LA
PRIMERA RESISTENCIA ES
INTERIOR
Queremos tratar una cuestión que es fundamental para el desarrollo de
una alternativa tradicional al mundo
moderno. El hombre contemporáneo está totalmente volcado hacia el mundo
exterior; actúa, hace, se mueve, en base a las imágenes que le suministran los
sentidos. Están incluídos en esto aquellos que accionan en base a estudios
científicos y técnicos, los profesionales, los intelectuales, los artistas, los
docentes, los periodistas, los políticos o los militares. Todos ellos están
educados en las ciencias profanas, en el racionalismo o en cualquier ideología
moderna. La modernidad ha eliminado de la realidad toda enseñanza sobre lo que
está por encima de la realidad material, física y biológica: ha pretendido
borrar el plano de lo sobrenatural y lo trascendente.
Por eso se reacciona contra
una determinada política o sistema económico proponiendo otra política u otro
plan económico, cuando la situación mundial está tan acotada que cualquier
cambio posible en ese sentido es prácticamente inoperante. No se trata de
novedades políticas, sociales o económicas, se trata de una actitud distinta
frente a los hechos, y esa actitud debe comenzar por lo interior de cada uno.
Es necesario asumir
plenamente los principios tradicionales y despojarse de toda influencia de la
modernidad, con el mundo moderno no hay transacción, espíritu tradicional y
mundo moderno son absolutamente incompatibles. Vemos a diario a personas
bienintencionadas, aunque con cierta confusión, que se esfuerzan por introducir
modificaciones a la aplanadora que significa el avance de la subversión
democrática y material, tanto en el orden mundial como en el local de cada
país, y como esos esfuerzos fracasan, dejando una sensación de abatimiento y de
renuncia a la acción positiva. En vez de buscar crear sobre cimientos sólidos
han preferido buscar atajos edificando sobre arena, como dice la cita
evangélica: vinieron el viento y la lluvia y todo se derrumbó.
Esas personas han creído o
creen en alguna forma de democracia o en golpes milagrosos a cargo de algún
"salvador de la patria", o se remiten a una intervención divina
olvidándose que Dios interviene pero a través de los hombres.
Ya se han hecho numerosos
ensayos y todos han fracasado por ser intentos vacíos de un contenido
tradicional, y lo peor de todo es que ha esos fracasos ha sucedido el
desaliento, la apatía y la inacción frente a un enemigo que no cesa en su
avance y creyendo así que es imbatible, y de esa manera, terminan colaborando,
por aquello de "si no puedes con tu enemigo, únete a él".
De manera que lo primero a
vencer es el enemigo interior, lo que se llama la gran guerra santa. Esta es la
más difícil y ardua, pero el triunfo en esa guerra nos hace imbatibles al
encarar la pequeña guerra santa que es la que se libra en el exterior. Alguien nos
ha preguntado, ¿ porqué tengo que seguir a la Tradición y nó al mundo moderno?
La respuesta es sencilla: la Tradición nos conduce a la inmortalidad o a alguna
forma de participación en ella en el "post-mortem", mientras que el
mundo moderno nos lleva a la disolución y a la nada.
Hoy día son unos pocos los
que se preguntan: ¿ qué soy, qué es el mundo, qué es la vida, qué es el hombre?
Puede haber varias respuestas, pero la peor de todas es mirar hacia otro lado y
pensar que lo mejor es no pensar en ello como si fuera un mal sueño. Y dijimos
que son unos pocos los que se formulan estos interrogantes. La inmensa mayoría
de los contemporáneos ignora hacerse esas básicas preguntas existenciales, y
rinden culto a la moderna "religión" de la vida como si fueran a ser
eternos. No sospechan que de esa manera ya están muertos.
De manera que nada de
contemplaciones con la modernidad, nada de lamentaciones, nada de tener
lástima. Lo mejor que podemos hacer es transmitir nuestra fuerza al que tiene
vocación por lo superior.
La fortaleza interior nos
lleva no solamente a combatir la apatía, la inacción, la angustia existencial,
sino también el apuro y el frenesí propio del hombre moderno. Éste último
quiere que sus deseos se cumplan en vida porque ese es el horizonte que tiene
al carecer de una visión sobrenatural. Los tradicionales sabemos que esta vida
es un estado transitorio del ser y lo que construimos debe ser muy sólido, debe
serlo para la eternidad. Si no lo vemos en
esta vida terrenal servirá para los que vengan después. Por eso cada día
pongamos una piedra, pero que esa piedra sea sólida y bien afirmada aunque
lleve tiempo el hacerlo, valgan como imágenes aproximadas las monumentales
obras de las más remotas sociedades tradicionales que tardaban generaciones en
construirse y hoy nos siguen mirando, mientras que las obras del mundo moderno
duran poco y son rápidamente reemplazadas.
San Carlos de Bariloche, 5 de septiembre del 2016.
JULIÁN RAMÍREZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario