NO
QUEDARSE EN EL
PASADO SINO MIRAR PARA
ARRIBA
En la nota de la semana
pasado nos hemos referido a las personas que se aproximarían a los principios
tradicionales por sus creencias, su
ecuación personal, su vocación y su formación, pero son atrapadas por
sugestiones del mundo moderno. La Orden Tradicional que hay que construir
necesita agrupar a personas calificadas que por esa misma calificación superior
son pocas, y por ese motivo nos referimos a ellas dejando de lado toda
tentación democratista.
Estas personas a las que nos
referimos miran hacia el pasado, son nostálgicos de hechos de la historia que
si bien fueron portadores de valores tradicionales fracasaron y se derrumbaron
frente a los embates de la subversión moderna, y lo primero que tenemos que
averiguar es el porqué de la derrota.
Tenemos por ejemplo a los que
todavía sostienen la posibilidad de que la Iglesia Católica sirva de punto de
apoyo para un proceso de reconstrucción. Limitémonos a nuestra Íberoamérica en
dónde la fe católica es mayoritaria, descartando desde ya a Europa en la cual
el catolicismo es una parcialidad siendo las otras las iglesias protestantes y
cristiano ortodoxas. Agreguemos a ello una creciente cantidad de ateos,
agnósticos, neopaganos y de musulmanes producto de las inmigraciones. En estas
condiciones es imposible que una Iglesia como la Católica que trás una
irreversible caída ocurrida a lo largo de los siglos, desde la que se llama la
"querella de las investiduras"en los siglos XII y XIII, y que en la
actualidad ha asumido plenamente el mundo moderno, especialmente desde el
Concilio Vaticano II, sirva de sostén para una restauración tradicional. René
Guénon en la década de 1920 planteó esa posibilidad, pero habiendo transcurrido
casi un siglo desde entonces y habiéndose agravado la caída y la desaparición
de los vestigios tradicionales ya no
cabe hacerse ilusiones al respecto.
En lo que respecta a
Íberoamerica el catolicismo sigue teniendo una presencia mayor especialmente en
la difusión continental de la devoción mariana, pero se trata de un culto con
raíces femíneas y telúricas que conducido por la Iglesia Católica desemboca en el
democratismo y en el pacifismo humanitarista. Toda tentativa para que el
catolicismo sirva de sostén para una empresa de restauración tradicional es
inútil dentro de estas pautas. La jerarquía eclesiástica dia a dia se sumerge
más en el mundo moderno y basta para ello ver la conducta de los últimos
pontífices. El papa Francisco mientras en forma abstracta predica la paz para
nada condena en forma concreta los bárbaros bombardeos llevados a cabo por
EE.UU., Rusia, Inglaterra, Francia y otros en las diversas guerras del mundo
actual. La Iglesia Católica está reducida a una entidad de asistencia social
que parece aspirar a ser una especie de rectora " pseudoespiritual"
del nuevo orden mundial. Las personas que aún confian en la Iglesia Católica
tendrían que comenzar a diferenciar esa
entidad de lo que es la religión propiamente dicha, apartándose de una
jerarquía cada vez más comprometida con el orden mundano. El camino estriba en recuperar el
espíritu de lo mejor de nuestro medioevo: estamos hablando del catolicismo
gibelino, heroico, viril y guerrero, sin nostalgias por una institución ya
vacía de toda espiritualidad superior. Hay que aprender a arreglárselas sin
Papa, sin obispos y sin curas.
Otros de los nostálgicos son
los nacionalistas que adhieren a formas históricas cada día más caducas. La
idea de patria que se desarrolló durante los siglos XIX y XX como producto de
la Revolución Francesa ya vacila totalmente frente a los embates del nuevo
orden mundial. Tratando de sostener esa idea y viendo como cada día más se
acota esa posibilidad, entran en una angustia existencial que los conduce a un
pesimismo que los incapacita para una acción superior, y en última instancia se
quejan, se lamentan y lloran. Deben comprender que frente al arrollador avance
de la modernidad tras un nuevo orden
mundial, solo cabe oponer otro frente mundial de carácter superior, con
sólidas raíces espirituales, tradicionales y guerreras. Nada pues de nostalgias
por lo que no volverá. El nuevo orden mundial ofrece una ideología mundialista
que pretende válida para todos y en todo lugar, y en esto lleva una ventaja a
los patriotismos locales que actúan cada uno desde su estrecho punto de vista.
Su debilidad es evidente frente a las descomunales fuerzas del enemigo. Frente
a los imperialismos hay que rescatar la idea de Imperio Tradicional que tuvo
sus manifestaciones en nuestra historia íberoamericana, sosteniendo la idea
pero despojándola de lo que fué producto contingente del espacio y del tiempo,
y que en última instancia condujo a su derrumbe.
Junto con los nacionalistas
están también los revisionistas históricos, típicos de la Argentina, que han
cumplido una eficiente obra poniendo al descubierto la obra destructiva del
liberalismo pero que se han quedado a mitad del camino. Frente a las ideas de
"patria" y "nación" no han visto la profunda subversión de
los procesos de independencia y emancipación de nuestros pueblos, y atados a
esas concepciones y por cobardía intelectual, acabaron glorificando a los
"próceres" que están en el bronce y fueron los conductores del
desastre que destruyó lo que restaba de tradicional.
Solo resta mirar a lo alto,
es decir a los principios tradicionales y no entretenerse con vestigios de un
pasado producto de formas históricas que no volverán.
San Carlos de Bariloche, 22 de agosto del 2016.
JULIÁN
RAMÍREZ
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