‘suicidas’ (sic)
que participaron del mismo poseían un ‘nivel cultural, técnico e intelectual
medio alto, muy difícil de reclutar’.
Es decir, más allá de que la calificación de ‘suicidas’ efectuada contra los
héroes que dieron su vida por una causa (la misma que nos da el sistema)
resulta poco menos que canallesca y de lo cual nos ocuparemos luego (Cabildo
tiene una expresión más infeliz, los llama despectivamente ‘estrelladores de
aviones’), parece ser, de acuerdo a tal análisis, que sólo se inmolarían por
una causa aquellos que se encuentran en la pobreza extrema y que por lo tanto
no tienen nada que perder, por lo cual se termina así coincidiendo con el
régimen en el sentido de que no son los ideales los que determinan la conducta
de las personas, sino la economía. Más cómico aun resulta manifestar que es
‘poco explicable racionalmente el atentado’ porque es imposible pensar que
tales ‘suicidas’ hayan decidido tomar esa resolución luego de haber vivido
tanto tiempo en los Estados Unidos ‘eludiendo
todas las tentaciones propias de la liberalidad norteamericana’. Es decir
que, siempre en concordancia con tal perspectiva economicista típica de un
yanqui, el hombre resultaría así ser una mera marioneta del confort y del
consumo. Muy seguramente podríamos pensar, de acuerdo a este curioso criterio,
que si al director de este medio lo mandaran por dos años a los Estados Unidos
volvería masticando chicle y hablando y comportándose como un perfecto
norteamericano, pues: ¿quién sería capaz de resistirse a las tentaciones que
nos proporciona la gran metrópolis del progreso y de la Prosperity ?
Pero
lo que merece una ampliación de nuestra crítica a las dos expresiones gráficas
del nacionalismo güelfo es la insistencia con que ambas despectivamente
califican como ‘suicidas’ a quienes han dado su vida heroicamente para demoler
en sus símbolos a la civilización norteamericana, representando tal término un
atributo moral descalificatorio que se aplica a aquellas personas que se
escapan cobardemente de esta vida negándose a asumir sus responsabilidades y a
seguir estando en ella a pesar de todo… más aun con los conforts y bienestares
que ésta nos puede llegar a proporcionar, según la óptica de Patria Argentina.
Cuando en verdad quien se ofrenda por un ideal, aun a sabiendas de que perderá
su vida, no es un suicida sino un mártir. Le preguntamos al respecto a los
‘católicos’ de la actual revista Cabildo, quienes además han hecho hincapié en
el carácter pecaminoso de tal conducta, si desde su óptica también los primeros cristianos que se inmolaban dejándose
devorar por los leones eran suicidas.
Tales
‘católicas’ y papísticas descalificaciones morales y religiosas permiten
hacernos recordar las recomendaciones que daba el papa Wojtyla a los soldados
argentinos que luchaban en Malvinas para que ‘quiseran la paz’ con los ingleses
y que por lo tanto no se ‘suicidaran’ pues de tal modo corrían el serio peligro
de irse al infierno.
Por
último nos preguntamos: ¿No habrá sido también el miedo a convertirse en
‘suicidas’ lo que hizo que los distintos exponentes del movimiento carapintada
se rindieran sucesivamente en todas las sublevaciones fallidas, en algunas de
ellas a las pocas horas de haber comenzado luego de que se tropezaran con una
obvia resistencia? ¿Habrán también actuado así por sugerencias eclesiásticas?
Al respecto recordemos que uno de los principales líderes de tal movimiento,
luego de rendirse tres veces consecutivas, salvando sí su pellejo, a diferencia
de los pecaminosos ‘estrelladores de aviones’, ingresó más tarde a la política
a través de la cual logró hacer una gran fortuna tras haber previamente
explicado a todos que su nacionalismo era de ‘amparo’ en el ‘mundo uno’, esto
es, en los Estados Unidos, no habiendo pues precisado para convencerse de ello
de una ‘larga convivencia’ con la sociedad norteamericana. Esto es lo que se
llama ser previsores y conocer las leyes fatales de la historia.
Notas:
1- Véase Usa y
Urss, un falso antagonismo, en Cabildo Nº 119, Enero de 1988. Así
finalizaba el artículo: ‘En la actualidad un movimiento auténticamente
revolucionario debe ser capaz de enfrentar por
igual a estas dos terribles anomalías históricas, causa y efecto ostensible
de la decadencia del mundo moderno, Usa y Urss, metafísicamente iguales…’
2- 2- Véase Nosotros
los Fundamentalistas, en Cabildo Nº114, agosto de 1987.
Marcos Ghio
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