LOS TIEMPOS QUE
VIENEN
Vivimos tiempos en los
cuales con una creciente velocidad se precipitan los acontecimientos. Los
hechos se suceden rápidamente y sufrimos un bombardeo continuo de imágenes del
mundo exterior. Así debe ser en estos últimos tiempos de la era del Kaliyuga,
la edad oscura, en la cual la decadencia, la degradación y la ya visible
disolución del mundo moderno es imparable. A los que tenemos en el conjunto del
mundo moderno al verdadero enemigo esta situación debe alegrarnos, pero al
mismo tiempo debe ser un llamado a nuestra responsabilidad. El mundo moderno no
se va a derrumbar por sí solo. Así como el comienzo de la caída lo fué por el
mal uso que el hombre hizo de su libertad, así también la restauración del
espíritu tradicional debo serlo por voluntad del hombre, por su libre
acción en ese sentido.
Las grandes masas de hombres
modernos están incapacitados para esa tarea. La materialización del mundo
moderno se ha incorporado a ellos como una segunda naturaleza. Solo unos pocos
podrán encarar ese desafío, y para esos pocos debe ser dirigido nuestro
mensaje.
Esa imposibilidad de la
inmensa mayoría hace totalmente ilusoria toda actividad democrática e inútil
todo esfuerzo dirigido en esa dirección. Por eso el correcto camino es
organizar a la minoría en la cual los
valores tradicionales son plenamente asumidos construyendo una aristocracia del
espíritu. Rescatamos así el verdadero
sentido de la palabra "aristocracia" que significa gobierno de los
mejores, rescatándola de la deformación de la misma por obra de los subversivos liberales, marxistas y
progresistas que intentan confundirla con "oligarquía", que es el
gobierno fundado en el dinero.
En esta nota nos limitaremos
a considerar el espacio histórico y cultural íberoamericano en estos tiempos
que vivimos. Lo que vemos a primera vista es la caída de los gobiernos
populistas. Cayó en la Argentina el peronismo, tambalean los populismos de
Brasil y de Venezuela. Antes lo hizo el de Paraguay, se aplacaron los de
Uruguay y Chile. Los de Bolivia y Ecuador se desenvuelven en crecientes
dificultades. Es que los populismos son producto del mundo moderno, se
sustentan en un nacionalismo con base en el estado-nación, idea por la cual ya
doblan las campanas. Se caracterizan por aceptar y difundir plenamente la
democracia invocando constantemente al pueblo, por la demagogia y las promesas
incumplidas, asumen el gobierno pero no el poder que sigue siendo detentado por
sectores oligárquicos de la economía y las finanzas, la corrupción los domina y
al fin no resuelven ningún problema. Con este proceder son fácil presa de
restauraciones oligárquicas. Las restauraciones oligárquicas llevan al gobierno
al liberalismo nacional e internacional instaurando el poder de la plutocracia
con su afán desenfrenado por el dinero y las finanzas. Estos gobiernos saquean
a los pueblos y se provoca el retorno de los populismos, y vuelta a empezar. En
este círculo vicioso transcurrió la historia de nuestros países durante 200
años. Por la brevedad de esta nota tenemos que remitirnos a la idea central sin
entrar en excepciones y en detalles, pero vistas las cosas en su trayectoria
histórica y a vuelo de pájaro no deja de ser verdad lo expresado. Agreguemos
que tanto populistas como oligarcas aceptan y desarrollan las pautas del
marxismo cultural: feminismo, drogadicción, agnosticismo, estado laico,
rebajamiento de las jerarquías, falta total de un sentido superior de la vida,
consumismo y degradación de la naturaleza y el medio ambiente. Liberales,
marxistas y populistas coinciden en todo esto.
En líneas generales este es
el drama de nuestros pueblos, y ya se ha jugado demasiado con repetir siempre
lo mismo. Se pretende seguir aplicando las mismas fallidas soluciones que
reiteradamente fracasan. En nuestro país, la Argentina, tenemos el ejemplo del
peronismo, que durante los últimos 70 años llegó varias veces al gobierno para
ser desalojado otras tantas por oligarquías. ¿Hasta cuando se van a seguir
repitiendo estas tonterías que en realidad son tragedias?
Solamente la formación de una
Orden aristocrática, jerárquica y que sustente los valores de la Tradición
podrá superar todas estas falsas alternativas, sin concesión alguna a la modernidad
ya que con la subversión no se transa. Estamos en un mundo en que la única
manifestación visible de la Tradición se encuentra, en forma parcial y con
limitaciones debidas a su exclusivismo religioso, en el fundamentalismo
islámico. La Orden debe apoyar y defender este movimiento, pero en la
civilización occidental no tenemos nada en qué apoyarnos, pero en la variante
íberoamaricana en que vivimos podemos recurrir a nuestras mejores tradiciones
históricas como ser la idea de Imperio muy antigua en nuestras tierras
americanas: imperios maya, azteca, incaico y español. También al revisionismo
histórico rescatando figuras como García Moreno, Juan Manuel de Rosas y otros.
Y lo más importante de todo: la transformación interior que nos haga
inasequibles a los tiempos revueltos que nos esperan.
San Carlos de Bariloche, 2 de mayo del 2016.
JULIÁN RAMÍREZ
1 comentario:
El golpe de Aramburu contra Lonardi fue en noviembre de 1955.
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